Teherán renueva sus murales

Una joven generación de pintores sustituye política por fantasía en el duro paisaje urbano de la capital iraní

Ángeles Espinosa
Teherán, El País
A primer golpe de vista algunas paredes de Teherán dan la sensación de que el tiempo se hubiera congelado tres décadas atrás. Consignas de "Muerte a Estados Unidos" y retratos de los caídos en la guerra con Irak ocupan medianeras y tapias por toda la ciudad. Algunos, como los pintados sobre el muro que rodea la antigua Embajada norteamericana, se han convertido en una parada obligada para cualquier visitante. De cerca, sin embargo, muchos de esos murales aparecen desdibujados por la lluvia, casi olvidados, mientras que nuevos carteles más alegres y coloristas van ganando espacio en el duro paisaje urbano de la capital iraní.


"He intentado romper con los estereotipos", asegura Leila Delfan, una joven muralista de 28 años, a los pies de Conmemoración, la obra con la que el año pasado ganó la bienal sobre los mártires convocada por la Oficina de Embellecimiento del Ayuntamiento de Teherán.

Durante dos meses Delfan se encaramó a un andamio de ocho pisos de altura para elaborar su trabajo, dedicado a Mohammad Husein Fahmideh, un niño de 15 años que se convirtió en una bomba humana frente al avance de los tanques iraquíes al principio de la guerra, en 1980. Pero a diferencia de los murales revolucionarios anteriores, su homenaje no es ni morboso ni dramático. Ha dibujado el rostro del joven mártir con figuras de ciudadanos de todo tipo que caminan hacia el futuro. Hay mujeres con chador y sin él, hombres jóvenes y mayores, policías y soldados, un reflejo de la variopinta sociedad iraní.

"He elegido formas simples porque el espacio urbano ya está demasiado abigarrado", explica esta representante de la nueva generación de muralistas. Al menos dos centenares de ellos trabajan solo en Teherán.

Los murales surgieron tras la revolución de 1979 que dio nacimiento a la República Islámica para difundir las consignas del régimen, pero alcanzaron su máxima expresión durante los ocho años de la guerra con Irak cuando se utilizaron para honrar a quienes sacrificaban su vida por la patria. Aunque muchas de aquellas obras se repintan cada año cuando llega la primavera, hace ya una década que la cruda propaganda política y los temas religiosos han dado paso a una expresión artística más abstracta, incluso a la fantasía.

Abundan los trampantojos: escenas campestres en medio de la jungla de asfalto, cielos azules en una ciudad de contaminación perenne, e incluso imágenes futuristas de coches voladores o jirafas a modo de ascensor. La imaginación es el límite. La imaginación y la censura. Los grafitis son ilegales en Irán. Cualquier pintada, política o no, es borrada con rapidez por las brigadas de limpieza municipales. El arte urbano requiere la sanción oficial.

"Es cierto que no puedo pintar mujeres sin hiyab, pero tampoco tiene sentido en nuestra sociedad", admite Delfan en referencia a la norma que les obliga a cubrirse la cabeza y las formas del cuerpo. "Pero a diferencia de otras organizaciones oficiales, la Oficina de Embellecimiento no impone los contenidos; este mural es revolucionario porque era el motivo de la bienal, pero tengo otras obras en la ciudad que no tienen tema religioso", concluye.

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