Mourinho vs Guardiola II: guerra civil en Manchester
Marketing y dinero aparte, Old Trafford arde y lo que el United necesita, según ha calculado la directiva, es un bombero
John Carlin
El País
La lección del despido por el Manchester United de su entrenador, Louis van Gaal, cuyo sustituto será José Mourinho, es que las élites empresariales o aquellos que se colocan dentro del 1% más rico de la humanidad no siempre se imponen a las grandes masas. Hay circunstancias en las que el fútbol aún mantiene viva la llama de la democracia.
Si hubiera sido por los Glazer, la familia empresarial estadounidense que compró el Manchester United en 2005, Van Gaal hubiera seguido. El holandés se fue debido a la presión de los aficionados, la de los fans que acuden al estadio de Old Trafford en primer lugar, pero también la de los que siguen al United en todo el mundo, entre ellos los casi 90 millones que ventilan sus sentimientos en las redes sociales.
Los dueños saben poco de fútbol y les interesa menos. No se habrían enterado, a no ser que alguien se lo hubiera explicado, de que en la temporada recién concluida el United desplegó el fútbol más estéril que se recuerde. Lo que sí les interesa a los Glazer es ganar dinero. Ahí Van Gaal no les falló.
En los dos años que el holandés ha estado al mando del equipo consiguieron dividendos por encima de los 40 millones de euros. Hace unos días el United reportó que este año espera batir su récord histórico de ingresos. Como decía esta semana con ironía un profesor de una escuela de de negocios londinense en una carta al Financial Times, “interesante modelo de negocio” echar al jefe de operaciones en circunstancias tan propicias.
Fue el fan power, el poder de los aficionados, lo que rompió la lógica comercial; el clamor, oído en el estadio y en las redes a favor de que viniese Mourinho, que viniese cualquiera, con tal de que se fuera Van Gaal.
Todo esto me lo explicó un empleado del departamento de Marketing del United con quien me encontré, por pura casualidad, en una cena el sábado pasado. Me confirmó, minutos despues de que el United ganara la FA Cup, que dentro del club se sabía hacía dos semanas que vendría Mourinho y me dijo que, en lo que le concernía a él y a sus compañeros de trabajo, no había motivo para despedir a Van Gaal. La marca del club es tan potente, me explicó, que da igual si el equipo juega bien o mal, con tal de que siga siendo razonablemente competitivo.
Exactamente así piensa el dueño estadounidense del Arsenal, Stan Kroenke, al que no parece importarle que durante la última década su equipo haya tenido un palmarés paupérrimo comparado con el del United. Mientras el dinero entre, el entrenador, Arsène Wenger, no sale.
La diferencia es que una parte de la afición del Arsenal sigue inexplicablemente fiel a Wenger. El consenso prácticamente unánime entre los aficionados del United era que Van Gaal se tenía que ir. En lo que no hay consenso es en si Mourinho es el hombre indicado para tomar su lugar. Pero el debate que agita al planeta fútbol sobre el tema no se extiende al departamento de Marketing del club. Sí, me dijo el empleado que conocí el sábado, Mourinho puede ser para muchos un personaje odioso; sí, puede que su estilo rácano de juego choque con la noción idealizada que los fans tienen de cómo su equipo debe exhibirse en el campo. Pero Mourinho es taquillero, y lo será más aún cuando inicie su inevitable pelea personal con el que será su vecino entrenador en el Manchester City, Pep Guardiola. Con lo cual, más dinero para las arcas.
Hay quien dice en Inglaterra que el United debería haber sido más valiente y apostado por alguien como Unai Emery, el entrenador del Sevilla, o Thomas Tuchel, del Borussia Dortmund. Pero, aunque ambos defienden un estilo de juego más acorde con la tradición del United, representarían más riesgo que Mourinho, que además de generar ruido ofrece lo más parecido en el fútbol a una garantía de que el United tendrá mejores resultados la temporada que viene.
El hecho es que, marketing y dinero aparte, Old Trafford arde y lo que el United necesita, según ha calculado la directiva, es un bombero —en este caso un bombero con tendencias pirómanas, pero era el mejor disponible—. Eric Cantona, figura legendaria del United, se lamentaba el martes de que en vez de Mourinho el club de su vida no hubiese podido fichar a Guardiola, palabras que el portugués habrá recibido como un cuchillo en el corazón. Pero como el resentimiento es su gran motivador, harán que su desperación por triunfar en el United, y hacer lo posible para que el que se desespere más sea Guardiola, ayuden a rendir un espectáculo épico. A la vista, guerra civil en Manchester.
John Carlin
El País
La lección del despido por el Manchester United de su entrenador, Louis van Gaal, cuyo sustituto será José Mourinho, es que las élites empresariales o aquellos que se colocan dentro del 1% más rico de la humanidad no siempre se imponen a las grandes masas. Hay circunstancias en las que el fútbol aún mantiene viva la llama de la democracia.
Si hubiera sido por los Glazer, la familia empresarial estadounidense que compró el Manchester United en 2005, Van Gaal hubiera seguido. El holandés se fue debido a la presión de los aficionados, la de los fans que acuden al estadio de Old Trafford en primer lugar, pero también la de los que siguen al United en todo el mundo, entre ellos los casi 90 millones que ventilan sus sentimientos en las redes sociales.
Los dueños saben poco de fútbol y les interesa menos. No se habrían enterado, a no ser que alguien se lo hubiera explicado, de que en la temporada recién concluida el United desplegó el fútbol más estéril que se recuerde. Lo que sí les interesa a los Glazer es ganar dinero. Ahí Van Gaal no les falló.
En los dos años que el holandés ha estado al mando del equipo consiguieron dividendos por encima de los 40 millones de euros. Hace unos días el United reportó que este año espera batir su récord histórico de ingresos. Como decía esta semana con ironía un profesor de una escuela de de negocios londinense en una carta al Financial Times, “interesante modelo de negocio” echar al jefe de operaciones en circunstancias tan propicias.
Fue el fan power, el poder de los aficionados, lo que rompió la lógica comercial; el clamor, oído en el estadio y en las redes a favor de que viniese Mourinho, que viniese cualquiera, con tal de que se fuera Van Gaal.
Todo esto me lo explicó un empleado del departamento de Marketing del United con quien me encontré, por pura casualidad, en una cena el sábado pasado. Me confirmó, minutos despues de que el United ganara la FA Cup, que dentro del club se sabía hacía dos semanas que vendría Mourinho y me dijo que, en lo que le concernía a él y a sus compañeros de trabajo, no había motivo para despedir a Van Gaal. La marca del club es tan potente, me explicó, que da igual si el equipo juega bien o mal, con tal de que siga siendo razonablemente competitivo.
Exactamente así piensa el dueño estadounidense del Arsenal, Stan Kroenke, al que no parece importarle que durante la última década su equipo haya tenido un palmarés paupérrimo comparado con el del United. Mientras el dinero entre, el entrenador, Arsène Wenger, no sale.
La diferencia es que una parte de la afición del Arsenal sigue inexplicablemente fiel a Wenger. El consenso prácticamente unánime entre los aficionados del United era que Van Gaal se tenía que ir. En lo que no hay consenso es en si Mourinho es el hombre indicado para tomar su lugar. Pero el debate que agita al planeta fútbol sobre el tema no se extiende al departamento de Marketing del club. Sí, me dijo el empleado que conocí el sábado, Mourinho puede ser para muchos un personaje odioso; sí, puede que su estilo rácano de juego choque con la noción idealizada que los fans tienen de cómo su equipo debe exhibirse en el campo. Pero Mourinho es taquillero, y lo será más aún cuando inicie su inevitable pelea personal con el que será su vecino entrenador en el Manchester City, Pep Guardiola. Con lo cual, más dinero para las arcas.
Hay quien dice en Inglaterra que el United debería haber sido más valiente y apostado por alguien como Unai Emery, el entrenador del Sevilla, o Thomas Tuchel, del Borussia Dortmund. Pero, aunque ambos defienden un estilo de juego más acorde con la tradición del United, representarían más riesgo que Mourinho, que además de generar ruido ofrece lo más parecido en el fútbol a una garantía de que el United tendrá mejores resultados la temporada que viene.
El hecho es que, marketing y dinero aparte, Old Trafford arde y lo que el United necesita, según ha calculado la directiva, es un bombero —en este caso un bombero con tendencias pirómanas, pero era el mejor disponible—. Eric Cantona, figura legendaria del United, se lamentaba el martes de que en vez de Mourinho el club de su vida no hubiese podido fichar a Guardiola, palabras que el portugués habrá recibido como un cuchillo en el corazón. Pero como el resentimiento es su gran motivador, harán que su desperación por triunfar en el United, y hacer lo posible para que el que se desespere más sea Guardiola, ayuden a rendir un espectáculo épico. A la vista, guerra civil en Manchester.