Londres: 45 días para encontrar su lugar en el mundo
Superado el paréntesis electoral y a 45 del referéndum, Reino Unido retoma una discusión en la que los partidarios de permanecer en la UE buscan afianzar su ventaja argumental
Pablo Guimón
Londres, El País
Superado el paréntesis de las elecciones locales y regionales, Reino Unido vuelve esta semana al tema que monopoliza la agenda política del segundo mandato de David Cameron. Decidida ya la alcaldía de Londres, consumada la debacle laborista en Escocia y acallado, al menos hasta el referéndum del 23 de junio, el ruido de sables en torno a Jeremy Corbyn, la política británica encara los últimos 45 días de debate sobre el lugar que debe ocupar en el mundo.
La conversación se retoma en un momento feliz para los partidarios de que Reino Unido permanezca en la UE. Todos coinciden en que los diez días que van del 14 al 24 de abril fueron suyos.
Primero, el jueves 14, Corbyn pronunciaba un discurso en el que defendía inequívocamente permanecer en la UE. No fue una gran intervención, y si algo ha demostrado el líder laborista en sus ocho meses al frente del partido es su potencial polarizador. Pero no conviene subestimar su influencia a la hora de llevar a las urnas a ese votante joven, proeuropeo por defecto pero con pocas ganas de seguir los consejos de Cameron, cuya movilización todos coinciden en que será clave para asegurar una victoria del estatus quo.
Después, el lunes 18, el Ministerio del Tesoro publicaba un documento de 180 páginas en el que sostenía, en palabras del propio titular de la cartera, George Osborne, que solo un “iletrado económico” podría defender que el país sería más próspero fuera de la UE. El Brexit, explicaba el informe, perjudicaría a los ciudadanos más pobres y costaría a cada hogar una media de 4.300 libras al año.
Los euroescépticos no tardaron en calificar al Gobierno de condescendencia y de malas artes. Pero cinco encuestas publicadas entre el lunes y el miércoles pasado coincidieron en un ligero aumento de la opción por la permanencia.
Y por fin, el viernes, habló Obama. El amigo americano pidió a Reino Unido que permanezca en el club. Los anti europeos trataron de desacreditar al presidente, acusándole de “hipocresía” en el mejor de los casos, pero la eficacia de la jugada fue innegable, sobre todo para convencer a votantes indecisos: si todos tus amigos quieren que sigas en la UE y solo Marine Le Pen —quien, por cierto, también habló esa semana— recomienda el Brexit, algo de razón tendrán los primeros.
La campaña por la permanencia ha jugado ya dos de sus cartas —la de la economía y la de la influencia internacional— y las ha jugado bien. Ahora queda la de la seguridad nacional, que será la próxima en arrojarse a las mesa. De momento están ganando la batalla de los argumentos. Y la designación el pasado 13 de abril como campaña oficial por el Brexit a Vote Leave, frente a la más derechosa y populista Leave UK, invita a pensar que tenderá a ser ahí, en el terreno racional, donde se libre la batalla.
El problema para los partidarios de seguir en la UE es que al final, ante el barullo y la inconsistencia de los datos disponibles, esta es una decisión que los votantes probablemente tomarán con el corazón y no con la cabeza. Además, ya han gastado dos de sus tres cartas y aún quedan 45 días para el referéndum. Un tiempo más que suficiente para que reviente alguna de las costuras que contienen las diversas crisis de la UE. Los proeuropeos confían en contar, como decían los muy británicos The Beatles, con una pequeña ayuda de sus amigos. Es muy importante, reconocía desde el anonimato un político involucrado en la primera línea de la campaña, que la UE demuestre que puede responder de manera coherente a la eventualidad de una crisis.
Pablo Guimón
Londres, El País
Superado el paréntesis de las elecciones locales y regionales, Reino Unido vuelve esta semana al tema que monopoliza la agenda política del segundo mandato de David Cameron. Decidida ya la alcaldía de Londres, consumada la debacle laborista en Escocia y acallado, al menos hasta el referéndum del 23 de junio, el ruido de sables en torno a Jeremy Corbyn, la política británica encara los últimos 45 días de debate sobre el lugar que debe ocupar en el mundo.
La conversación se retoma en un momento feliz para los partidarios de que Reino Unido permanezca en la UE. Todos coinciden en que los diez días que van del 14 al 24 de abril fueron suyos.
Primero, el jueves 14, Corbyn pronunciaba un discurso en el que defendía inequívocamente permanecer en la UE. No fue una gran intervención, y si algo ha demostrado el líder laborista en sus ocho meses al frente del partido es su potencial polarizador. Pero no conviene subestimar su influencia a la hora de llevar a las urnas a ese votante joven, proeuropeo por defecto pero con pocas ganas de seguir los consejos de Cameron, cuya movilización todos coinciden en que será clave para asegurar una victoria del estatus quo.
Después, el lunes 18, el Ministerio del Tesoro publicaba un documento de 180 páginas en el que sostenía, en palabras del propio titular de la cartera, George Osborne, que solo un “iletrado económico” podría defender que el país sería más próspero fuera de la UE. El Brexit, explicaba el informe, perjudicaría a los ciudadanos más pobres y costaría a cada hogar una media de 4.300 libras al año.
Los euroescépticos no tardaron en calificar al Gobierno de condescendencia y de malas artes. Pero cinco encuestas publicadas entre el lunes y el miércoles pasado coincidieron en un ligero aumento de la opción por la permanencia.
Y por fin, el viernes, habló Obama. El amigo americano pidió a Reino Unido que permanezca en el club. Los anti europeos trataron de desacreditar al presidente, acusándole de “hipocresía” en el mejor de los casos, pero la eficacia de la jugada fue innegable, sobre todo para convencer a votantes indecisos: si todos tus amigos quieren que sigas en la UE y solo Marine Le Pen —quien, por cierto, también habló esa semana— recomienda el Brexit, algo de razón tendrán los primeros.
La campaña por la permanencia ha jugado ya dos de sus cartas —la de la economía y la de la influencia internacional— y las ha jugado bien. Ahora queda la de la seguridad nacional, que será la próxima en arrojarse a las mesa. De momento están ganando la batalla de los argumentos. Y la designación el pasado 13 de abril como campaña oficial por el Brexit a Vote Leave, frente a la más derechosa y populista Leave UK, invita a pensar que tenderá a ser ahí, en el terreno racional, donde se libre la batalla.
El problema para los partidarios de seguir en la UE es que al final, ante el barullo y la inconsistencia de los datos disponibles, esta es una decisión que los votantes probablemente tomarán con el corazón y no con la cabeza. Además, ya han gastado dos de sus tres cartas y aún quedan 45 días para el referéndum. Un tiempo más que suficiente para que reviente alguna de las costuras que contienen las diversas crisis de la UE. Los proeuropeos confían en contar, como decían los muy británicos The Beatles, con una pequeña ayuda de sus amigos. Es muy importante, reconocía desde el anonimato un político involucrado en la primera línea de la campaña, que la UE demuestre que puede responder de manera coherente a la eventualidad de una crisis.