La UE, el FMI y el BCE se alían para alentar la salida de la crisis en Grecia

El Eurogrupo aprobó en la madrugada del miércoles un preacuerdo para liberar fondos y evitar así la amenaza de suspensión de pagos de Grecia

Claudi Pérez
Bruselas, El País
“Prorrogar y fingir” ha sido el lema de la vieja troika durante la interminable crisis griega. El Eurogrupo, el FMI y el BCE dieron el miércoles varias señales que hacen pensar en una nueva patada hacia adelante, pero que a su vez pueden obligar a los profetas del apocalipsis a envainar sus trompetas por un tiempo. Europa liberó fondos por 10.300 millones: se esfuma la amenaza de quiebra. Y pactó con el FMI un alivio gradual de la impagable deuda: un balón de oxígeno político y financiero para Atenas. El BCE dio quizá la señal más importante: podría volver a aceptar los bonos griegos como aval, y más adelante incluirlos en su plan de compra de activos. Si todo cuaja, Grecia tiene una opción de empezar a ver la etapa final de su odisea.


Grecia luchó contra la austeridad y la troika, y la austeridad y la troika a punto estuvieron de llevársela por delante el verano pasado. Casi un año después, Atenas ha vuelto al redil, ha aprobado la enésima ronda de recortes y con ello se ha ganado, después de una buena somanta de palos que dura ya siete años —y que incluye un paro del 25% y una destrucción del PIB del 25% a pesar de los centenares de miles de millones en supuestas ayudas que no son sino créditos subvencionados—, la primera zanahoria casi digna de ese nombre.

El Eurogrupo aprobó en la madrugada del miércoles un preacuerdo para liberar fondos y evitar así la amenaza de suspensión de pagos de Grecia. Y acordó también una reestructuración de deuda gradual, llena de vagas promesas y condicionada al calendario electoral alemán, pero que sabe a gloria en el país mediterráneo.

El BCE se sumó a la fiesta: dio indicaciones de que en apenas unos días puede volver a aceptar la deuda griega como colateral. Se trata de un buen primer paso para acabar incluyendo en el futuro los bonos griegos en el programa multimillonario de compra de bonos de Fráncfort, que tiene las primas de riesgo —el indicador del miedo durante la crisis del euro— en mínimos.

Eso es lo que necesita Grecia, pero aún queda lejos. Como también quedan lejos las etapas fundamentales de la mil y una veces prometida reestructuración de deuda, que a corto plazo será extremadamente tímida. Pero los mercados reaccionaron al alza a esa inyección de confianza, con subidas en las Bolsas y rebajas en los intereses de los bonos en Grecia y en toda la periferia europea. Y el Gobierno del otrora radical Alexis Tsipras aplaudió el arreón europeo con un optimismo que no se le conocía desde hace tiempo: “Por primera vez, las medidas sobre la deuda están sobre la mesa, y si se recupera la confianza el regreso a los mercados estará más cerca y la economía griega se podría beneficiar de los nuevos vientos favorables”, aseguraron fuentes del Ejecutivo heleno.

Un terremoto de magnitud 5,5 sorprendió ayer a los habitantes de Creta, una de las islas griegas. A más de 3.000 kilómetros de allí se producía una sacudida de mayor calibre en Bruselas: Europa y sobre todo Alemania acababan de reconocer lo inevitable. La deuda griega —300.000 millones de euros, el 180% del PIB— es impagable. Atenas necesita una reestructuración ambiciosa si la troika quiere evitar que el tercer rescate termine como los anteriores, en un sonoro fiasco. El Fondo exigía un recorte más ambicioso en las condiciones de pago de la deuda, pero Berlín impone gradualismo: apenas ligeras ampliaciones de los plazos de devolución y recortes aún más leves de intereses a corto plazo, y medidas más espléndidas en el medio y el largo plazo, una vez pasen las elecciones alemanas.
Condicionalidad alemana

La canciller Merkel temía que la generosidad con Grecia diera alas a la extrema derecha, y por eso la reestructuración se hará por etapas, y siempre que Grecia cumpla sus compromisos. El FMI sigue a bordo, pero no pondrá un solo euro hasta dentro de unos meses: antes quiere asegurarse de que la deuda es sostenible “con una alta probabilidad”, según dijo Poul Thomsen, ejecutivo del Fondo. Será el propio FMI quien haga los números sobre la ampliación de plazos y la rebaja de intereses desde 2017 para que la institución que lidera Christine Lagarde acceda a arrimar el hombro con dinero contante y sonante.

Berlín se muestra un poco más razonable, pero que nadie espere grandes alegrías: “No hay cambios sustanciales en el programa griego, por lo que no es necesario un voto en el Bundestag”, dijo con sequedad Wolfgang Schäuble, el ministro de Finanzas alemán, anteriormente conocido como el más europeísta de los miembros del gabinete de Merkel. Entre los comentaristas no faltó la permanente apelación al “acuerdo histórico”, en boca del jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. En Grecia, cada vez que se anuncia una nueva era se renueva la eterna desventura: quizá por ello el ministro griego, Euclides Tsakalotos, fue más comedido y manifestó “cierto grado de optimismo” tras un pacto que está llamado a romper el círculo vicioso de “recesión, ajustes y más recesión” en Grecia. Queda por ver qué hace el FMI. Y sobre todo qué hace el BCE, apagafuegos en todos los incendios de la eurozona.

Con un alma mitad balcánica, mitad mediterránea y con una economía de cartón piedra baqueteada por siete años de vacas muy, muy flacas, lo de Grecia no es un camino de rosas. El país sigue en recesión, aunque la temporada turística puede mejorar con creces el desastroso 2015 de las islas griegas, sumidas en un corralito que hizo mucho daño. Bruselas prevé crecimiento en la segunda mitad del año, y un fuerte avance del PIB en 2017, pero los pronósticos de Bruselas en Grecia carecen de la mínima credibilidad. Con un Tsipras que pierde apoyos a marchas forzadas y una enorme fatiga social por la sucesión de reformas, recortes y demás, el acuerdo quizá no sea más que una reestructuración de baja intensidad, cuyo impacto está aún por cuantificar. Pero alienta la salida de la crisis en Grecia. Y elimina una de las incertidumbres previas al referéndum sobre la pertenencia del Reino Unido a la UE. Esa es la próxima etapa de la odisea europea, ahora que la odisea griega parece haber encontrado un momentáneo remanso de paz.

Tsipras sale airoso del trance

Maria Antonia Sánchez-Vallejo, Madrid

A diferencia del verano pasado, cuando la aprobación del tercer rescate en el Parlamento griego provocó la escisión de Syriza, el primer ministro Alexis Tsipras ha logrado ahora salir más que airoso de la doble tramitación parlamentaria de un impopular paquete de ajustes, aprobado con todos los votos de la coalición de gobierno: 153 (dos por encima de la mayoría absoluta).
Frente a la inicial resistencia de parte de Syriza —el denominado Grupo de los 53—, Tsipras sólo sufrió un leve rasguño: la dimisión de una de sus diputadas, Vasilikí Katrivanu, horas después de votar, el domingo, contra dos artículos del proyecto de ley (en concreto, el mecanismo automático de ajuste fiscal y el nuevo fondo de privatizaciones).

Al dimitir, y no conservar su acta, el escaño ha pasado a otro miembro del partido —en concreto, al actual coordinador de la política migratoria, Yorgos Kyritsis—, y Syriza conserva así todas sus huestes. Precisamente la crisis migratoria que vive el país desde 2015 contribuyó a ablandar la posición de Berlín en el Eurogrupo con respecto al rescate griego.

Para asegurarse de que los ajustes salían adelante, Tsipras tuvo que ceder ante su socio de coalición, la derecha nacionalista de Griegos Independientes (ANEL, en sus siglas griegas). El proyecto de ley votado el domingo preveía congelar y reducir los salarios y la promoción de funcionarios del régimen especial, entre ellos los militares, a lo que el líder de ANEL, Panos Kamenos, actual ministro de Defensa, se opuso. La medida fue retirada a última hora del texto.

Así que, con la luz verde de Bruselas, Atenas se llevaba ayer la primera alegría en año y medio. “La decisión del Eurogrupo cierra un círculo vicioso de incertidumbre y recesión”, fue el mensaje con que el Ejecutivo celebró la fumata blanca de los ministros de la eurozona.

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