La maldición del Ciutat pesó más
Torres adelantó al equipo de Simeone pero el Levante, ya descendido, aprovechó el cansancio rojiblanco y dio la vuelta al marcador.
Levante, As
Hay lugares donde siempre es lunes. Sitios donde la lluvia siempre te pilla sin paraguas. Estadios donde da igual qué hagas porque siempre pierdes. Campos donde esa frase de Cien años de soledad, “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”, se repite una y otra vez, como si García Márquez la hubiera escrito para el Atleti: en el Ciutat, su apellido es Buendía y este estadio, su Macondo. Porque sí, otra vez ocurrió. Otra vez este campo. Si en 2014 casi le cuesta el título, ayer directamente le mató. Adiós Liga, adiós.
El Atlético cayó en su propia trampa, esa que tantos y tantos puntos le dio a lo largo de la temporada, esa que hasta aquí le había traído: marcar y levantar el frontón. No era el Ciutat el estadio, aquel donde todas las Leyes de Murphy parecen concentrarse en su contra. Dio igual que Torres marcara en el minuto uno y pareciera que el maleficio se espantaba, tan fácil, sólo con que Koke levantara la cabeza y El Niño corriera. “Lo más sencillo, lo más difícil”, que decía Cruyff. Koke filtró un pase entre líneas, resbalándose pero con precisión cirujana, que Torres picó suave, ante Mariño. Entonces el Barça aún no había marcado y el Madrid tampoco. Entonces el Atleti era el líder. Y se confió.
Seis minutos pasaron entre este gol y el de Messi que le arrebataría el liderato y comenzaría a torcer la tarde. Pero entonces el Atleti no lo sabía. Entonces el Atleti aún pensaba que, con un paso atrás y esperando una contra, ante un Levante ya de Segunda, sería suficiente, seguiría en la lucha. Olvidó 2014 y aquella derrota. Por la misma herida se desangró.
El Levante creció, tomó el control. Lerma se agigantó en el centro, bien escudado por Verza y Verdú y el constante ir y venir de Cuero por la banda. Avisó primero con dos córners que Verza remató altos. Simple fogueo mientras el Atleti, cada vez que se acercaba a Mariño disparaba a matar. Casi sentencia Torres, después de que Koke botara un córner, el portero saltara antes y El Niño, por centímetros, no cabeceara el balón a la red en la línea de gol.
El Levante, en la siguiente que tuvo, no se quedó en el casi. Cuero se escapó por la derecha y centró al punto de penalti, donde Casadesús ya tenía la cabeza preparada para batir a Oblak. La cámara, entonces, buscó a Simeone, obligado a ver el partido en una cabina. El técnico se tapaba la boca con la mano y gesto preocupado. La radio hacía muchos minutos que no dejaba de cantar goles del Barça y del Madrid. A su equipo se le iba la Liga.
Ni un minuto de la segunda parte esperó para tratar de romper aquello que parecía ya escrito, que la maldición del Ciutat mandaría más que la Liga. Entraron Griezmann y Carrasco, pero eso, el banquillo, tampoco en el Ciutat le funcionó. El Atleti atacaba sin orden, lo buscaba sin tino. Lo rozó Savic, de cabeza, tras un córner, pero el balón se fue fuera. La tuvo Griezmann después de que Carrasco le robará la pelota a Casadesús para dejarle mano a mano con Mariño, pero el portero la paró. El Atlético entonces ya era todo nervios e imprecisiones. Pesaba el reloj y su tic-tac hacia el 90’. Pesaban las piernas tras Múnich. Pesaba el Ciutat, escenario de tantos reveses; lunes cerrado, eterno aguacero.
Los rojiblancos de la grada ya no tenían uñas cuando Morales se escapó con Rossi en una contra y Savic, solo, no pudo frenarles. Oblak tampoco. Zurdazo de Rossi y gol. En el Ciutat se esfumaba también la posibilidad de que el portero superara el récord de Liaño. Adiós récord, adiós. Se fue, con la Liga, después de haberla tenido ahí, a un simple goal average. Tan cerca, tan lejos. Ay. Ya sólo queda Milán.
Levante, As
Hay lugares donde siempre es lunes. Sitios donde la lluvia siempre te pilla sin paraguas. Estadios donde da igual qué hagas porque siempre pierdes. Campos donde esa frase de Cien años de soledad, “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”, se repite una y otra vez, como si García Márquez la hubiera escrito para el Atleti: en el Ciutat, su apellido es Buendía y este estadio, su Macondo. Porque sí, otra vez ocurrió. Otra vez este campo. Si en 2014 casi le cuesta el título, ayer directamente le mató. Adiós Liga, adiós.
El Atlético cayó en su propia trampa, esa que tantos y tantos puntos le dio a lo largo de la temporada, esa que hasta aquí le había traído: marcar y levantar el frontón. No era el Ciutat el estadio, aquel donde todas las Leyes de Murphy parecen concentrarse en su contra. Dio igual que Torres marcara en el minuto uno y pareciera que el maleficio se espantaba, tan fácil, sólo con que Koke levantara la cabeza y El Niño corriera. “Lo más sencillo, lo más difícil”, que decía Cruyff. Koke filtró un pase entre líneas, resbalándose pero con precisión cirujana, que Torres picó suave, ante Mariño. Entonces el Barça aún no había marcado y el Madrid tampoco. Entonces el Atleti era el líder. Y se confió.
Seis minutos pasaron entre este gol y el de Messi que le arrebataría el liderato y comenzaría a torcer la tarde. Pero entonces el Atleti no lo sabía. Entonces el Atleti aún pensaba que, con un paso atrás y esperando una contra, ante un Levante ya de Segunda, sería suficiente, seguiría en la lucha. Olvidó 2014 y aquella derrota. Por la misma herida se desangró.
El Levante creció, tomó el control. Lerma se agigantó en el centro, bien escudado por Verza y Verdú y el constante ir y venir de Cuero por la banda. Avisó primero con dos córners que Verza remató altos. Simple fogueo mientras el Atleti, cada vez que se acercaba a Mariño disparaba a matar. Casi sentencia Torres, después de que Koke botara un córner, el portero saltara antes y El Niño, por centímetros, no cabeceara el balón a la red en la línea de gol.
El Levante, en la siguiente que tuvo, no se quedó en el casi. Cuero se escapó por la derecha y centró al punto de penalti, donde Casadesús ya tenía la cabeza preparada para batir a Oblak. La cámara, entonces, buscó a Simeone, obligado a ver el partido en una cabina. El técnico se tapaba la boca con la mano y gesto preocupado. La radio hacía muchos minutos que no dejaba de cantar goles del Barça y del Madrid. A su equipo se le iba la Liga.
Ni un minuto de la segunda parte esperó para tratar de romper aquello que parecía ya escrito, que la maldición del Ciutat mandaría más que la Liga. Entraron Griezmann y Carrasco, pero eso, el banquillo, tampoco en el Ciutat le funcionó. El Atleti atacaba sin orden, lo buscaba sin tino. Lo rozó Savic, de cabeza, tras un córner, pero el balón se fue fuera. La tuvo Griezmann después de que Carrasco le robará la pelota a Casadesús para dejarle mano a mano con Mariño, pero el portero la paró. El Atlético entonces ya era todo nervios e imprecisiones. Pesaba el reloj y su tic-tac hacia el 90’. Pesaban las piernas tras Múnich. Pesaba el Ciutat, escenario de tantos reveses; lunes cerrado, eterno aguacero.
Los rojiblancos de la grada ya no tenían uñas cuando Morales se escapó con Rossi en una contra y Savic, solo, no pudo frenarles. Oblak tampoco. Zurdazo de Rossi y gol. En el Ciutat se esfumaba también la posibilidad de que el portero superara el récord de Liaño. Adiós récord, adiós. Se fue, con la Liga, después de haberla tenido ahí, a un simple goal average. Tan cerca, tan lejos. Ay. Ya sólo queda Milán.