La historia detrás de las actrices porno sin maquillaje

Melissa Murphy había logrado consagrarse como una de las maquilladoras más solicitadas de la industria del porno
En marzo de 2013 las fotos de su trabajo se hicieron virales y todo se vino abajo
    Melissa Murphy fotografiada junto al material que utiliza para trabajar
    Melissa Murphy fotografiada junto al material que utiliza para trabajar.

    Antonio Mejias-Rentas, El País
    A la maquilladora de estrellas porno Melissa Murphy, la emoción de que su cuenta de Instagram se hiciera viral con sus fotos del “antes y después” de sus famosas clientas le duró muy poco. “Fue como si me arrancaran de raíz la vida”, describe Melissa lo que le sucedió cuando un usuario de la red social Imgur publicó las fotos con las que describía cómo, en una sesión de dos horas de maquillaje, transformaba a chicas con acné, manchas y otras imperfecciones en las protagonistas de las fantasías sexuales de millones de consumidores de pornografía del mundo entero.




    “Al principio fue algo muy excitante, pensé que era maravilloso,” cuenta la artista del maquillaje de Los Ángeles. “Literalmente me fui a la cama esa noche, desperté en la mañana y toda mi vida había cambiado. Todo explotó en internet. Estaba en todas partes”. Esa buena sensación le duró 24 horas. Tan pronto como las fotos se hicieron virales, las actrices comenzaron a llamarla para acusarla de haber vendido sus fotos “personales” a los tabloides, de mostrar sus imperfecciones para desacreditarlas, de conspirar para destruir la industria porno. Se comenzó a difundir el hashtag #MakeupArtistNoList junto a la cuenta de Melissa en Twitter e Instagram.

    Melissa, que en ocho años había logrado consagrarse como una de las maquilladoras más solicitadas de la poderosa industria del porno, vio cómo en marzo de 2013 su mundo se le venía abajo. Habían sido la persistencia y un poco de astucia las que habían llevado una década antes a esta chica de raíces católicas del estado de Massachusetts - en la costa este de los Estados Unidos - al sur de California y a su capital de la pornografía, el famoso Valle de San Fernando, al norte de Los Ángeles.

    “Vengo de una familia muy pobre y he sido independiente desde que tengo 17 años”, explica Melissa, que ahora tiene 38. Sin obtener un título universitario logró un puesto en Boston como vendedora en una empresa de telecomunicaciones. Cuando la compañía le ofreció un puesto en Los Ángeles, pensó que el sueño californiano se le cumplía. Fue despedida a los ocho meses de llegar a Los Ángeles, pero gracias a su experiencia en ventas consiguió colocarse en una agencia de talento en Hollywood. Para complementar el salario de principiante, tomó un segundo puesto como vendedora en el mostrador de maquillaje de un almacén en un centro comercial. Sin previo entrenamiento, comenzó a maquillar a las clientas. “Solo estaba tratando de hacer dinero para sobrevivir,” dice.

    Le fue tan bien que abandonó la agencia y fue nombrada gerente y supervisora de las cinco chicas que trabajaban en el mostrador. Una de esas chicas, de quien se hizo amiga, fue su conexión con el porno. La amiga se fue a trabajar para un director de cine erótico, que un día necesitó contratar a alguien para que cuidase sus perros mientras viajaba a Las Vegas. La contratada fue Melissa, que al entregarle los perros al director le preguntó si necesitaba a una maquilladora. “No tenía ni idea de lo que estaba haciendo”, recuerda. “Tenía suficiente ojo para poder a hacer a alguien bella en el centro comercial, pero es algo completamente distinto hacerlo para la cámara”.



    Cuando le pagaron 125 dólares (unos 117 euros) por la sesión de dos horas de maquillaje y estilo de cabello, sabía que había encontrado su modus vivendi. “En el mostrador ganaba 500 dólares a la semana, y me tenía que matar”, dice. “Era cuestión de supervivencia… no me importaba si era porno o era el circo, era una gran oportunidad”. Poco a poco fue aprendiendo los trucos del oficio, leyendo libros y estudiando a sus colegas. En poco tiempo pudo abandonar el mostrador y dedicarse completamente a maquillar estrellas porno. Era 2005, la industria estaba en su mejor momento y Melissa tenía trabajo los siete días de la semana.

    El inicio de Melissa en el porno coincidió con la llegada de las redes sociales Twitter e Instagram, pero Melissa fue de las últimas en su círculo en unirse a ellas. Fue una de sus colegas quien le abrió la cuenta @XmelissamakeupX. “Como soy un poco tímida, por naturaleza, no quería entrar en redes sociales para contar que me he cepillado los dientes o he ido a la tienda, como hacía la gente entonces”, recuerda. “Pensé que tenía que ser creativa y combiné mi experiencia en ventas con mi talento como maquilladora y comencé a publicar fotos de mi trabajo”. A principios eran solo fotos “fashion” que sus clientas usaban para sus perfiles. Melissa comenzó a idear trucos para variar la oferta, pero algunos directores comenzaron a quejarse de que estaba robando tiempo de la producción. Quiso buscar una forma de agilizar la toma de fotos y un día se le ocurrió preguntarle a la actriz Kristina Rose si la podía fotografiar sin maquillaje. La actriz dio su permiso y así nació el antes y después. “Las publicamos y fue locura, la gente se volvió loca”, dice Melissa. “Entonces dije: ‘le voy a pedir permiso a todo el mundo, a ver qué dicen’”.

    Melissa ya era bien conocida en el mundillo porno y muchas de las actrices eran sus amigas. Casi ninguna se negó a la sesión de antes y después. Frente a la cámara de su iPhone posaron docenas de las más conocidas caras del sexo en vídeo, mostrando lo que pocos de sus fans podían imaginar. Desde el principio la reacción a las fotos fue mixta, aunque siempre predominaron los comentarios de que las actrices eran mujeres feas y ordinarias y que su belleza dependía exclusivamente del maquillaje. Melissa dice que esos comentarios se multiplicaron cuando las fotos se hicieron virales, aquel marzo de 2013.

    Fue entonces cuando las actrices comenzaron lo que Melissa describe como una campaña de “cyberbullying”. “Todas estas mujeres, que yo consideraba mis amigas, comenzaron a atacarme.” Ninguna actriz quería trabajar con Melissa, y poco a poco los directores dejaron de llamarle. Decepcionada y desesperada, en 2013 Melissa dejó su apartamento en el Valle de San Fernando, vendió sus pertenencias y aceptó una oferta para trabajar en la India. La oferta de Bollywood no resultó ser lo que Melissa esperaba, y pasó seis meses en el país asiático sin ganar lo suficiente para retornar a América. Pero en India se enamoró del actor y modelo Adam Bedi. “Es lo más romántico y maravilloso que me ha sucedido en la vida, saliendo de toda esta tragedia, surgió esto hermoso”, dice ahora. En 2014, Melissa y Adam decidieron retornar juntos a California como pareja. Este noviembre, en el cumpleaños de Melissa, Adam le propuso matrimonio.

    Poco a poco, Melissa ha ido recobrando su puesto en el mundo del erotismo, gracias al fotógrafo Holly Randall, que se especializa en desnudos glamourosos pero no pornográficos. Con Randall, Melissa trabaja casi exclusivamente con modelos para Playboy en línea. Cada vez trabaja menos en la industria del porno, decaída debido a restricciones del condado y la ciudad de Los Ángeles. Melissa también ha vuelto a Instagram y las fotos de antes y después, aunque ahora sus clientes también incluyen a mujeres fuera del mundo del erotismo. Las fotos han vuelto a llamar la atención de los medios, que insisten en identificar a sus modelos como actrices de porno. En septiembre, Melissa publicó una carta en sus redes sociales censurándolos por esta práctica.

    “No todas las modelos son actrices de porno”, escribió. “Algunas son modelos y actrices del mercado general. Otras hacen desnudos glamorosos. Maquillo a hombres y niños. Solo soy una artista del maquillaje. Mis clientes solo son personas. Dejad de etiquetarme a mí y mi trabajo. Dejad de difamar a mis clientes, os lo ruego”. La maquilladora dice que lo peor de haberse hecho viral fue el no poder responder a todos los comentarios negativos. “Sentí que perdí mi voz, que no me podía defender.” Pero dice que sus fotos virales terminaron teniendo un efecto positivo. “Todo este tiempo, continué recibiendo cartas de fans, correos electrónicos, mensajes en redes sociales, muchos de mujeres que me decían cómo mis fotos las habían inspirado,” dice. “Siento que mis fotos ayudaron a humanizar el mundo de la pornografía”.

    Ahora la ilusión de la artista es poder llevar sus 10 años de conocimiento en la industria de la pornografía a las no famosas. “Me encantaría mostrarles que cada persona se puede ver bella, si cuentan con alguien con el arte para lograrlo”. Algo nuevo que ha notado Melissa, con las fotos de antes y después, son comentarios que aseguran que las modelos son hermosas aun antes de ser maquilladas. “No lo tomo como un insulto, lo veo como algo hermoso, un gran progreso, algo positivo para las mujeres”, dice Melissa. “Haber cerrado el círculo, cambiar la mentalidad de la gente, conseguir que digan que las mujeres son más hermosas sin maquillaje… eso es tremendo”.


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