La Champions vive en Madrid
Luis Nieto
Madrid, As
En la cartografía del fútbol, Milán ya cae entre Cibeles y Neptuno. Allí acudirá el Madrid camino de otro derbi del siglo, camino del cielo. El club anduvo en los planos de la Copa de Europa y siempre ha considerado el torneo su territorio de caza. Cada eliminación la siente como un fracaso mal curado, como un desalojo brutal, el día del año que arrancaría del calendario. Cada copa, como un título nobiliario que le distingue más del resto. Ahora persigue el undécimo después de despachar al City de Pellegrini, al que el dinero no acaba de darle toda la felicidad, con tanta justicia como falta de lustre.
El mundo es de los centrocampistas. En el Madrid abundan y en el City escasean. Por ahí empezó el partido a volcarse sobre Hart. Primero sutilmente. Después escandalosamente. Con el Bernabéu creando el efecto invernadero que merecía la ocasión, Modric y sus afluentes le quitaron la pelota al City. Y a partir de ahí fue ensombreciéndose el equipo de Pellegrini, que en la semana internacional de la miología perdió pronto a a su capitán, Kompany, por una lesión muscular. A los siete minutos se integraba en la cofradía de Silva, Benzema y Casemiro.
Isco y Marcelo mejoraron extraordinariamente la puesta en escena del Madrid. El malagueño es capaz de saltar dos líneas con un golpe de cadera. El brasileño resulta indefendible. Sus cargas tienen insistencia, sentido, profundidad. El City fue incapaz de detener ese tren bala, pese a que en los inicios probase con éxito efímero la mezcla de mucha pelota y poco riesgo.
Zidane se ahorró esta vez al magnífico Lucas Vázquez para no moverles la silla ni a Bale ni a Cristiano, sus machos alfa. Con Jesé le dio una salida natural a la baja de Benzema, aunque desfigurase en cierto modo la composición del ataque. Cambió al lanzador por un tercer corredor. Jesé no es futbolista de largometrajes. Entra y sale de los partidos y ya corre el riesgo de convertirse en un jugador para minorías. En cualquier caso, con el empuje de Carvajal, el Madrid fue masticando el dominio ante la pobreza energética de su rival, en el que Yaya Touré (o su fantasma) vagabundeó por detrás de Agüero. Por ahí no prosperó su equipo y tampoco con el desplazamiento consiguiente de De Bruyne a la izquierda. Al belga le vino estrecha esa posición de interior.
La anemia del City también se extendió a su zaga, que se vio desarmada con una jugada sorprendentemente simple. Carvajal le entregó una pelota en profundidad a Bale y este no precisó de superar ninguna barrera para intentar un centro-chut que la puntera de Fernando puso en la escuadra. Sincronizó así el Madrid los sucesos del encuentro y el marcador. Fue la patada en la puerta que necesitaba el equipo de Zidane, que no se vio acompañada por el arrebato posterior. El Madrid fue regulando su ventaja. Cristiano malogró un buen servicio de Isco. A Ramos le anularon un gol por fuera de juego de Pepe. Marcelo no encontró cabeceador a su centro paralelo a la línea de gol. Y mientras el Madrid se mecía en ese dominio poco entusiasta, Fernandinho, el más ocurrente de los dos brasileños sobre los que pivota el City, mandó un zapatazo al poste. Un disparo de advertencia, un recordatorio de que en la Champions pestañear se paga con la vida, pero no un cambio de tendencia.
En la segunda mitad Cristiano se instaló como nueve, maniobra que aconsejó la entrada de Lucas Vázquez. El partido recuperó temperatura, aunque siempre lejos del de Múnich en emotividad y sudor. El Madrid tiró seis ocasiones en un suspiro. Una de Modric, que se creyó en fuera de juego, transparente. Bale, que en este momento vale por un batallón, anduvo en casi todas, entendiendo que a los centrales del City les cuesta enterarse de lo que sucede a su espalda. Entre asistencia y asistencia estrelló un cabezazo en el larguero.
La escena se volvió más inquietante cuando Pellegrini dio rienda suelta a sus sprinters, Sterling e Iheanacho. El Madrid hundió su defensa, que llegó a ser de nueve, con Cristiano aisladísimo. James no fue avituallamiento y Agüero desmayó al Bernabéu. Y como ante el Wolfsburgo, pidiendo la hora, el Madrid pasó con el semáforo en ámbar. Milán y el Atlético exigirán otra cosa.