El bebé del culebrón boliviano nunca existió

Un juez determina que Evo Morales no tuvo un hijo con una examante presa por tráfico de influencias

Fernando Molina
La Paz, El País
Todo el mundo lo conoce como el “culebrón boliviano”. Es la historia del peligroso romance del presidente Evo Morales con una mujer jovencísima, atractiva y ambiciosa, que le atribuyó un hijo inexistente y usó esta relación, su buen aspecto y una vida ostentosa para establecer relaciones muy cercanas con el Gobierno del Movimiento al Socialismo, relaciones de las que al parecer se aprovechó para beneficiar a empresarios de distinto tipo, sobre todo de origen chino.


Las sospechas de que la corrupción hubiera alcanzado a Morales se disipan después de que la protagonista de la telenovela se mostrara como una timadora acostumbrada a declarar en falso e incapaz de demostrar que tuviera un hijo con Morales.

Gabriela Zapata, que está encarcelada, comenzó su malograda carrera de arribista incorporándose a los llamados “trabajadores sociales comunitarios”, un grupo de jóvenes orientados a difundir la revolución con acciones de voluntariado social. Tenía alrededor de 18 años y provenía, a diferencia de la mayor parte de sus compañeros, de la clase media blanca. Allí conoció a Evo Morales, que le llevaba 27 años y, según ella, era “el mayor líder de la historia de Bolivia”. Tuvieron una relación que una amiga de ella intentó presentar como estupro. Sin embargo, según Morales, el amorío comenzó en 2007, cuando la militante socialista ya era mayor de edad.

La relación duró “uno, dos, tres años”, según Morales. Zapata le dijo que habían concebido un hijo, que él accedió a reconocer. Sin ver al niño, que supuestamente estaba enfermo, asistió al registro civil de Cochabamba, firmó un certificado de nacimiento. La supuesta madre presentó allí un documento de “nacido vivo” de una clínica, que después se revelaría como falso. En los meses posteriores pidió al presidente dinero para curar a su hijo y luego le dijo que, pese a sus esfuerzos, este había fallecido.

En febrero de este año, poco antes del referendo sobre la reelección de Morales, el certificado de nacimiento terminó, no se sabe cómo, en manos del periodista Carlos Valverde, quien descubrió que la mujer que aparecía en el documento era la gerente comercial de la empresa china CAMC Engineering, millonaria contratista del Gobierno. Valverde denunció tráfico de influencias. Morales desmintió esta acusación, pero reconociendo que había habido una relación y un hijo fallecido.

Después del referendo, que Morales perdió en parte por la sombra de las sospechas de “tráfico de influencias”, Zapata fue arrestada. Está acusada de haber montado un grupo irregular de presión que conseguía información privilegiada y contactos para empresas no identificadas aún. Zapata ya no era la muchacha guapa y sencilla de nueve años atrás; varias operaciones estéticas habían transformado su cuerpo, llevaba el pelo rubio, vivía en uno de los barrios más lujosos de La Paz, conducía un Mercedes y aparecía en las portadas de la prensa rosa. Su nombre estaba en la agenda personal de varios ministros y personalidades políticas y de la farándula. Ella misma sugirió que se acostaba con algunos de ellos.

Desde la cárcel, Zapata comenzó a hacer gala de sus vínculos con algunas autoridades, pero sin involucrar a Evo. Y terminó afirmando, más bien a regañadientes, que su hijo con el presidente estaba vivo. Morales le llevó ante un juez de familia que acaba de determinar que durante el proceso la mujer había tratado de fingir la existencia del menor. Con ello, se demostró que había engañado al presidente. Es muy improbable, entonces, que éste hubiera estado al tanto de sus actividades. Aunque el caso aún puede afectar a algunos funcionarios de su gobierno, ya no a él.

Así fue como Zapata pasó de ser la “dama que liquidaría al gobierno del MAS” a una noticia de páginas interiores.

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