Brasil, sin presidenta, sin mujeres ministras y con primera dama
El presidente interino, Michel Temer, elige solo a hombres blancos como ministros
Raquel Seco
São Paulo, El País
Era difícil distinguir a Michel Temer este miércoles, en su primer discurso como presidente interino de Brasil. Cercado de otros hombres blancos entre los 40 y los 75 años, como él, el nuevo jefe de Estado anunció públicamente a sus nuevos ministros, que también se le parecían: otros hombres blancos entre los 40 y los 70 años. Ni una sola mujer. Ni un solo negro.
El mismo día, la presidenta recién apartada del poder, Dilma Rousseff, estuvo arropada en su despedida pública por exministros y aliados, hombres y mujeres. Muchos rondaban su edad (68 años) y la mayoría eran blancos, como ella, pero eso no es una novedad tan chocante en Brasil, donde la mitad de los brasileños se declaran negros o mulatos, pero en las elecciones de 2014 solo el 3% de los cargos públicos elegidos lo eran.
La comparación de las dos fotos, Temer rodeado de hombres de traje oscuro, Rousseff de mujeres vestidas de rojo, dio que hablar. “Es un retrato de lo que piensa [el nuevo Gobierno], un retrato de su falta de respeto a la mujer y la falta de compromiso con la cuestión social”, dijo el exministro de la Secretaría de Gobierno, Ricardo Berzoini. “No hay ni una mujer porque el Gobierno golpista no piensa en el 52% de la población”, aseguró la exministra de Políticas para las Mujeres, Eleonora Menicucci, justo después de que Temer cortase 10 ministerios, entre ellos el suyo. “Este es un golpe machista, patriarcal, misógino, capitalista, contra un proyecto de Gobierno de inclusión social. No les gustan los pobres, las mujeres, los negros, los gays, las lesbianas, los indígenas”, añadió. “Aún somos el futuro de la política brasileña y vamos a mostrar nuestro poder en las calles, las urnas, la lucha”, advirtió el colectivo feminista Think Olga.
“Bella, recatada y hogareña”
Es la primera vez en la democracia de Brasil que no hay ni una sola mujer en primera fila del Gobierno, y, por primera vez en seis años, el país tampoco tiene presidenta, pero sí primera dama. Entre los perfiles de Marcela Temer que los medios brasileños publican estos días, el más polémico salió a mediados de abril en la revista Veja. A muchos no le gustó el título, “Bela, recatada e do lar” (Bella, recatada y hogareña), y tampoco el tono, que destacaba que a la exmodelo —quedó, a los 19 años, segunda en el concurso Miss São Paulo—, 43 años menor que el presidente, le gusta usar faldas a la altura de la rodilla y tiene un expeluquero que la compara con Grace Kelly.
Esta primera dama, que previsiblemente seguirá con su perfil discreto, lejos de los focos, sin meterse en política, no podría ser más opuesta a Rousseff. La líder del Partido de los Trabajadores empezó a militar en la extrema izquierda a los 20, aprendió a disparar y montar bombas, sobrevivió a las torturas de la dictadura militar y en su ficha de detenida la policía anotó: “No está arrepentida”. En los actos de apoyo a su Gobierno, los simpatizantes suelen gritarle: “Dilma, guerrera de la patria brasileña”. A mediados de abril, cuando el impeachment ya parecía inevitable, decenas de mujeres se reunieron alrededor del Palacio del Planalto, sede de la presidencia en Brasilia, con flores, para darle un “abrazo colectivo”.
El último día antes de ser apartada de la presidencia, en la Conferencia Nacional de Mujeres, en Brasilia, Rousseff afirmó: “La Historia dirá cuánto de violencia, de prejuicios contra la mujer, hay en este proceso golpista”. El día de su despedida, insistió: “Estoy orgullosa de ser la primera presidenta de Brasil. He honrado los votos que las mujeres me dieron. Nosotras tenemos algo en común: somos dignas”.
Raquel Seco
São Paulo, El País
Era difícil distinguir a Michel Temer este miércoles, en su primer discurso como presidente interino de Brasil. Cercado de otros hombres blancos entre los 40 y los 75 años, como él, el nuevo jefe de Estado anunció públicamente a sus nuevos ministros, que también se le parecían: otros hombres blancos entre los 40 y los 70 años. Ni una sola mujer. Ni un solo negro.
El mismo día, la presidenta recién apartada del poder, Dilma Rousseff, estuvo arropada en su despedida pública por exministros y aliados, hombres y mujeres. Muchos rondaban su edad (68 años) y la mayoría eran blancos, como ella, pero eso no es una novedad tan chocante en Brasil, donde la mitad de los brasileños se declaran negros o mulatos, pero en las elecciones de 2014 solo el 3% de los cargos públicos elegidos lo eran.
La comparación de las dos fotos, Temer rodeado de hombres de traje oscuro, Rousseff de mujeres vestidas de rojo, dio que hablar. “Es un retrato de lo que piensa [el nuevo Gobierno], un retrato de su falta de respeto a la mujer y la falta de compromiso con la cuestión social”, dijo el exministro de la Secretaría de Gobierno, Ricardo Berzoini. “No hay ni una mujer porque el Gobierno golpista no piensa en el 52% de la población”, aseguró la exministra de Políticas para las Mujeres, Eleonora Menicucci, justo después de que Temer cortase 10 ministerios, entre ellos el suyo. “Este es un golpe machista, patriarcal, misógino, capitalista, contra un proyecto de Gobierno de inclusión social. No les gustan los pobres, las mujeres, los negros, los gays, las lesbianas, los indígenas”, añadió. “Aún somos el futuro de la política brasileña y vamos a mostrar nuestro poder en las calles, las urnas, la lucha”, advirtió el colectivo feminista Think Olga.
“Bella, recatada y hogareña”
Es la primera vez en la democracia de Brasil que no hay ni una sola mujer en primera fila del Gobierno, y, por primera vez en seis años, el país tampoco tiene presidenta, pero sí primera dama. Entre los perfiles de Marcela Temer que los medios brasileños publican estos días, el más polémico salió a mediados de abril en la revista Veja. A muchos no le gustó el título, “Bela, recatada e do lar” (Bella, recatada y hogareña), y tampoco el tono, que destacaba que a la exmodelo —quedó, a los 19 años, segunda en el concurso Miss São Paulo—, 43 años menor que el presidente, le gusta usar faldas a la altura de la rodilla y tiene un expeluquero que la compara con Grace Kelly.
Esta primera dama, que previsiblemente seguirá con su perfil discreto, lejos de los focos, sin meterse en política, no podría ser más opuesta a Rousseff. La líder del Partido de los Trabajadores empezó a militar en la extrema izquierda a los 20, aprendió a disparar y montar bombas, sobrevivió a las torturas de la dictadura militar y en su ficha de detenida la policía anotó: “No está arrepentida”. En los actos de apoyo a su Gobierno, los simpatizantes suelen gritarle: “Dilma, guerrera de la patria brasileña”. A mediados de abril, cuando el impeachment ya parecía inevitable, decenas de mujeres se reunieron alrededor del Palacio del Planalto, sede de la presidencia en Brasilia, con flores, para darle un “abrazo colectivo”.
El último día antes de ser apartada de la presidencia, en la Conferencia Nacional de Mujeres, en Brasilia, Rousseff afirmó: “La Historia dirá cuánto de violencia, de prejuicios contra la mujer, hay en este proceso golpista”. El día de su despedida, insistió: “Estoy orgullosa de ser la primera presidenta de Brasil. He honrado los votos que las mujeres me dieron. Nosotras tenemos algo en común: somos dignas”.