Atético de Madrid finalista, creyendo se llega
El Atleti estará en Milán el 28 de mayo después de un partido de sufrimiento extremo ante el Bayern en Múnich. Müller y Torres fallaron dos penaltis (pararon Oblak y Neuer). Griezmann hizo el gol de la clasificación.
Patricia Cazón
Munich, As
Querido Luis, lo primero, perdóname el atrevimiento de escribirte, pero tenía que contártelo, a ti el primero. El Atleti va a jugar su tercera final de Champions, la tercera, Luis, la tercera. Pero eso no es lo mejor, lo mejor es que, para alcanzarla, mató un fantasma, al Bayern, ¿te acuerdas? Pues esa parte de la historia está vencida, Luis, vengada. Simeone se ha encargado. Por vosotros y por ellos. No podía ser otro. “Ha devuelto al Atlético a su lugar en el mundo”, ya lo escribiste tú en el prólogo del Efecto Simeone. Pues eso. En el Allianz costó, y se sufrió, mucho, pero nadie mejor que tú lo sabe: si fuera fácil el Atleti no lo haría. Sé que allá donde estés, sonreirás orgulloso.
Se esperaba lluvia en Múnich y así fue, arreció el equipo de Guardiola desde el minuto uno y ya no pararía en toda la primera parte. La primera gota salió de la bota de Lewansdowski que remató un balón que le cedió Müller y blocó Oblak. Después vino el remate de Ribéry al cielo. La rosca de Vidal. El obús de Lahm. Lluvia y lluvia alemana. Lluvia de todas las partes.
El partido, para el Atlético ya era un sufrimiento interminable. No era el Atleti, Luis, no lo era. Salió como si tuviera miedo. Salió como con el gol de Saúl en la ida fuera suficiente. No presionaba arriba, no tenía el balón y cuando lo tenía, no le duraba. Sólo inquietó a Neuer con dos disparos lejanos de Gabi. Vivía encerrado a los pies de Oblak sin ofrecer nada más que dos disparos lejanos de Gabi.
Entonces llegó el minuto 29, el mismo en el que Hoeness marcó el 1-0 en la final de desempate del 1974 y el Bayern hizo el 1-0. Cruel destino, Luis. Augusto llegó tarde a un balón en la frontal y derribó a Alaba. Çakir pitó la falta y Xabi Alonso la metió.
Cuatro minutos después todo pudo ponerse mucho peor. Giménez quiso llevarse en el bolsillo a Javi Martínez dentro del área y Çakir pitó penalti. Lo paró Oblak. El disparo de Müller y después también el remate de Xabi Alonso en el rechace. Fue un milagro, Luis. Pero, ¿sabes?, estoy segura de que tú estabas detrás.
En el descanso, Simeone cambió el plan. Apostó por la velocidad de Carrasco nada más comenzar. El de Guardiola fue más sencillo. Regar, regar y regar la parte del campo en la que el Bayern atacaba. Entonces pasó, ocurrió. Minuto 53. Cuatro antes de que Gerd Müller hiciera en aquella final repetida del 74 el 2-0, la sentencia, el Atleti le hacía su propia mueca a la historia. Griezmann controló un balón entre Alaba y Javi Martínez y cedió a Torres, que se lo devolvió al primer toque y el francés se escapó. Alaba se quedó pidiendo el fuera de juego y Griezmann se iba para marcar el gol del Atleti con una definición perfecta. El Bayern ya tenía que hacer dos. Lo único que en se momento se escuchaba en el Allianz Arena eran 3.000 gargantas rojiblancas. Y sabes lo que decían, Luis, tu nombre, Luis Aragonessss, infinito, al cielo de Múnich.
El Bayern acusó el golpe. Nervioso, parecía el Atleti de la primera parte. No atinaba. Dejó de encontrar espacios. Los balones en largo no hallaban la cabeza de Lewandowski. Müller no era capaz de ganarle la espalda a la defensa del Atleti. Allá donde uno mirara estaba Carrasco, no Ribéry, y al final de cada jugada trenzada del Bayern, el paraguas del Cholo, Oblak.
Guardiola, superado, apostó por el plan que le cambió el partido ante la Juve, apostó por Coman. Ni un minuto tardó Lewandowski en hacer el 2-1. De cabeza, después de que Vidal devorara a Filipe en el área pequeña para cederle de cabeza. Todo volvía al principio, Luis, todo. El Bayern, una avispa que no dejaba de picar, el Atleti, sitiado. Un gol del Bayern lo hacía finalista. Qué diez minutos tan largos, Luis, qué sufrimiento.
Entonces, volvió a pasar, Luis. Fue en el minuto 82, cuando en 1974 Hoeness marcaba el último del Bayern, el 4-0, en 2016, Javi Martínez le hacía un penalti de Torres fuera del área, pero que el árbitro pitó dentro. Parecía el cierre perfecto de la semifinal. Gol de El Niño. La locura. Pero Torres lo falló. Todo seguía igual. Seguía tocando sufrir. Y fiarse a Oblak porque en ese momento, Luis, ya cada disparo del Bayern era una taquicardia.
La lluvia venía de todas partes. Balones en largo, desde los costados, a la desesperada. Pero Oblak no falló, ni cuando Alaba disparó desde fuera del área ni en los cinco minutos que el árbitro añadió. Era tal el sufrimiento, Luis, que Simeone hasta le arreaba un empujón a Pedro Pablo, el delegado, por no levantar el cartelón del cambio de Koke por Savic. Imagínatelo. Todo envejecimos años, en estos 96 minutos, pero el Atleti aguantó el chaparrón, resistió, y cuando Çakir pitó el final todos éramos 42 años más jóvenes, , incluso aquellos que en 1974 no habíamos nacido.
Ahora, Luis, sólo falta ponerle a esta historia el punto que le faltó entonces, que no se pudo en 2014. La orejona. ¿Imaginas? El Atleti conocerá rival este miércoles, el City o el Madrid. Pero esta será otra historia, la historia de Milán. Aunque una cosa está segura: tú nos enseñaste a ganar, ganar y volver a ganar y, ahora, nosotros nunca de creer.
Patricia Cazón
Munich, As
Querido Luis, lo primero, perdóname el atrevimiento de escribirte, pero tenía que contártelo, a ti el primero. El Atleti va a jugar su tercera final de Champions, la tercera, Luis, la tercera. Pero eso no es lo mejor, lo mejor es que, para alcanzarla, mató un fantasma, al Bayern, ¿te acuerdas? Pues esa parte de la historia está vencida, Luis, vengada. Simeone se ha encargado. Por vosotros y por ellos. No podía ser otro. “Ha devuelto al Atlético a su lugar en el mundo”, ya lo escribiste tú en el prólogo del Efecto Simeone. Pues eso. En el Allianz costó, y se sufrió, mucho, pero nadie mejor que tú lo sabe: si fuera fácil el Atleti no lo haría. Sé que allá donde estés, sonreirás orgulloso.
Se esperaba lluvia en Múnich y así fue, arreció el equipo de Guardiola desde el minuto uno y ya no pararía en toda la primera parte. La primera gota salió de la bota de Lewansdowski que remató un balón que le cedió Müller y blocó Oblak. Después vino el remate de Ribéry al cielo. La rosca de Vidal. El obús de Lahm. Lluvia y lluvia alemana. Lluvia de todas las partes.
El partido, para el Atlético ya era un sufrimiento interminable. No era el Atleti, Luis, no lo era. Salió como si tuviera miedo. Salió como con el gol de Saúl en la ida fuera suficiente. No presionaba arriba, no tenía el balón y cuando lo tenía, no le duraba. Sólo inquietó a Neuer con dos disparos lejanos de Gabi. Vivía encerrado a los pies de Oblak sin ofrecer nada más que dos disparos lejanos de Gabi.
Entonces llegó el minuto 29, el mismo en el que Hoeness marcó el 1-0 en la final de desempate del 1974 y el Bayern hizo el 1-0. Cruel destino, Luis. Augusto llegó tarde a un balón en la frontal y derribó a Alaba. Çakir pitó la falta y Xabi Alonso la metió.
Cuatro minutos después todo pudo ponerse mucho peor. Giménez quiso llevarse en el bolsillo a Javi Martínez dentro del área y Çakir pitó penalti. Lo paró Oblak. El disparo de Müller y después también el remate de Xabi Alonso en el rechace. Fue un milagro, Luis. Pero, ¿sabes?, estoy segura de que tú estabas detrás.
En el descanso, Simeone cambió el plan. Apostó por la velocidad de Carrasco nada más comenzar. El de Guardiola fue más sencillo. Regar, regar y regar la parte del campo en la que el Bayern atacaba. Entonces pasó, ocurrió. Minuto 53. Cuatro antes de que Gerd Müller hiciera en aquella final repetida del 74 el 2-0, la sentencia, el Atleti le hacía su propia mueca a la historia. Griezmann controló un balón entre Alaba y Javi Martínez y cedió a Torres, que se lo devolvió al primer toque y el francés se escapó. Alaba se quedó pidiendo el fuera de juego y Griezmann se iba para marcar el gol del Atleti con una definición perfecta. El Bayern ya tenía que hacer dos. Lo único que en se momento se escuchaba en el Allianz Arena eran 3.000 gargantas rojiblancas. Y sabes lo que decían, Luis, tu nombre, Luis Aragonessss, infinito, al cielo de Múnich.
El Bayern acusó el golpe. Nervioso, parecía el Atleti de la primera parte. No atinaba. Dejó de encontrar espacios. Los balones en largo no hallaban la cabeza de Lewandowski. Müller no era capaz de ganarle la espalda a la defensa del Atleti. Allá donde uno mirara estaba Carrasco, no Ribéry, y al final de cada jugada trenzada del Bayern, el paraguas del Cholo, Oblak.
Guardiola, superado, apostó por el plan que le cambió el partido ante la Juve, apostó por Coman. Ni un minuto tardó Lewandowski en hacer el 2-1. De cabeza, después de que Vidal devorara a Filipe en el área pequeña para cederle de cabeza. Todo volvía al principio, Luis, todo. El Bayern, una avispa que no dejaba de picar, el Atleti, sitiado. Un gol del Bayern lo hacía finalista. Qué diez minutos tan largos, Luis, qué sufrimiento.
Entonces, volvió a pasar, Luis. Fue en el minuto 82, cuando en 1974 Hoeness marcaba el último del Bayern, el 4-0, en 2016, Javi Martínez le hacía un penalti de Torres fuera del área, pero que el árbitro pitó dentro. Parecía el cierre perfecto de la semifinal. Gol de El Niño. La locura. Pero Torres lo falló. Todo seguía igual. Seguía tocando sufrir. Y fiarse a Oblak porque en ese momento, Luis, ya cada disparo del Bayern era una taquicardia.
La lluvia venía de todas partes. Balones en largo, desde los costados, a la desesperada. Pero Oblak no falló, ni cuando Alaba disparó desde fuera del área ni en los cinco minutos que el árbitro añadió. Era tal el sufrimiento, Luis, que Simeone hasta le arreaba un empujón a Pedro Pablo, el delegado, por no levantar el cartelón del cambio de Koke por Savic. Imagínatelo. Todo envejecimos años, en estos 96 minutos, pero el Atleti aguantó el chaparrón, resistió, y cuando Çakir pitó el final todos éramos 42 años más jóvenes, , incluso aquellos que en 1974 no habíamos nacido.
Ahora, Luis, sólo falta ponerle a esta historia el punto que le faltó entonces, que no se pudo en 2014. La orejona. ¿Imaginas? El Atleti conocerá rival este miércoles, el City o el Madrid. Pero esta será otra historia, la historia de Milán. Aunque una cosa está segura: tú nos enseñaste a ganar, ganar y volver a ganar y, ahora, nosotros nunca de creer.