Un poco de Griezmann basta
Un poco de Griezmann basta
Patricia Cazón
Madrid, As
Cuarenta y dos segundos. Eso necesitó Griezmann para volver a meter al Atlético en la lucha por la Liga. Le estaba sacando el Rayo, incómodísimo, una piedra en el zapato, ayer en el Calderón. El francés, tras la batalla del martes ante el Bayern, se había quedado en el banquillo pero su descanso terminó en el 53:55. En el primer balón que tocó hizo el gol. Controló un balón suelto en el área y le pegó con el exterior del pie izquierdo. Así son los cracks. Simeone rezará porque éste, el suyo, nunca se le resfríe.
Griezmann fue lo mejor del Atlético en un partido entre guerras (Bayern y Múnich) en el que sufrió mucho para lograr marcarlo y, una vez marcado, para defenderlo. El Rayo jugó todo el tiempo con la cabeza en una cosa: no descender, no descender, no descender. El Atlético, en la primera parte, no pareció jugar consciente de lo que se jugaba. La Liga, seguir en la lucha. El Madrid había ganado en Anoeta y estaba por encima. Ayudó, quizá, que ayer al principio del partido, nada parecía estar donde debía.
Simeone veía el partido en plano master, desde el palco, con Pablo Vercellone, preparador de porteros muy cerquita de él. En el banco, su lugar lo ocupaba el Mono Burgos, trajeadísimo, y, detrás, Griezmann, Torres, Saúl, Koke, Filipe... Banquillazo. El Cholo hizo siete cambios con respecto al martes. Jugaban muchos no habituales, algunos nada habituales últimamente. Y su equipo lo acusó.
Sin profundidad, sin intensidad, sin ritmo, ese no era el Atlético. Su centro del campo, donde Óliver no terminó de mezclar con Gabi, Kranevitter y Thomas, era un agujero negro y el Rayo dominaba con orden, las líneas juntas y Embarba, un problema constante a la izquierda. Lo bueno para el Atlético era que todo ese dominio rayista se difuminaba al pisar las áreas: la ocasión más clara fue de Embarba que al allí, en vez de disparar, centró... a Gámez.
En el minuto 2 pudo adelantar Correa al Atlético tras un despiste de Amaya, pero su disparo lo sacó Juan Carlos con la la puntita de la manopla. Sólo él, capaz de hacer un sombrero de espuela como quien se aparta el pelo de la cara, ofrecía algo. Desmarques, ocasiones, peligro. Vietto era su cruz. Sigue perdido, mirando a su alrededor sin entender muy bien qué le rodea. Empezó bien pero se fue debilitando a medida que pasaban los minutos y subían los pitidos. Se apagó después de enredarse en rematar una jugada personal que había sido fantástica. Sólo una vez apareció más: se iba con el balón y el árbitro se lo robó. Así es su vida en el Atleti. No le sale nada. No le sale ninguna.
En la segunda parte, Simeone, ya reunido con todos sus hombres en las profundidades del Calderón, cambió la hoja de ruta. Una cosa es Múnich y la Champions y otra, la Liga, también ahí, y de seguir jugando su equipo así, a nada, se escurriría. Es por ello que la primera decisión del Cholo fue que Koke saltara al campo y que Gabi se quedara en el banquillo. El cambio en ese momento no se notó, pero al rato descubrió los dotes de Gabi como entrenador.
El Rayo, mientras, a lo suyo. Jugando a esquivar el descenso en cada balón. Lo intentó Javi Guerra con un remate que despejó Oblak. Rozó Quini el gol con un centro sin ángulo que se convirtió en una parábola que obligó al salto de Oblak. Ahí fue, como si Simeone tuviera un zoom en los ojos, cuando el técnico lo vio: o Griezmann o nada. En el 54’ se le acabó el descanso al francés. En el 55’ había marcado el gol. El Rayo se descompuso mientras Paco discutía con Bebé en el banquillo y tardó unos minutos en espabilarse. Le ayudó el Atlético, despercidiando cada contra que tenía. A veces Torres enviaba el balón al cuerpo del portero. A veces Griezmann elegía mal. Los últimos cinco minutos fueron una lluvia de ocasiones. Y todas visitantes. Golpes de rabia, valientes. Dos disparos de Jozabed con la derecha. Centros constantes de Miku y Embarba, que no dejaba de buscarlo mientras la tele descubría el abracadabra con el que las órdenes del Cholo llegaban al banquillo. No era magia sino dos pinganillos: uno en la oreja de Vercellone, otro en la de Gabi que se levantaba y ordenaba como si fuera el propio Cholo. Hay futuro.
Y Liga. Costó pero se ganó al Rayo. Quedan dos partidos.
Patricia Cazón
Madrid, As
Cuarenta y dos segundos. Eso necesitó Griezmann para volver a meter al Atlético en la lucha por la Liga. Le estaba sacando el Rayo, incómodísimo, una piedra en el zapato, ayer en el Calderón. El francés, tras la batalla del martes ante el Bayern, se había quedado en el banquillo pero su descanso terminó en el 53:55. En el primer balón que tocó hizo el gol. Controló un balón suelto en el área y le pegó con el exterior del pie izquierdo. Así son los cracks. Simeone rezará porque éste, el suyo, nunca se le resfríe.
Griezmann fue lo mejor del Atlético en un partido entre guerras (Bayern y Múnich) en el que sufrió mucho para lograr marcarlo y, una vez marcado, para defenderlo. El Rayo jugó todo el tiempo con la cabeza en una cosa: no descender, no descender, no descender. El Atlético, en la primera parte, no pareció jugar consciente de lo que se jugaba. La Liga, seguir en la lucha. El Madrid había ganado en Anoeta y estaba por encima. Ayudó, quizá, que ayer al principio del partido, nada parecía estar donde debía.
Simeone veía el partido en plano master, desde el palco, con Pablo Vercellone, preparador de porteros muy cerquita de él. En el banco, su lugar lo ocupaba el Mono Burgos, trajeadísimo, y, detrás, Griezmann, Torres, Saúl, Koke, Filipe... Banquillazo. El Cholo hizo siete cambios con respecto al martes. Jugaban muchos no habituales, algunos nada habituales últimamente. Y su equipo lo acusó.
Sin profundidad, sin intensidad, sin ritmo, ese no era el Atlético. Su centro del campo, donde Óliver no terminó de mezclar con Gabi, Kranevitter y Thomas, era un agujero negro y el Rayo dominaba con orden, las líneas juntas y Embarba, un problema constante a la izquierda. Lo bueno para el Atlético era que todo ese dominio rayista se difuminaba al pisar las áreas: la ocasión más clara fue de Embarba que al allí, en vez de disparar, centró... a Gámez.
En el minuto 2 pudo adelantar Correa al Atlético tras un despiste de Amaya, pero su disparo lo sacó Juan Carlos con la la puntita de la manopla. Sólo él, capaz de hacer un sombrero de espuela como quien se aparta el pelo de la cara, ofrecía algo. Desmarques, ocasiones, peligro. Vietto era su cruz. Sigue perdido, mirando a su alrededor sin entender muy bien qué le rodea. Empezó bien pero se fue debilitando a medida que pasaban los minutos y subían los pitidos. Se apagó después de enredarse en rematar una jugada personal que había sido fantástica. Sólo una vez apareció más: se iba con el balón y el árbitro se lo robó. Así es su vida en el Atleti. No le sale nada. No le sale ninguna.
En la segunda parte, Simeone, ya reunido con todos sus hombres en las profundidades del Calderón, cambió la hoja de ruta. Una cosa es Múnich y la Champions y otra, la Liga, también ahí, y de seguir jugando su equipo así, a nada, se escurriría. Es por ello que la primera decisión del Cholo fue que Koke saltara al campo y que Gabi se quedara en el banquillo. El cambio en ese momento no se notó, pero al rato descubrió los dotes de Gabi como entrenador.
El Rayo, mientras, a lo suyo. Jugando a esquivar el descenso en cada balón. Lo intentó Javi Guerra con un remate que despejó Oblak. Rozó Quini el gol con un centro sin ángulo que se convirtió en una parábola que obligó al salto de Oblak. Ahí fue, como si Simeone tuviera un zoom en los ojos, cuando el técnico lo vio: o Griezmann o nada. En el 54’ se le acabó el descanso al francés. En el 55’ había marcado el gol. El Rayo se descompuso mientras Paco discutía con Bebé en el banquillo y tardó unos minutos en espabilarse. Le ayudó el Atlético, despercidiando cada contra que tenía. A veces Torres enviaba el balón al cuerpo del portero. A veces Griezmann elegía mal. Los últimos cinco minutos fueron una lluvia de ocasiones. Y todas visitantes. Golpes de rabia, valientes. Dos disparos de Jozabed con la derecha. Centros constantes de Miku y Embarba, que no dejaba de buscarlo mientras la tele descubría el abracadabra con el que las órdenes del Cholo llegaban al banquillo. No era magia sino dos pinganillos: uno en la oreja de Vercellone, otro en la de Gabi que se levantaba y ordenaba como si fuera el propio Cholo. Hay futuro.
Y Liga. Costó pero se ganó al Rayo. Quedan dos partidos.