Pelé en la delantera de los cinco dieces (1970)

Alfredo Relaño
As
Brasil estaba concentrado para disputar unos amistosos preparatorios del Mundial de México. Tres días antes había jugado un encuentro, el último en que lo dirigió João Saldanha, un personaje un tanto polémico, que había sido anteriormente periodista. No era muy bien aceptado ni por los jugadores ni por el gran público, pero tenía el respaldo de los dirigentes… hasta ese partido. Porque João Saldanha, que tenía el puesto número diez bien cubierto con jugadores como Rivelino, de tremendo disparo, o Gerson, gran chutador, o incluso Tostão, que podía alternar este puesto con el de delantero centro, estaba decidido a apartar a Pelé. O Rei tenía todavía una muy buena edad, veintinueve años, pero las dos últimas temporadas no habían sido demasiado buenas. El Santos explotaba su figura en continuas giras que le tenían agotado y le dejaban poco tiempo para recuperarse de las lesiones. Pelé era golpeadísimo en todos los partidos que jugaba, falto, como estaba, de la protección de las tarjetas amarillas, que no aparecieron hasta 1970. Saldanha sostenía además que Pelé tenía la vista deteriorada.


Así que el día 26, en el amistoso de preparación que se disputaba en São Paulo frente a Bulgaria, Saldanha decidió dejar como suplente a Pelé, que empezó el partido en el banquillo. Jugó, sí, un rato en la segunda parte, en la que salió ¡con el trece a la espalda! para reemplazar a Tostão. El partido acaba en empate a cero. Aquello fue mucho. Ver a Pelé con el trece era más de lo que podía soportar Brasil, y cayó Saldanha. Le reemplazó Zagallo, que había hecho ala con Pelé muchas veces en la selección nacional, entre otras, en dos mundiales ganados, el de 1958 y el de 1962, si bien en este último Pelé se lesionó y solo pudo jugar los dos primeros partidos de la fase de grupo.

Zagallo, que no quería líos, pidió a los jugadores que la solución saliera de ellos mismos. Esa tarde del día 29 tenían que jugar contra Austria, esta vez en Río. La concentración era en el hotel Das Palmeiras, de Río. En la habitación de Pelé se reúnen los mandamases del grupo: Clodoaldo, Gerson, Tostão y Rivelino, más el propio Pelé. Clodoaldo, que era el tipo de más personalidad del grupo, y los cuatro dieces. El acuerdo es que jueguen todos. Rivelino será extremo izquierda, Gerson interior derecha, Tostão delantero centro, y el diez es, claro, para O Rei. El otro puesto de la delantera será para Jairzinho, extremo derecha puro, aunque había empezado también de diez, y acabó su carrera también como diez, ya veterano. Por eso con los años se conocerá como «la delantera de los cinco dieces ». Brasil sale ante Austria con Pelé rehabilitado, en posesión de su número diez, y gana, uno a cero, con gol de Rivelino. La situación está restablecida.

Luego, en México, será un festival. Con su delantera de tantos dieces, Brasil saca un diez. Gana el campeonato venciendo en todos los partidos, todos juegan bien, Pelé hace algunas de las maravillas más sonadas de su carrera y en la final marca el primer gol y da el último. El planeta entero asiste embelesado al juego de este equipo, el mejor de un campeonato hermoso que vino a redimir las malas sensaciones que dejó el anterior, el de 1966, Mundial defensivo, duro, gazpachado por los árbitros y resuelto por un gol fantasma que no entró. Brasil, con Pelé a la cabeza, redimió el fútbol.

Y la foto del Pelé con el número trece quedó para la historia universal del absurdo.

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