La receta uruguaya antidepresión
Lidera al Barça con cuatro goles y tres pases a Rakitic, Messi y Neymar y cierra la hemorragia. Bartra se unió a la fiesta. El Depor perdonó con 0-1 y luego hizo el ridículo.
A Coruña, As
Deportivo 0-8 Barcelona | Aferrados a la receta uruguaya de Luis Suárez , el Barcelona encendió la luz en la Liga y aplastó al Deportivo por 0-8 dando un puñetazo sobre la mesa y proclamando a los cuatro vientos que, no estaban muertos, como mucho (y sin segundas lecturas) estaban de parranda.
La receta a la que se remitió el equipo catalán fue la de los goleadores de toda la vida. La que definió en su día Ruud van Nistelrooy, que dijo eso de que “los goles son como el bote de Kepchup, hay un día en el que por mucho que agites el bote no sale nada, pero cuando sale, lo hace a borbotones”. Fue eso exactamente lo que pasó al Barcelona, que después de pasarse cuatro jornadas de Liga chocando contra muros defensivos y porteros que parecían titanes, a la que descorchó la botella, los goles cayeron en cascada.
En Riazor, el equipo de Luis Enrique no jugó mejor que hace tres días en su campo ante el Valencia. En defensa siguieron mostrando dudas y no hubo una velocidad de pelota vertiginosa, pero hubo acierto. Y rabia. Y eso fue queroseno para el motor de un equipo que se miraba y no se reconocía.
Luis Enrique, tal y como advirtió en la previa, no tocó ni un pelo más de lo necesario de la alineación que perdió ante el Valencia. Regreso Alves en el lugar de Sergi Roberto, mientras que el sancionado Piqué dejó su puesto a un Bartra que lo bordó. Realmente, es complicado entender el ostracismo al que se le ha sometido al central internacional en lo que va de temporada, pero eso es un debate que hoy no toca.
Con el once de siempre, el Barcelona se comió al Deportivo por los pies de principio a fin. Y eso que el encuentro comenzó con una muy buena parada de Manu a un contragolpe de Messi que en lo que suponía para las mentes más tremendistas de los aficionados culés, que son una gran proporción, una declaración de intenciones de lo que iba a ser el partido. Pero fue un espejismo. A partir de ahí, Manu vivió una tortura inacabable, cuyo causante tiene nombre y apellido: Luis Suárez.
El uruguayo fue definitivo. Un liquidador en grado sumo y un delantero generoso en el juego y en el esfuerzo. Marcó cuatro goles, lo que le vuelve a meter en la lucha por el Pichichi contra Cristiano Ronaldo y, por encima de todo, sacudió la ansiedad de un equipo que necesitaba darse un homenaje catártico. El delantero barcelonista fue el chamán de la ceremonia de purificación que se llevó a cabo entre una defensa del Deportivo absolutamente devastada.
La primera parte acabó con 0-2, los dos del uruguayo, que pudo haber cometido falta en el primero pero que se compensa con un penalti que le hizo Laure y que no le señalaron. Fue un primer tiempo de más goles que buenas sensaciones, porque en la retaguardia, el Barça seguía con temblores. En la segunda parte, a partir del gol de Rakitic nada más reiniciarse el juego, el Barcelona reventó a los locales.
El duelo se convirtió ya en un ejercicio de rehabilitación en la que Messi se hartó a dar asistencias y logró ver portería de nuevo y en el que un Neymar tan valiente como desacertado a lo largo del encuentro volvió a marcar en un exorcismo en el que le acompañó Bartra con un tanto sensacional.
Mientras haya un uruguayo como Suárez en el grupo, no del a un equipo por muerto. Tal como se fue la luz ha vuelto y parece que brilla más que antes.
A Coruña, As
Deportivo 0-8 Barcelona | Aferrados a la receta uruguaya de Luis Suárez , el Barcelona encendió la luz en la Liga y aplastó al Deportivo por 0-8 dando un puñetazo sobre la mesa y proclamando a los cuatro vientos que, no estaban muertos, como mucho (y sin segundas lecturas) estaban de parranda.
La receta a la que se remitió el equipo catalán fue la de los goleadores de toda la vida. La que definió en su día Ruud van Nistelrooy, que dijo eso de que “los goles son como el bote de Kepchup, hay un día en el que por mucho que agites el bote no sale nada, pero cuando sale, lo hace a borbotones”. Fue eso exactamente lo que pasó al Barcelona, que después de pasarse cuatro jornadas de Liga chocando contra muros defensivos y porteros que parecían titanes, a la que descorchó la botella, los goles cayeron en cascada.
En Riazor, el equipo de Luis Enrique no jugó mejor que hace tres días en su campo ante el Valencia. En defensa siguieron mostrando dudas y no hubo una velocidad de pelota vertiginosa, pero hubo acierto. Y rabia. Y eso fue queroseno para el motor de un equipo que se miraba y no se reconocía.
Luis Enrique, tal y como advirtió en la previa, no tocó ni un pelo más de lo necesario de la alineación que perdió ante el Valencia. Regreso Alves en el lugar de Sergi Roberto, mientras que el sancionado Piqué dejó su puesto a un Bartra que lo bordó. Realmente, es complicado entender el ostracismo al que se le ha sometido al central internacional en lo que va de temporada, pero eso es un debate que hoy no toca.
Con el once de siempre, el Barcelona se comió al Deportivo por los pies de principio a fin. Y eso que el encuentro comenzó con una muy buena parada de Manu a un contragolpe de Messi que en lo que suponía para las mentes más tremendistas de los aficionados culés, que son una gran proporción, una declaración de intenciones de lo que iba a ser el partido. Pero fue un espejismo. A partir de ahí, Manu vivió una tortura inacabable, cuyo causante tiene nombre y apellido: Luis Suárez.
El uruguayo fue definitivo. Un liquidador en grado sumo y un delantero generoso en el juego y en el esfuerzo. Marcó cuatro goles, lo que le vuelve a meter en la lucha por el Pichichi contra Cristiano Ronaldo y, por encima de todo, sacudió la ansiedad de un equipo que necesitaba darse un homenaje catártico. El delantero barcelonista fue el chamán de la ceremonia de purificación que se llevó a cabo entre una defensa del Deportivo absolutamente devastada.
La primera parte acabó con 0-2, los dos del uruguayo, que pudo haber cometido falta en el primero pero que se compensa con un penalti que le hizo Laure y que no le señalaron. Fue un primer tiempo de más goles que buenas sensaciones, porque en la retaguardia, el Barça seguía con temblores. En la segunda parte, a partir del gol de Rakitic nada más reiniciarse el juego, el Barcelona reventó a los locales.
El duelo se convirtió ya en un ejercicio de rehabilitación en la que Messi se hartó a dar asistencias y logró ver portería de nuevo y en el que un Neymar tan valiente como desacertado a lo largo del encuentro volvió a marcar en un exorcismo en el que le acompañó Bartra con un tanto sensacional.
Mientras haya un uruguayo como Suárez en el grupo, no del a un equipo por muerto. Tal como se fue la luz ha vuelto y parece que brilla más que antes.