Italia vive un repunte de llegadas de africanos y teme un nuevo éxodo sirio
El bloqueo de la ruta balcánica vuelve a hacer atractiva la travesía del canal de Sicilia, con 18.000 inmigrantes llegados en el primer trimestre de 2016
Pablo Ordaz
Roma, El País
Durante el año 2014, más de 42.000 sirios llegaron a Italia desde las costas de Libia. Desde entonces, el flujo fue decayendo porque las víctimas de la guerra en Siria optaron por una vía más segura para alcanzar Europa, a través de Turquía. Pero ahora, tras el cierre de la ruta balcánica, los teléfonos de los sirios que llegaron a Italia en 2014 han vuelto a sonar y la sensación que hay en Sicilia es que el nuevo éxodo está a punto de llegar. A la vez, la llegada a Italia de inmigrantes africanos repunta, con más de 18.000 llegadas en el primer trimestre, casi el doble que en el mismo periodo de 2015.
Según Emiliano Abramo, el portavoz de la comunidad de San Egidio en Sicilia, los sirios están intentando reabrir la ruta que los traía a Europa a través de Libia y el canal de Sicilia. Una opción mucho más peligrosa, a merced de la voracidad de los traficantes y de los naufragios en el Mediterráneo, pero mejor que la de quedar sepultados entre la espada de la guerra y el muro cada vez más alto que levanta Europa.
Por el momento los migrantes que siguen llegando a Sicilia proceden en su gran mayoría del área subsahariana y del cuerno de África. Solo ayer la Marina desembarcó en el puerto de Reggio Calabria a 558 migrantes. Los datos aportados recientemente a Naciones Unidas por el ministro italiano de Exteriores, Paolo Gentiloni, no apuntan que se haya registrado todavía la llegada de sirios, iraquíes o afganos. Según explicó a Efe Barbara Molinario, portavoz de Acnur (la agencia de la ONU para los refugiados), aún es demasiado pronto para saber si el acuerdo entre la UE y Turquía repercutirá en la llegada de migrantes a Italia, pero lo más probable es que sí, “pues estas personas que se encuentran atrapadas en varios países no pueden volver a casa y buscarán otros caminos”.
El presidente del Consejo europeo, el polaco Donald Tusk, calificó por su parte de “alarmante” el número de personas que desean cruzar el Mediterráneo desde Libia. “En los Balcanes actuamos demasiado tarde y hubo que cerrar fronteras interiores, por eso es necesario cooperar con Italia y Malta, para evitar que este escenario se repita”, dijo.
El problema es que los 270.000 migrantes que, según las previsiones, llegarán a Italia durante 2016 se encontrarán un triste panorama. Según un informe reciente de Médicos sin Fronteras (MSF), alrededor de 10.000 refugiados y solicitantes de asilo están viviendo en Italia en condiciones precarias, fuera del sistema de recepción, sin asistencia y con un acceso limitado a la atención médica. Según Loris De Filippi, presidente de MSF en Italia, “se trata de una población invisible, cuya existencia es ignorada o simplemente tolerada por las autoridades”. Y añade: “Las autoridades fracasan a la hora de tener en cuenta su vulnerabilidad y, en lugar de proporcionarles soluciones, reaccionan con desalojos forzosos. Diez mil personas son un número pequeño en comparación con los llegados en los últimos dos años. Sin embargo, buena parte de las 100.000 personas que están en el sistema de recepción así como quienes lleguen en los próximos meses podrían compartir pronto este futuro de marginación, lo que resulta completamente inaceptable en un país como Italia”.
Otra de las preocupaciones que apuntan las organizaciones de ayuda es la gestión de la inmigración propiamente dicha. Si bien los esfuerzos para rescatarlos en el mar y ofrecerles primera asistencia son encomiables, a partir de ahí todo se complica. Acnur apunta que, mientras que en Grecia el 90% de los inmigrantes obtiene el estatus de refugiado, en Italia es necesario un arduo trabajo para verificar las nacionalidades de aquellos con derecho a asilo, como los eritreos, somalíes o sudaneses. Casi todos son considerados inmigrantes económicos y por tanto no tienen ningún tipo de protección internacional ni entran en ningún acuerdo de reubicación. Hasta hace unos meses esto no suponía un gran problema porque la mayoría seguía su camino hacia el norte, atravesando sin grandes problemas las fronteras de Austria o Francia. Ahora la situación ha cambiado de forma radical. La imagen de Italia como el cuello de una botella bien tapada amenaza con convertirse en la dramática realidad para quienes, a través del canal de Sicilia, intentan escapar del hambre o de la guerra.
Pablo Ordaz
Roma, El País
Durante el año 2014, más de 42.000 sirios llegaron a Italia desde las costas de Libia. Desde entonces, el flujo fue decayendo porque las víctimas de la guerra en Siria optaron por una vía más segura para alcanzar Europa, a través de Turquía. Pero ahora, tras el cierre de la ruta balcánica, los teléfonos de los sirios que llegaron a Italia en 2014 han vuelto a sonar y la sensación que hay en Sicilia es que el nuevo éxodo está a punto de llegar. A la vez, la llegada a Italia de inmigrantes africanos repunta, con más de 18.000 llegadas en el primer trimestre, casi el doble que en el mismo periodo de 2015.
Según Emiliano Abramo, el portavoz de la comunidad de San Egidio en Sicilia, los sirios están intentando reabrir la ruta que los traía a Europa a través de Libia y el canal de Sicilia. Una opción mucho más peligrosa, a merced de la voracidad de los traficantes y de los naufragios en el Mediterráneo, pero mejor que la de quedar sepultados entre la espada de la guerra y el muro cada vez más alto que levanta Europa.
Por el momento los migrantes que siguen llegando a Sicilia proceden en su gran mayoría del área subsahariana y del cuerno de África. Solo ayer la Marina desembarcó en el puerto de Reggio Calabria a 558 migrantes. Los datos aportados recientemente a Naciones Unidas por el ministro italiano de Exteriores, Paolo Gentiloni, no apuntan que se haya registrado todavía la llegada de sirios, iraquíes o afganos. Según explicó a Efe Barbara Molinario, portavoz de Acnur (la agencia de la ONU para los refugiados), aún es demasiado pronto para saber si el acuerdo entre la UE y Turquía repercutirá en la llegada de migrantes a Italia, pero lo más probable es que sí, “pues estas personas que se encuentran atrapadas en varios países no pueden volver a casa y buscarán otros caminos”.
El presidente del Consejo europeo, el polaco Donald Tusk, calificó por su parte de “alarmante” el número de personas que desean cruzar el Mediterráneo desde Libia. “En los Balcanes actuamos demasiado tarde y hubo que cerrar fronteras interiores, por eso es necesario cooperar con Italia y Malta, para evitar que este escenario se repita”, dijo.
El problema es que los 270.000 migrantes que, según las previsiones, llegarán a Italia durante 2016 se encontrarán un triste panorama. Según un informe reciente de Médicos sin Fronteras (MSF), alrededor de 10.000 refugiados y solicitantes de asilo están viviendo en Italia en condiciones precarias, fuera del sistema de recepción, sin asistencia y con un acceso limitado a la atención médica. Según Loris De Filippi, presidente de MSF en Italia, “se trata de una población invisible, cuya existencia es ignorada o simplemente tolerada por las autoridades”. Y añade: “Las autoridades fracasan a la hora de tener en cuenta su vulnerabilidad y, en lugar de proporcionarles soluciones, reaccionan con desalojos forzosos. Diez mil personas son un número pequeño en comparación con los llegados en los últimos dos años. Sin embargo, buena parte de las 100.000 personas que están en el sistema de recepción así como quienes lleguen en los próximos meses podrían compartir pronto este futuro de marginación, lo que resulta completamente inaceptable en un país como Italia”.
Otra de las preocupaciones que apuntan las organizaciones de ayuda es la gestión de la inmigración propiamente dicha. Si bien los esfuerzos para rescatarlos en el mar y ofrecerles primera asistencia son encomiables, a partir de ahí todo se complica. Acnur apunta que, mientras que en Grecia el 90% de los inmigrantes obtiene el estatus de refugiado, en Italia es necesario un arduo trabajo para verificar las nacionalidades de aquellos con derecho a asilo, como los eritreos, somalíes o sudaneses. Casi todos son considerados inmigrantes económicos y por tanto no tienen ningún tipo de protección internacional ni entran en ningún acuerdo de reubicación. Hasta hace unos meses esto no suponía un gran problema porque la mayoría seguía su camino hacia el norte, atravesando sin grandes problemas las fronteras de Austria o Francia. Ahora la situación ha cambiado de forma radical. La imagen de Italia como el cuello de una botella bien tapada amenaza con convertirse en la dramática realidad para quienes, a través del canal de Sicilia, intentan escapar del hambre o de la guerra.