El movimiento de los indignados toma fuerza en Francia
La ocupación de la plaza de la República, que surgió tras las protestas contra la reforma laboral, cumple una semana
Ana Teruel
París, El País
Solo los más optimistas esperaban aguantar tanto. Los indignados de París, reunidos en torno al lema #NuitDebout (noche en pie), han cumplido ya más de una semana ocupando la simbólica plaza de la República de París. Aquí vinieron el pasado jueves 31 de marzo después de la manifestación contra la reforma laboral con el mensaje de que no regresaban a casa porque la lucha no había finalizado. Desde entonces, se reúnen cada tarde hasta entrada la noche y algunos se quedan acampando de forma simbólica. De unos escasos centenares han pasado a ser más de 2.000 asiduos en las asambleas ciudadanas, inspiradas en las del 15-M español.
Ahora, todas sus fuerzas están puestas en la jornada del sábado. Los sindicatos de estudiantes, la Confederación General de Trabajadores (CGT) y Fuerzas Obreras (FO) han convocado para mañana una nueva manifestación contra la reforma, que ha servido para cristalizar las reivindicaciones del movimiento todavía en formación. Al acabar la manifestación, la NuitDebout llama a acudir en masa a la plaza, donde tienen autorización para permanecer hasta el domingo por la noche. En paralelo, convocan a toda Europa a unirse a la iniciativa. Otras ciudades francesas, como Toulouse, Nantes o Marsella ya se han sumado.
El movimiento #NuitDebout nació el 31 de marzo, tras una gran manifestación contra la reforma laboral. Por eso, según el calendario de los indignados, este viernes es 39 de marzo. Sin embargo, su germen organizativo se remonta al pasado 23 de febrero, a una jornada convocada en torno a la película documental Merci Patron (Gracias jefe) del periodista militante François Ruffin. “Nos dimos cuenta que todos luchábamos cada uno por separado. Nació la idea de unir los combates. La reforma laboral, que supone más precariedad para los trabajadores, ha sido la gota que ha colmado el vaso. Lo que queremos es cambiar el sistema”, explica Sophie Tissier, del colectivo Convergence des Luttes (Convergencia de las Luchas), creado tras aquella reunión y que convocó la quedada en la plaza de la República. “Fue un momento mágico, sentí que estaba naciendo algo, que hacíamos Política con mayúscula”, añade esta joven ayudante de cámara.
El movimiento se reclama horizontal, desvinculado de toda formación política y sin ningún líder destacado, aunque se van imponiendo algunas figuras, como el economista y filósofo Frederic Lordon. Desde el principio, recibe el apoyo de la conocida asociación Droit Au Logement (Derecho a una vivienda), muy activa en la lucha contra los desahucios. Fue una de las tres organizaciones que presentaron la primera petición de ocupación de la plaza, junto al colectivo altermundialista Attac y el sindicato SUD Solidaires.
En la plaza de la República de París, la asamblea diaria se celebra a las 18h en la esquina sureste de la explanada. Mientras, a medida que pasan los días, la mitad norte se va llenando de lonas donde instalan desde una “cantina rebelde” hasta la editorial alternativa Libertalia. En la caseta de acogida y bienvenida, unas pizarras recogen las diferentes “iniciativas colectivas” y “convergencias de luchas” del día, como la reunión de la comisión “voto en blanco” y las acciones puntuales previstas en diferentes lugares de la capital. Al lado, una gran carpa con un letrero de Refugees Welcome espera la llegada del grupo de refugiados sudaneses que se acerca habitualmente a última hora de la noche.
Desde el miércoles, se ha puesto en marcha la radio del movimiento, que se puede seguir en Internet y que da voz a los ciudadanos que se acercan a la plaza. El jueves por la tarde se ha sumado la televisión, con la misma idea. Un sofá blanco y un cartel de cartón, con las letras TV DEBOUT en hueco de fondo, sirven de plató donde llegan a expresarse diferentes colectivos. Desde el principio, las asambleas se transmiten en directo en la Red a través de la aplicación Periscope, donde las siguen decenas de miles de personas que no pueden acercarse a la plaza.
Al margen de la asamblea principal, las comisiones que se van creado a diario organizan sus propios debates a escala más pequeña en diferentes esquinas de la plaza. A medida que se hace de noche, la reunión toma aires de fiesta, con la música de tambores en una parte y charanga en otra. Los vendedores de comida ambulantes aprovechan la concentración para traer sus camiones. Cada madrugada, los voluntarios presentes tienen que desmontar las tiendas para dejar a los equipos del Ayuntamiento limpiar la plaza. A medida que va pasando el día, se van volviendo a colocar una tras otra.
La reforma laboral ha servido de catalizador para los indignados de París, pero las preocupaciones expresadas en la plaza abarcan mucho más: el estado de excepción, decretado en Francia tras los atentados yihadistas del 13 de noviembre —todavía en vigor—, la falta de solidaridad con los refugiados, la denuncia del discurso del miedo del poder político y la crítica al sistema capitalista y la economía liberal en general. “Tenemos que cambiar de modelo y de sistema, reconstruirlo todo a nivel local”, resume así Vanya, joven franco-búlgara que acude cada día a la plaza junto a su marido Samuel.
Algunos políticos de izquierda se han acercado también a lo largo de la semana. Unos lo han hecho de incógnito (caso del primer secretario socialista, Jean-Christophe Cambadélis), otros han tomado la palabra (como el secretario nacional del partido comunista, Pierre Laurent), pero todos han acudido como simples ciudadanos y no como representantes de una fuerza política, según aseguran los organizadores. El movimiento ha recibido también el apoyo explícito de Podemos y reciben consejos de miembros del grupo en París, aunque aseguran también hacerlo independientemente de las etiquetas y como simples ciudadanos.
“Este movimiento en Francia tenía que ocurrir porque se reúnen todas las condiciones”, asegura el joven sociólogo Geoffrey Pleyers, investigador de la universidad belga de Louvain, que sigue de cerca este tipo de protestas. “Primero, hay un Gobierno de izquierdas que pone en marcha medidas de derechas. Luego, está muy presente el tema de la preocupación por el futuro de los jóvenes”, añade. “Además, esto es una ciudad global, la gente que vivió el 15-M está muy presente y hay sed de aprender de ellos”, añade.
“La suerte que tenemos es que podemos ser más inteligentes gracias a la experiencia de España, a las redes sociales y a Internet”, confirma Raphaël Millon, profesor de deporte de 45 años. “Nos dan muchos consejos los españoles, como no eternizar las asambleas. Sobre todo, tenemos que exportar el movimiento fuera de la plaza de la República, a nivel de barrios, para implicar a la gente. Eso es muy importante”, añade. “Lo que pase ahora dependerá de la respuesta de las instituciones y de si consiguen salir de República”, confirma Arantxa, antigua del 15-M, que ayuda a nivel personal. “Eso va a llevar un tiempo, no ocurre de la noche a la mañana”, concluye.
París, El País
Solo los más optimistas esperaban aguantar tanto. Los indignados de París, reunidos en torno al lema #NuitDebout (noche en pie), han cumplido ya más de una semana ocupando la simbólica plaza de la República de París. Aquí vinieron el pasado jueves 31 de marzo después de la manifestación contra la reforma laboral con el mensaje de que no regresaban a casa porque la lucha no había finalizado. Desde entonces, se reúnen cada tarde hasta entrada la noche y algunos se quedan acampando de forma simbólica. De unos escasos centenares han pasado a ser más de 2.000 asiduos en las asambleas ciudadanas, inspiradas en las del 15-M español.
Ahora, todas sus fuerzas están puestas en la jornada del sábado. Los sindicatos de estudiantes, la Confederación General de Trabajadores (CGT) y Fuerzas Obreras (FO) han convocado para mañana una nueva manifestación contra la reforma, que ha servido para cristalizar las reivindicaciones del movimiento todavía en formación. Al acabar la manifestación, la NuitDebout llama a acudir en masa a la plaza, donde tienen autorización para permanecer hasta el domingo por la noche. En paralelo, convocan a toda Europa a unirse a la iniciativa. Otras ciudades francesas, como Toulouse, Nantes o Marsella ya se han sumado.
El movimiento #NuitDebout nació el 31 de marzo, tras una gran manifestación contra la reforma laboral. Por eso, según el calendario de los indignados, este viernes es 39 de marzo. Sin embargo, su germen organizativo se remonta al pasado 23 de febrero, a una jornada convocada en torno a la película documental Merci Patron (Gracias jefe) del periodista militante François Ruffin. “Nos dimos cuenta que todos luchábamos cada uno por separado. Nació la idea de unir los combates. La reforma laboral, que supone más precariedad para los trabajadores, ha sido la gota que ha colmado el vaso. Lo que queremos es cambiar el sistema”, explica Sophie Tissier, del colectivo Convergence des Luttes (Convergencia de las Luchas), creado tras aquella reunión y que convocó la quedada en la plaza de la República. “Fue un momento mágico, sentí que estaba naciendo algo, que hacíamos Política con mayúscula”, añade esta joven ayudante de cámara.
El movimiento se reclama horizontal, desvinculado de toda formación política y sin ningún líder destacado, aunque se van imponiendo algunas figuras, como el economista y filósofo Frederic Lordon. Desde el principio, recibe el apoyo de la conocida asociación Droit Au Logement (Derecho a una vivienda), muy activa en la lucha contra los desahucios. Fue una de las tres organizaciones que presentaron la primera petición de ocupación de la plaza, junto al colectivo altermundialista Attac y el sindicato SUD Solidaires.
En la plaza de la República de París, la asamblea diaria se celebra a las 18h en la esquina sureste de la explanada. Mientras, a medida que pasan los días, la mitad norte se va llenando de lonas donde instalan desde una “cantina rebelde” hasta la editorial alternativa Libertalia. En la caseta de acogida y bienvenida, unas pizarras recogen las diferentes “iniciativas colectivas” y “convergencias de luchas” del día, como la reunión de la comisión “voto en blanco” y las acciones puntuales previstas en diferentes lugares de la capital. Al lado, una gran carpa con un letrero de Refugees Welcome espera la llegada del grupo de refugiados sudaneses que se acerca habitualmente a última hora de la noche.
Desde el miércoles, se ha puesto en marcha la radio del movimiento, que se puede seguir en Internet y que da voz a los ciudadanos que se acercan a la plaza. El jueves por la tarde se ha sumado la televisión, con la misma idea. Un sofá blanco y un cartel de cartón, con las letras TV DEBOUT en hueco de fondo, sirven de plató donde llegan a expresarse diferentes colectivos. Desde el principio, las asambleas se transmiten en directo en la Red a través de la aplicación Periscope, donde las siguen decenas de miles de personas que no pueden acercarse a la plaza.
Al margen de la asamblea principal, las comisiones que se van creado a diario organizan sus propios debates a escala más pequeña en diferentes esquinas de la plaza. A medida que se hace de noche, la reunión toma aires de fiesta, con la música de tambores en una parte y charanga en otra. Los vendedores de comida ambulantes aprovechan la concentración para traer sus camiones. Cada madrugada, los voluntarios presentes tienen que desmontar las tiendas para dejar a los equipos del Ayuntamiento limpiar la plaza. A medida que va pasando el día, se van volviendo a colocar una tras otra.
La reforma laboral ha servido de catalizador para los indignados de París, pero las preocupaciones expresadas en la plaza abarcan mucho más: el estado de excepción, decretado en Francia tras los atentados yihadistas del 13 de noviembre —todavía en vigor—, la falta de solidaridad con los refugiados, la denuncia del discurso del miedo del poder político y la crítica al sistema capitalista y la economía liberal en general. “Tenemos que cambiar de modelo y de sistema, reconstruirlo todo a nivel local”, resume así Vanya, joven franco-búlgara que acude cada día a la plaza junto a su marido Samuel.
Algunos políticos de izquierda se han acercado también a lo largo de la semana. Unos lo han hecho de incógnito (caso del primer secretario socialista, Jean-Christophe Cambadélis), otros han tomado la palabra (como el secretario nacional del partido comunista, Pierre Laurent), pero todos han acudido como simples ciudadanos y no como representantes de una fuerza política, según aseguran los organizadores. El movimiento ha recibido también el apoyo explícito de Podemos y reciben consejos de miembros del grupo en París, aunque aseguran también hacerlo independientemente de las etiquetas y como simples ciudadanos.
“Este movimiento en Francia tenía que ocurrir porque se reúnen todas las condiciones”, asegura el joven sociólogo Geoffrey Pleyers, investigador de la universidad belga de Louvain, que sigue de cerca este tipo de protestas. “Primero, hay un Gobierno de izquierdas que pone en marcha medidas de derechas. Luego, está muy presente el tema de la preocupación por el futuro de los jóvenes”, añade. “Además, esto es una ciudad global, la gente que vivió el 15-M está muy presente y hay sed de aprender de ellos”, añade.
“La suerte que tenemos es que podemos ser más inteligentes gracias a la experiencia de España, a las redes sociales y a Internet”, confirma Raphaël Millon, profesor de deporte de 45 años. “Nos dan muchos consejos los españoles, como no eternizar las asambleas. Sobre todo, tenemos que exportar el movimiento fuera de la plaza de la República, a nivel de barrios, para implicar a la gente. Eso es muy importante”, añade. “Lo que pase ahora dependerá de la respuesta de las instituciones y de si consiguen salir de República”, confirma Arantxa, antigua del 15-M, que ayuda a nivel personal. “Eso va a llevar un tiempo, no ocurre de la noche a la mañana”, concluye.