El divorcio del tridente mata al Barça

Natalia Calvet
Diario Gol
Durante muchas semanas se ha dicho que la delantera del Barça era la envidia de Europa, la mejor de todos los tiempos. “Nunca he visto tres delanteros que se lleven tan bien entre ellos dentro y fuera del campo”, ha pronunciado Gerard Piqué en alguna ocasión. También muchos otros miembros de la plantilla han incidido siempre en ese aspecto. Pero el tiempo pasa, la gente se cansa y las relaciones de amistad se agrietan. Entonces, el equipo se resiente. Como ocurrió en la eliminatoria contra el Atlético, en el regreso a Anoeta o en el fatídico Barça-Madrid.


El feeling entre Messi y Neymar ya no es el que era. La cosa empezó a deteriorarse a partir del último parón de selecciones y, posteriormente, con la derrota en el clásico. Al argentino, igual que a otros pesos pesados del vestuario, no les ha gustado el “morro” que Neymar le echa a las cosas. Que si día libre para irse a Brasil a celebrar el cumpleaños de su hermana, y de paso fiesta. Que si se va con la selección, pero le sancionan y, en lugar de volver antes con el equipo, se pega otra fiesta. Que si tiene los mismos privilegios que Messi para volver tarde de las vacaciones navideñas...

Esto no gusta. Y el todopoderoso Messi tolera hasta cierto punto, pero no le gusta que le tosan. Neymar asumió galones cuando estuvo lesionado. Messi los recuperó a la vuelta, con humildad. Pasando el tiempo, Messi se impuso, y Neymar se fue apagando. El argentino empezó a dejar clara su devoción por Luis Suárez, por delante de Neymar: a la hora de cederle penaltis, a la hora de emular el penalti histórico de Johan Cruyff y a la hora de compartir su vida personal.

Mudanzas y renovaciones

Tanto es así que Neymar abortó la misión mudanza a Castelldefels. Había empezado a mirar casa, tenía la cosa más o menos clara para instalarse cerca de las otras dos puntas del tridente y reforzar su relación familiar. Pero, de repente, algo no cuajaba. El cambio de actitud, la falta de chispa y la ausencia de las risas han marcado los últimos partidos, desde el clásico. Luis Suárez es, de los tres, el único que ha demostrado carácter y ganas de ir a por la victoria contra el Atlético.

El aspecto económico también ha pesado. La renovación de Neymar, que termina contrato en 2018, se ha vendido como prioritaria para el Barça, mientras que Messi también acaba ese mismo año. El argentino ha frenado y ha esperado, pero al conocer las elevadas pretensiones de Neymar –quería cobrar algo parecido a lo que percibe Messi– el argentino ha empezado a mosquearse. Luis Enrique no está sabiendo conducir estas leves tensiones. Y el equipo se resiente.

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