Correa salvavidas

Saltó del banquillo para darle a su equipo una importante victoria que le mantiene en la lucha por la Liga. El Málaga, muy correoso, puso muchos problemas pese a estar salvado.

Madrid, As
Otra vez, como hace dos años, ahí estaba el Málaga, en medio del Atleti y de la Liga. Otra vez, como entonces, un Calderón con los nervios de punta miraba por un lado la tabla, con el Madrid en ese momento líder, y, por otro, a su equipo sobre el césped, incapaz de pasar del 0-0. Y ese resultado era más que un empate a nada. Era la Liga, que se iba. Pero tiene algo este Atleti 2016 que le faltaba al de 2014: banquillo. Y de él salió Correa para, en cinco minutos, estallar la pizarra de Gracia con su fútbol potrero.


Y eso que, al descanso, la tarde se había enturbiado en el Calderón. Mateu Lahoz, siempre protagonista, acababa de pitar el final de la primera parte, pero le susurraba algo a Simeone con gesto de Policía mientras abrazaba un balón como si fuera un hijo. Un balón que, un minuto antes, había surgido del banquillo del Atleti, o cerca, como por arte de magia, mientras el Málaga se escabullía en una contra.

La consecuencia fue instantánea, aunque tardó 15 minutos en apreciarse: cuando los dos equipos regresaron de la caseta, Simeone ya no estaba. Castigado, le tocaba ver desde la grada a su equipo, junto a Godín y Vizcaíno, sin dejar de moverse incómodo, como si su asiento estuviera sembrado de chinchetas. Pero es que, desde allá, la imagen del partido era la misma que desde cerca: un eterno correr de minutos entre tarascadas, faltas, empellones, roces y pérdidas de tiempo en las que su equipo nunca llegó a sentirse cómodo. La Liga se escapaba.

Pero no sabía cómo sujetarla el Atleti ante un Málaga muy serio y ordenado. O si lo sabía, no le salía. El día había empezado a ponerse gris muy pronto, en el 13’, cuando Griezmann falló, casi en boca de gol, una de esas que no falla. Justo en la jugada anterior lo había intentado el Málaga, con un zapatazo de Cop desde fuera del área y un córner que Charles remató para dejarle su tarjeta a Oblak, por si se le había olvidado el gol que le había marcado en la primera vuelta.

Había intentado Simeone romper la pizarra de Gracia en esos primeros 45 minutos buscando una y otra vez la espalda de Rosales. Pero era llegar al área del Málaga y chocarse sus intentonas con un muro de piernas. Entonces llegó lo del baloncito. Y el destierro de Simeone, obligado a irse lejos, sin que los jugadores pudieran escuchar directamente su voz, sin poder hacer nada, salvo mover los hilos en la distancia. El primero lo agitó en el 56’ y fue definitivo.

La orden, como fuera, llegó al banquillo, del que emergieron dos figuras. Una grandota, en chándal, y la otra, pequeña, en pantalón corto. Eran el Mono Burgos y Correa, primer cambio. “Ándale, que hoy marcas”, susurró el primero al segundo antes de que éste pisara la hierba. Seis minutos después Correa recibía un balón de Filipe en la frontal y, con dos quiebros y un derechazo desde fuera del área, había hecho el gol que le daba al Atleti la victoria. La calle le había ganado a la pizarra y Correa corría a dedicárselo al Mono Burgos mientras el Calderón respiraba tranquilo.

Pero no por mucho tiempo. O no del todo en los 28 minutos que quedaban. Porque Correa falló otra y Torres esta vez no logró su gol. Y porque uno del Málaga era el empate, el adiós a la Liga, y los de Gracia no dejaron de buscarlo. Lo intentaron desde fuera del área (Juanpi) y desde dentro (Chory Castro); lo buscó Recio. Pero una veces el balón se fue alto y, otras, a ningún sitio. Esto no es 2014. Esto es 2016. Y el Atleti supo aguantar el resultado con el otro hilo que movió el Cholo desde la grada, Augusto, reforzando su centro del campo. “Si avanzo, síganme; si retrocedo, dispárenme”, que dijo una vez Hernán Cortes. Y ahí sigue el Atleti, adelante. Como el Madrid, como el Barça. Faltan tres partidos para conocer el desenlace.

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