Brooklyn, microcosmos demócrata
La diversidad del barrio neoyorquino refleja la división a la que se enfrenta el electorado en todo Estados Unidos
Sandro Pozzi
Nueva York, El País
Los neoyorquinos lo discuten todo, hasta cuando están de acuerdo. Eso explica situaciones como la que se vive en casa de Spike Lee, en Brooklyn. El director de cine es uno de los anfitriones de la campaña de Bernie Sanders de Nueva York. Le produce hasta anuncios. Su mujer no lo tiene tan claro y apoya a Hillary Clinton. Es solo un detalle que ayuda a entender por qué el barrio neoyorquino es el gran laboratorio para los demócratas en estas primarias.
“Ahí, en el 2C, pasé 18 años de mi vida”, decía Sanders alargando el brazo en un acto a las puertas del edificio que acoge el apartamento en Midwood donde vivió de niño, muy cerca de la James Madison High School. “Fue una comunidad fantástica para crecer”, dijo mientras hablaba de la lucha contra el cambio climático, la desigualdad, la salud y atacaba a Wall Street. Pero las cosas han cambiado mucho en Brooklyn desde que la abandonó hace cinco décadas.
Midwood es un pequeño barrio conservador judío. Todo es muy diferente en Greenpoint, que hace unos años empezó un profundo cambio como el que transformó Williamsburg y Dumbo. La ciudad de Nueva York es la más diversa del país y esa amalgama se replica por todo Brooklyn, donde los emigrantes caribeños de Crown Heights y los hispanos de Sunset Park confluyen con los judíos ortodoxos de Borough Park y los jóvenes profesionales de Park Slope.
Sanders abrió hace un mes su cuartel general a dos manzanas del canal de Gowanus, una zona llena de almacenes y garajes en un proceso incipiente de gentrificación en este microcosmos demócrata, con nuevas cafeterías que abren en la calle junto a complejos decadentes. No muy lejos, a cuatro bloques, hay un flamante supermercado de la cadena Whole Foods, conocido por vender productos orgánicos. Es un verdadero imán que atraer nuevos vecinos.
Nick Rizzo, líder demócrata del distrito local, es de los pocos miembros del aparato que apoya públicamente al senador. “Es el candidato más auténtico que hemos tenido en mucho tiempo”, valora. Explica que hay una nueva generación de electores que reconoce que la salud y el empleo “son un derecho”. Por eso cree que Nueva York, y en concreto Brooklyn, puede formar parte en estas presidenciales de lo que califica como una “revolución política”.
El gran bocado
Hay tres millones de demócratas registrados en la ciudad de Nueva York, de los que cerca de 945.000 viven en Brooklyn. Es un bocado suculento si se tiene en cuenta que hay 5,8 millones de demócratas declarados en todo el Estado. Por eso tampoco es una casualidad que el lugar elegido para el próximo debate de los dos candidatos demócratas sea en el Brooklyn Navy Yard, la noche de este 14 de abril.
Hillary Clinton lo entendió mucho antes, y por eso estableció hace un año su oficina en un rascacielos en Brooklyn Heights. Prácticamente todos los líderes del barrio –judíos, negros e hispanos– apoyan a la antigua primera dama de EE UU. Eso complica las cosas a Bernie Sanders. El apoyo que tiene de los jóvenes blancos que se autodenominan socialistas democráticos en principio no sería suficiente para superar esa brecha con la exsecretaria de Estado.
Las últimas encuestas dan a Clinton una ventaja sustancial, con el 55% de los votos frente al 41% de Sanders. Lo necesita para impulsar la campaña tras las dudas generadas por las siete últimas victorias de su rival, que pese a llevar medio siglo fuera de la ciudad conserva un acento muy distintivo de Brooklyn. Pero eso no es una garantía en estas elecciones y casi más importante es el margen de ventaja que consiga.
Las mismas líneas que definen las diferentes comunidades y barrios de Brooklyn podrían servir para delimitar los estilos de las dos campañas. A la oficina de la campaña de Hillary se puede llegar dando un buen paseo desde la de Sanders. La localización es logísticamente ideal, con una docena de líneas de metro y autobuses cerca. Es, además, uno de los destinos para los neoyorquinos con dinero, principalmente empleados de los bancos de Wall Street y abogados.
Tradicionales contra idealistas
Clinton tiene el apoyo de los leales más tradicionales al partido mientras que Sanders atrae a simpatizantes jóvenes que claman un cambio que no vieron llegar con Obama. Estas diferencias podrían ser, a gran escala, el reflejo de la división a la que se enfrenta el electorado demócrata en todo EE UU cuando la carrera a la nominación entra en la recta final antes de la Convención en Filadelfia en julio.
“Tenemos que ganar con rotundidad para conseguir la nominación cuanto antes y poder unificar el partido”, insiste la candidata demócrata cada vez que se le presenta la ocasión. Sanders tiene dificultad para conectar con los hispanos, las mujeres y los emprendedores más asentados. Pero le respalda por todo el barrio unos jóvenes idealistas que están dando una nueva energía al Partido Demócrata.
Brooklyn muestra donde está el punto más débil de la sólida Clinton: su candidatura no representa nada nuevo, y eso le resta atractivo. Sanders está haciendo desde hace una semana una verdadera batida por todo el barrio, sabiendo que si se impone en Nueva York, será el primer gran Estado que se lleve y eso le permitirá da un impulso crucial a su campaña a 20 paradas del final.
Sandro Pozzi
Nueva York, El País
Los neoyorquinos lo discuten todo, hasta cuando están de acuerdo. Eso explica situaciones como la que se vive en casa de Spike Lee, en Brooklyn. El director de cine es uno de los anfitriones de la campaña de Bernie Sanders de Nueva York. Le produce hasta anuncios. Su mujer no lo tiene tan claro y apoya a Hillary Clinton. Es solo un detalle que ayuda a entender por qué el barrio neoyorquino es el gran laboratorio para los demócratas en estas primarias.
“Ahí, en el 2C, pasé 18 años de mi vida”, decía Sanders alargando el brazo en un acto a las puertas del edificio que acoge el apartamento en Midwood donde vivió de niño, muy cerca de la James Madison High School. “Fue una comunidad fantástica para crecer”, dijo mientras hablaba de la lucha contra el cambio climático, la desigualdad, la salud y atacaba a Wall Street. Pero las cosas han cambiado mucho en Brooklyn desde que la abandonó hace cinco décadas.
Midwood es un pequeño barrio conservador judío. Todo es muy diferente en Greenpoint, que hace unos años empezó un profundo cambio como el que transformó Williamsburg y Dumbo. La ciudad de Nueva York es la más diversa del país y esa amalgama se replica por todo Brooklyn, donde los emigrantes caribeños de Crown Heights y los hispanos de Sunset Park confluyen con los judíos ortodoxos de Borough Park y los jóvenes profesionales de Park Slope.
Sanders abrió hace un mes su cuartel general a dos manzanas del canal de Gowanus, una zona llena de almacenes y garajes en un proceso incipiente de gentrificación en este microcosmos demócrata, con nuevas cafeterías que abren en la calle junto a complejos decadentes. No muy lejos, a cuatro bloques, hay un flamante supermercado de la cadena Whole Foods, conocido por vender productos orgánicos. Es un verdadero imán que atraer nuevos vecinos.
Nick Rizzo, líder demócrata del distrito local, es de los pocos miembros del aparato que apoya públicamente al senador. “Es el candidato más auténtico que hemos tenido en mucho tiempo”, valora. Explica que hay una nueva generación de electores que reconoce que la salud y el empleo “son un derecho”. Por eso cree que Nueva York, y en concreto Brooklyn, puede formar parte en estas presidenciales de lo que califica como una “revolución política”.
El gran bocado
Hay tres millones de demócratas registrados en la ciudad de Nueva York, de los que cerca de 945.000 viven en Brooklyn. Es un bocado suculento si se tiene en cuenta que hay 5,8 millones de demócratas declarados en todo el Estado. Por eso tampoco es una casualidad que el lugar elegido para el próximo debate de los dos candidatos demócratas sea en el Brooklyn Navy Yard, la noche de este 14 de abril.
Hillary Clinton lo entendió mucho antes, y por eso estableció hace un año su oficina en un rascacielos en Brooklyn Heights. Prácticamente todos los líderes del barrio –judíos, negros e hispanos– apoyan a la antigua primera dama de EE UU. Eso complica las cosas a Bernie Sanders. El apoyo que tiene de los jóvenes blancos que se autodenominan socialistas democráticos en principio no sería suficiente para superar esa brecha con la exsecretaria de Estado.
Las últimas encuestas dan a Clinton una ventaja sustancial, con el 55% de los votos frente al 41% de Sanders. Lo necesita para impulsar la campaña tras las dudas generadas por las siete últimas victorias de su rival, que pese a llevar medio siglo fuera de la ciudad conserva un acento muy distintivo de Brooklyn. Pero eso no es una garantía en estas elecciones y casi más importante es el margen de ventaja que consiga.
Las mismas líneas que definen las diferentes comunidades y barrios de Brooklyn podrían servir para delimitar los estilos de las dos campañas. A la oficina de la campaña de Hillary se puede llegar dando un buen paseo desde la de Sanders. La localización es logísticamente ideal, con una docena de líneas de metro y autobuses cerca. Es, además, uno de los destinos para los neoyorquinos con dinero, principalmente empleados de los bancos de Wall Street y abogados.
Tradicionales contra idealistas
Clinton tiene el apoyo de los leales más tradicionales al partido mientras que Sanders atrae a simpatizantes jóvenes que claman un cambio que no vieron llegar con Obama. Estas diferencias podrían ser, a gran escala, el reflejo de la división a la que se enfrenta el electorado demócrata en todo EE UU cuando la carrera a la nominación entra en la recta final antes de la Convención en Filadelfia en julio.
“Tenemos que ganar con rotundidad para conseguir la nominación cuanto antes y poder unificar el partido”, insiste la candidata demócrata cada vez que se le presenta la ocasión. Sanders tiene dificultad para conectar con los hispanos, las mujeres y los emprendedores más asentados. Pero le respalda por todo el barrio unos jóvenes idealistas que están dando una nueva energía al Partido Demócrata.
Brooklyn muestra donde está el punto más débil de la sólida Clinton: su candidatura no representa nada nuevo, y eso le resta atractivo. Sanders está haciendo desde hace una semana una verdadera batida por todo el barrio, sabiendo que si se impone en Nueva York, será el primer gran Estado que se lleve y eso le permitirá da un impulso crucial a su campaña a 20 paradas del final.