Un misil de Konoplyanka pone al Sevilla mirando a Champions

Sevilla, As
En un partido precioso que embellece La Liga en ese viaje de Tebas hacia convertirla en la mejor del mundo, un Sevilla con fe, fútbol y alma le gritó al Villarreal que peleará la Champions hasta que le alcancen las matemáticas. Su victoria en un partido con golazos, accidentes, expulsiones, polémicas y lesionados le deja a cinco puntos del Submarino, que estuvo a punto de abrochar la cuarta plaza pero al que le faltó algo de instinto y quién sabe si de piernas en la segunda parte. Resultó admirable ver a Sevilla y Villarreal dejárselo todo hasta el final con la carga de partidos que llevan detrás. Uno, con partidos de alto nivel desde la Supercopa de Europa en agosto y con un camino hacia la final de Copa que pesa. Otro, el Villarreal, que además de su merecida cuarta plaza se codea y tumba un día a Nápoles, otro al Leverkusen y lo que haga falta. El 3-2 de Konoplyanka, espectacular, desequilibró para siempre un partido vibrante que inaugura una pelea vibrante hasta final de Liga.


El partido fue una película de acción que Bakambu hizo saltar por los aires en la primera parte. Emery elaboró un artefacto perfecto para desactivar el sistema de seguridad del Villarreal, que sólo había encajado 19 goles en toda la Liga y en Nervión se llevó cuatro. Nzonzi, lesionado luego, y Banega, se retrasaron para generar fútbol. Los laterales, Mariano y Tremoulinas, se abrieron, y Konoplyanka quedó en una posición de nadie en la que flotó muy cómodo. Como siempre, el Sevilla se volcó a la izquierda para atacar. Gameiro, velocísimo, cazó a Víctor Ruiz y Bonera después de un buen servicio de Konoplyanka y asistió con clase a Iborra, un verdugo habitual del Villarreal. Con 1-0, el francés pudo liquidar el partido pero falló con la espada. Y ahí voló Bakambu, que ha roto a marcar goles. En el primero intuyó por dónde iría la jugada y puso la pelota en el rincón. El segundo fue una maravilla, un golpeo de volea sin dejar caer el balón tras un buen servicio de Adrián, casi a lo Zidane. Al contrario que en tardes recientes, el Villarreal había pagado al Sevilla con la misma moneda. Un triunfo del pragmatismo.

Para cuando llegó el descanso, el Villarreal tenía la Champions abrochada. El Sevilla, sin embargo, mantuvo la fe en el plan e, inasequible como ya es tradición, se lanzó a tumba abierta sin nada que perder. Konoplyanka, que llevaba sin dar noticias, o sólo malas noticias, desde el partido de la primera vuelta contra el Real Madrid, destapó el tarro de las esencias. Primero colaboró en la jugada del empate, en la que Víctor Ruiz se metió el gol en su portería. Y luego se sacó de la chistera al fin una jugada de crack. Un disparo meteórico con un efecto diabólico de los que le dieron fama en el Dnipro y por los que se establecieron comparaciones incluso con Cristiano que desató la euforia en el Sánchez Pizjuán.

El Villarreal, algo temeroso hasta el 3-2, sacó la cabeza y entendió que el empate valía oro. Velasco Carballo pudo expulsar a Bonera por doble amarilla (mano claro) pero quien vio la roja fue Banega. El tiempo, al fin, se paró en el minuto 84, cuando Bakambu volvió a mandar a paseo a Carriço y eludió la precipitada salida de Sergio Rico, que antes había parado un buen balón a Baptistao. El francés, con toda la portería para él, definió por abajo y Rami, providencial fichaje del Sevilla, barrió el balón. Reyes acabó con la trama con el 4-2 en otra carrera agónica de Gameiro, héroe de la afición y bandera de un Sevilla que acumula bajas y lesiones pero que llegará hasta donde le lleguen las piernas. Así, no está obligado a más.

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