Macri apela a la herencia recibida: “Nos llevaron a la pobreza”

El presidente argentino dibuja un panorama desolador de la situación del país

Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
Mauricio Macri es un entusiasta de las religiones orientales, de la meditación, le gusta hablar de la alegría, de la felicidad, cita a Nelson Mandela. Siempre en positivo. Pero ahora es el presidente de Argentina. Los problemas se le acumulan, empieza a sufrir un pequeño desgaste y ha reaccionado en el discurso clave del año, frente al Congreso, ofreciendo a los argentinos un panorama desolador de la situación en la que está el país y culpando con dureza a la herencia recibida del kirchnerismo. “El modelo anterior nos llevó a la pobreza y la exclusión”, llegó a decir el presidente entre las protestas de los diputados de la oposición y el entusiasmo de los suyos, en un ambiente de gran tensión política.


Macri está acuciado ahora por una inflación descontrolada, por encima del 30% anual, fruto en parte de la devaluación que él realizó nada más llegar al Gobierno y de la deriva de un país inflacionario desde hace años. Es su gran losa, la que puede hundir su imagen. Y por eso cuando la mencionó se armó uno de los momentos más tensos dentro del Congreso. “La inflación existe porque el Gobierno anterior la promovió”, sentenció el presidente. Y se armó un gran escándalo. La mitad de la cámara, los macristas, puestos en pie, le alentaban con gritos de “¡Sí se puede!”. La otra mitad, los kirchneristas, gritaban indignados con carteles de protesta. ”Gobiernan las empresas”. “Basta de despidos”. “No al tarifazo”. “Libertad a Milagro Sala (una dirigente social encarcelada”, se leía en ellos.

Los grupos fieles a Cristina Fernández de Kirchner estaban preparados para romper el discurso de Macri. Aunque su hijo, Máximo, que es diputado, no acudió a la sesión, pero Andrés Larroque, uno de los hombres fuertes de su grupo, La Cámpora, se acercó en medio del discurso a Macri para entregarle una foto de una mujer con la espalda llena de heridas de balas de goma. “No más represión”, gritaban sus diputados. En medio de una gran tensión, cada vez que el presidente hablaba de corrupción, Larroque exhibía carteles frente a él: “Franco es tu padre”. “Caputo es tu amigo”. “Calcaterra es tu primo”. Todos ellos son conocidos constructores de obra pública.

La tensión llegó a tal nivel que el propio Macri pidió “respeto a la votación democrática”. Los kirchneristas le reclamaban a gritos que les respetara a ellos, ante el discurso durísimo sobre la herencia recibida. El presidente quiere diferenciarse en todo de su antecesora desde el primer minuto. Incluso en los detalles. Si ella habló casi cuatro horas el año pasado en el mismo discurso de arranque de las sesiones parlamentarias, él solo lo hizo durante una hora. Todo era diferente. Si el año pasado había miles de personas llenando la plaza del Congreso para aplaudir a la expresidenta, esta vez eran unos pocos centenares de macristas con banderas amarillas mientras los –también pocos- que querían protestar quedaban aislados por la policía en una calle paralela.

Todo refleja un país dividido, que votó 51%-49% a favor de Macri. Pero el presidente tiene ahora la fuerza del recién llegado al poder, las encuestan marcan un apoyo cercano al 70% y él necesitaba explicar claramente que heredó una bomba para que los argentinos le den un margen antes de caer en el desánimo ante la ausencia de resultados. Marzo es el mes en el que los niños vuelven a los colegios, la gente regresa a su rutina normal del trabajo y empieza a pensar en las cuentas, con un aumento del 30% anual en los alimentos –algunos como la carne muy por encima- los colegios privados, los alquileres, la gasolina y una subida de la luz que llega al 700%. La del gas llegará esta misma semana y será similar.

En este contexto, Macri optó por un discurso descarnado. “Hay que decir de una vez que los reyes son los padres”, sentenciaba un ministro macrista a la salida del acto. El diagnóstico fue demoledor, y el presidente prometió publicar todos los datos para que los ciudadanos sepan qué país se encontró. “Lo primero que tenemos que hacer es reconocer que no estamos bien, aunque duela”, aseguró. “No podemos tolerar que un país como el nuestro mueran chicos de hambre. El 29% de los argentinos viven en la pobreza, el 6% en la indigencia. El 40% no tiene cloacas ni red de gas. 3,8 millones de argentinos trabajan en negro. Argentina es el tercer país proveedor de cocaína del mundo. La educación pública hoy no garantiza la igualdad de oportunidades. La salud pública tiene enorme desigualdades. El modelo anterior nos llevó a la pobreza y exclusión. En 10 años tuvimos una inflación acumulada del 700%”, lanzó.

Macri centra así su estrategia en buscar más margen político culpando al kirchnerismo. Aunque eso tiene otro riesgo: el presidente necesita muchos votos peronistas en el Congreso para aprobar el pacto con los fondos buitre que acaba de alcanzar. La división de la oposición peronista, en plena guerra interna por la sucesión, puede ayudarle, siempre que este discurso duro no una al peronismo. “Confío en que prime la responsabilidad sobre la retórica. No pagar a los buitres salió muy caro. La deuda paso de 3.000 a 11.000 millones. Estimamos que no acceder al crédito nos costó 100.000 millones de dólares y casi dos millones de empleos que no se crearon”, lanzó el presidente. Axel Kicillof, exministro de Economía y máximo responsable de la guerra contra los buitres, se revolvía molesto en su escaño de diputado. Argentina ha entrado en un nuevo tiempo pero de momento el Gobierno parte de la demolición del pasado para construir el futuro.

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