Lucas Vasquez se gana los cuartos
Madrid, As
El partido fue del polo al trópico y dio para cuadrar el círculo: el Bernabéu pasó miedo sin dejar de pasarlo bien. Porque el duelo fue muy de su gusto, con un Madrid con piel de Champions, en el punto justo de agitación, nada perezoso y dándole aire a la pelota. Pero con disfunciones atrás que el Roma, con la valentía que le faltó en casa, dejó escapar. A ratos, el Madrid caminó sobre el alambre sin perder de vista la red de los dos goles del Olímpico. El final fue feliz porque Salah sería Balón de Oro en un fútbol sin porterías y porque Lucas Vázquez solucionó el acertijo a los tres minutos de entrar.
Zidane abrigó el centro del campo con Casemiro, un jugador de poca coquetería pero que guarda la frontera mejor que Kroos y no se siente incómodo entre los centrales. No está en la naturaleza del alemán ese sacrificio, pero a fuerza de jugar ahí ha perdido el instinto llegador del mediapunta. Ahora no es ni lo uno ni lo otro. Tampoco James se aclara sobre su papel en el mundo. Ofreció una imagen de jugador subordinado preocupante. Anduvo cobardón para encarar. Pero hizo un gol, el mejor antidepresivo que se conoce en este juego.
El resto funcionó razonablemente bien, con Modric como primer mandatario y también como primera solución en el centro del campo. Bale, tranquilizado por los agujeros medicinales de sus medias y en la suerte natural de la banda izquierda, ofreció una hora de provecho. Cristiano fue un lobo hambriento, voluntarioso, hiperactivo, con el dedo en el gatillo, imprescindible. Y con Marcelo el equipo recuperó la banda ancha, aunque todo lo que sucedió a su espalda resultó inquietante. Le toleró demasiado a Salah, jugador supersónico que no siempre elige bien. Pero es que el egipcio tampoco quiso ser freno para el brasileño. Digamos que intentaron no molestarse.
Así, el partido tuvo acción permanente, sin tiempos muertos, y transcurrió entre el asalto y el sobresalto. El Madrid entró a tiros en el campo del Roma. Lo probaron Marcelo, Kroos, Modric, Casemiro y hasta la saciedad Cristiano. Inexplicablemente los goles tardaron en llegar cuando ya había pasado el tren de los italianos. Keylor intimidó, sin usar las manos, a Dzeko y Salah, dos veces. Y salvó remates de Florenzi, Manolas y Perotti. Los que lleguen de cuartos en adelante no resultarán tan compasivos, pero el Madrid tiene un portero mayúsculo.
Capítulo aparte merece Lucas Vázquez, que hace cuarto y mitad de maratón en cada partido, pero que además es un extremo estupendo, con desborde e inteligencia. En una bicicleta, Cristiano mediante, abrió de par en par el partido. Luego le regaló otra al portugués, que metió mal el pie. En esta oposición ha ganado plaza fija. Ni su precio ni su origen canterano le ayudan. Sólo Zidane puede hacerlo. Y el Madrid se marchó a cuartos mientras su público se ponía en pie cuando entró Totti, que como la pizza debería ser declarado por la UNESCO patrimonio de la Humanidad.