La CDU escenifica sus diferencias con Merkel
Presionados por las encuestas, los candidatos democristianos enmiendan la política migratoria de la canciller
Luis Doncel
Maguncia, El País
Un tifón parece haber pasado por la sede de la Unión Cristianodemócrata (CDU) en Maguncia. Las oficinas del partido en la capital de Renania-Palatinado están inundadas de carteles y material promocional. “25 años de SPD son suficientes”. “Presidenta 2016”, rezan los eslóganes. La cara de Julia Klöckner, la democristiana que aspira a conquistar este Estado, es omnipresente. Un futbolín con el lema Julja —juego de palabras con el nombre de la líder y la palabra sí en alemán— parece olvidado entre un montón de cajas. Al abrir la puerta de un despacho, aparece Klöckner leyendo unos papeles con aire de concentración. “Ahora no le puede atender. Está preparando el debate de esta noche”, explican en su equipo. A las pocas horas, la dirigente se batirá en la televisión regional con el resto de candidatos. Será una de las últimas ocasiones para arañar unos votos que necesita desesperadamente para ganar la que quizás sea la batalla más reñida y decisiva de los tres Estados alemanes que votan el domingo.
Hace unos meses, nadie dudaba de que Klöckner fuera a reemplazar a la socialdemócrata Malu Dreyer en unos comicios regionales que por primera vez en Alemania enfrentan a dos mujeres como principales contendientes. Simpática, fotogénica, conservadora sin estridencias e incluso criada en una explotación vinícola en una zona donde el vino es casi una religión, la democristiana lo tenía todo para acabar con el reinado del SPD e imponer su mando en la tierra que gobernó Helmut Kohl. Su nombre sonaba incluso como candidata a suceder a la incombustible Angela Merkel, si es que alguna vez se retira. Pero entonces llegó la crisis de refugiados. Y sus expectativas de éxito empezaron a reducirse, hasta llegar al empate que ahora le atribuyen las encuestas.
Klöckner, una merkelista que hace unos meses pedía a los críticos con la política migratoria de la canciller que “cerraran el pico”, empezó a aparecer en los medios nacionales con propuestas alternativas. Como la fijación de topes diarios de entradas. La idea fue bautizada como Plan A2, para diferenciarse del Plan A de la canciller, y del B del bávaro Horst Seehofer, que exige para este año un máximo de 200.000 solicitantes de asilo. Hace tres semanas, Klöckner y el candidato democristiano en Baden-Wurtemberg pidieron a Merkel cambios en un documento conjunto. Y también alabó el cierre de frontera decidido por Austria que Berlín critica.
¿Han emprendido en Renania-Palatinado una tercera vía entre Merkel y Seehofer? “No. Nosotros apoyamos a la canciller. Tan solo aportamos sugerencias complementarias. Alemania no puede acoger a un número ilimitado de refugiados. Así que dijimos que si la solución europea no funciona, entonces deberíamos adoptar soluciones nacionales”, se defiende el secretario general de la CDU regional, Patrick Schnieder. El dirigente echa mano de una cifra para negar cualquier tipo de distanciamiento con la líder: Merkel ha visitado la región 11 veces durante la campaña.
Pero es evidente que los tres candidatos de la CDU han endurecido su discurso sobre los refugiados por miedo a contagiarse de una crisis convertida en monotema nacional, incluso en unas elecciones regionales como estas. Y por miedo a sufrir una desbandada de votos hacia los populistas de derechas de Alternativa para Alemania. “La estrategia de Klöckner ha sido un fracaso. Se expuso innecesariamente antes de tiempo y nadie ha entendido esa vía intermedia de no criticar a Merkel pero proponer planes alternativos”, señala el periodista Stefan Kornelius.
Botín preciado
Pese a ser una región de tamaño medio, Renania-Palatinado se ha convertido en el botín más preciado para los dos grandes partidos. Es el único Estado en el que tanto los socialdemócratas como los democristianos tienen opciones de victoria. Y, asumida la derrota que ambos sufrirán en la vecina Baden-Wurtemberg, quien se quede con el Palacio de Gobierno de Maguncia, a orillas del río Rin, podrá decir ante los suyos que ha salvado los muebles.
Pero la crisis de refugiados ha llenado la política alemana de paradojas. Una de ellas es que los actuales líderes de Renania-Palatinado y Baden-Wurtemberg —una socialdemócrata y un verde— han defendido con mucho más entusiasmo la política Merkel que los representantes locales de su partido. Solo así se explica que en una reciente entrevista en televisión la canciller señalara lo que en cualquier otra ocasión parecería obvio: que los ciudadanos que quieran apoyarla deben votar a su partido, y no a ninguno otro.
La paradoja de los ‘merkelistas’ de izquierdas
El caso de Heike Simon resume buena parte de los problemas a los que se enfrenta la canciller Angela Merkel con su electorado. Hace ya cinco años que esta mujer contribuyó a fundar una organización de ayuda a los refugiados. Y las pasadas Navidades acogió en su piso a dos jóvenes sirios que conoció por casualidad. “Un día me enseñaron el lugar en el que iban a vivir con otros 180 hombres. Yo tenía dos habitaciones libres, así que no lo dudé”, explica en una cafetería de Maguncia.
Votante tradicional socialdemócrata o verde, Simon reconoce haberse acercado a la jefa del Gobierno alemán gracias a la política de mano tendida hacia los refugiados. “Los democristianos de aquí han jugado la baza del miedo. Julia Klöckner se hizo famosa con su propuesta de prohibir el burka, cuando creo no haber visto ni uno en los más de 20 años que llevo viviendo en Maguncia”, señala. ¿Votaría a Merkel? “A la CDU no. Pero si hubiera un Partido de Merkel, quizás sí”, responde con un toque de humor.
El fenómeno se ha extendido. En los últimos meses es habitual oír en Alemania halagos a la gestión que la canciller ha hecho de la crisis migratoria… pero muchas veces proceden de votantes de izquierdas. Al mismo tiempo, amplias capas de los votantes conservadores se sienten desconcertados ante las decisiones de su líder.
Luis Doncel
Maguncia, El País
Un tifón parece haber pasado por la sede de la Unión Cristianodemócrata (CDU) en Maguncia. Las oficinas del partido en la capital de Renania-Palatinado están inundadas de carteles y material promocional. “25 años de SPD son suficientes”. “Presidenta 2016”, rezan los eslóganes. La cara de Julia Klöckner, la democristiana que aspira a conquistar este Estado, es omnipresente. Un futbolín con el lema Julja —juego de palabras con el nombre de la líder y la palabra sí en alemán— parece olvidado entre un montón de cajas. Al abrir la puerta de un despacho, aparece Klöckner leyendo unos papeles con aire de concentración. “Ahora no le puede atender. Está preparando el debate de esta noche”, explican en su equipo. A las pocas horas, la dirigente se batirá en la televisión regional con el resto de candidatos. Será una de las últimas ocasiones para arañar unos votos que necesita desesperadamente para ganar la que quizás sea la batalla más reñida y decisiva de los tres Estados alemanes que votan el domingo.
Hace unos meses, nadie dudaba de que Klöckner fuera a reemplazar a la socialdemócrata Malu Dreyer en unos comicios regionales que por primera vez en Alemania enfrentan a dos mujeres como principales contendientes. Simpática, fotogénica, conservadora sin estridencias e incluso criada en una explotación vinícola en una zona donde el vino es casi una religión, la democristiana lo tenía todo para acabar con el reinado del SPD e imponer su mando en la tierra que gobernó Helmut Kohl. Su nombre sonaba incluso como candidata a suceder a la incombustible Angela Merkel, si es que alguna vez se retira. Pero entonces llegó la crisis de refugiados. Y sus expectativas de éxito empezaron a reducirse, hasta llegar al empate que ahora le atribuyen las encuestas.
Klöckner, una merkelista que hace unos meses pedía a los críticos con la política migratoria de la canciller que “cerraran el pico”, empezó a aparecer en los medios nacionales con propuestas alternativas. Como la fijación de topes diarios de entradas. La idea fue bautizada como Plan A2, para diferenciarse del Plan A de la canciller, y del B del bávaro Horst Seehofer, que exige para este año un máximo de 200.000 solicitantes de asilo. Hace tres semanas, Klöckner y el candidato democristiano en Baden-Wurtemberg pidieron a Merkel cambios en un documento conjunto. Y también alabó el cierre de frontera decidido por Austria que Berlín critica.
¿Han emprendido en Renania-Palatinado una tercera vía entre Merkel y Seehofer? “No. Nosotros apoyamos a la canciller. Tan solo aportamos sugerencias complementarias. Alemania no puede acoger a un número ilimitado de refugiados. Así que dijimos que si la solución europea no funciona, entonces deberíamos adoptar soluciones nacionales”, se defiende el secretario general de la CDU regional, Patrick Schnieder. El dirigente echa mano de una cifra para negar cualquier tipo de distanciamiento con la líder: Merkel ha visitado la región 11 veces durante la campaña.
Pero es evidente que los tres candidatos de la CDU han endurecido su discurso sobre los refugiados por miedo a contagiarse de una crisis convertida en monotema nacional, incluso en unas elecciones regionales como estas. Y por miedo a sufrir una desbandada de votos hacia los populistas de derechas de Alternativa para Alemania. “La estrategia de Klöckner ha sido un fracaso. Se expuso innecesariamente antes de tiempo y nadie ha entendido esa vía intermedia de no criticar a Merkel pero proponer planes alternativos”, señala el periodista Stefan Kornelius.
Botín preciado
Pese a ser una región de tamaño medio, Renania-Palatinado se ha convertido en el botín más preciado para los dos grandes partidos. Es el único Estado en el que tanto los socialdemócratas como los democristianos tienen opciones de victoria. Y, asumida la derrota que ambos sufrirán en la vecina Baden-Wurtemberg, quien se quede con el Palacio de Gobierno de Maguncia, a orillas del río Rin, podrá decir ante los suyos que ha salvado los muebles.
Pero la crisis de refugiados ha llenado la política alemana de paradojas. Una de ellas es que los actuales líderes de Renania-Palatinado y Baden-Wurtemberg —una socialdemócrata y un verde— han defendido con mucho más entusiasmo la política Merkel que los representantes locales de su partido. Solo así se explica que en una reciente entrevista en televisión la canciller señalara lo que en cualquier otra ocasión parecería obvio: que los ciudadanos que quieran apoyarla deben votar a su partido, y no a ninguno otro.
La paradoja de los ‘merkelistas’ de izquierdas
El caso de Heike Simon resume buena parte de los problemas a los que se enfrenta la canciller Angela Merkel con su electorado. Hace ya cinco años que esta mujer contribuyó a fundar una organización de ayuda a los refugiados. Y las pasadas Navidades acogió en su piso a dos jóvenes sirios que conoció por casualidad. “Un día me enseñaron el lugar en el que iban a vivir con otros 180 hombres. Yo tenía dos habitaciones libres, así que no lo dudé”, explica en una cafetería de Maguncia.
Votante tradicional socialdemócrata o verde, Simon reconoce haberse acercado a la jefa del Gobierno alemán gracias a la política de mano tendida hacia los refugiados. “Los democristianos de aquí han jugado la baza del miedo. Julia Klöckner se hizo famosa con su propuesta de prohibir el burka, cuando creo no haber visto ni uno en los más de 20 años que llevo viviendo en Maguncia”, señala. ¿Votaría a Merkel? “A la CDU no. Pero si hubiera un Partido de Merkel, quizás sí”, responde con un toque de humor.
El fenómeno se ha extendido. En los últimos meses es habitual oír en Alemania halagos a la gestión que la canciller ha hecho de la crisis migratoria… pero muchas veces proceden de votantes de izquierdas. Al mismo tiempo, amplias capas de los votantes conservadores se sienten desconcertados ante las decisiones de su líder.