Evo vs Evo: el 21 F, el peso de una derrota
La Paz, Fides
Evo Morales enfrentó el pasado 21 de febrero una de sus primeras derrotas en las urnas. Un tímido “NO” (51,2% frente al 48% de votos por el “SI”) frenó la habilitación para la reelección presidencial del binomio Evo-Álvaro por tercera vez consecutiva, desde la aprobación de la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia en 2009.
Para esta consulta popular, Evo y el Movimiento Al Socialismo (MAS) se presentaron en un contexto socio político si no del todo adverso, al menos sí muy convulso desde mediados del 2015. En el plano electoral, se vislumbraron algunas de las primeras derrotas del MAS en las elecciones municipales, especialmente referidas en torno a la pérdida de alcaldías estratégicas y simbólicas como las de El Alto y Cochabamba, históricamente bastiones electorales del MAS. Por esas mismas fechas, la aparición de una serie de denuncias de corrupción en contra de la mala utilización del Fondo Indígena -partida presupuestaria para financiar proyectos de desarrollo de organizaciones sindicales y campesinas de Bolivia-, en la que se vieron inmiscuidos líderes del MAS y ministros que hasta el día de hoy siguen siendo investigados, minó la credibilidad de las bases del partido y puso en jaque la realidad del discurso indígena que en 2005 le había hecho llegar al poder.
En el plano social, dos conflictos fragmentaron las lealtades del MAS, reflejándose nuevamente en los resultados del referendo. El primero fue el surgido con el Comité Cívico de Potosí. En una fuerte manifestación, los cívicos llegaron a la sede de gobierno para reclamar una mayor atención a uno de los departamentos más pobres del país y que mayor apoyo le dio a Morales durante la última década. No solo no lograron ningún tipo de acuerdo, sino que la confrontación y represión gubernamental ejercida contra las manifestaciones lograron apartar del ‘proceso de cambio’ a uno de los grandes semilleros de votos del partido. En el oriente, las confrontaciones con los movimientos indígenas de tierras bajas no cesaron después del Tipnis, con claros ejemplos de represión policial como la sufrida por la comunidad de Takovo Mora, lo cual puso nuevamente de manifiesto el carácter extractivista de este gobierno en pugna frente al respeto de los derechos y territorios de los pueblos indígenas.
No obstante, pese a todos estos factores de descrédito e inestabilidad social, la popularidad de Morales se mantenía previa a la consulta por encima del 50 por ciento, aun como uno de los líderes mejor valorados de la región. Es por eso que los movimientos sociales afines al MAS apostaron por la convocatoria de la consulta popular, convencidos de su triunfo, aun a pesar de la poca confianza que la ciudadanía venía mostrando hacia su propio Tribunal Supremo Electoral, que durante la última década descendió, según datos de LAPOP, hasta casi 45%, y que quedó manifiesta en las dudas sembradas por el desarrollo del proceso y los resultados electorales de las últimas elecciones generales de 2014.
La estrategia oficialista hizo que el voto por el ‘SI’ girara nuevamente alrededor de la figura del líder del MAS, convirtiéndolo en elemento insustituible dentro de su discurso político, y dejando de lado a la figura del vicepresidente, Álvaro García Linera, en un alejado segundo plano. Sin embargo, a diferencia de otros procesos electorales y de consulta, en esta ocasión Evo no contaba con un antagonista real contra quien dirigir su discurso. La defensa del ‘NO’ fue asumida y conformada de manera dinámica y autónoma por diferentes sectores sociales de lo más variopinto, unidos tan solo en el descontentos con las políticas y la gestión del MAS. Fue un ‘NO’ heterogéneo y coyuntural que reunió a los disidentes del partido, a los movimientos indígenas que se alejaron de este proyecto, a diferentes organizaciones sociales, estudiantiles y movimientos ciudadanos y por último, en un plano secundario, alejado y poco visible, a los partidos de oposición. Un ‘NO’ que se terminó por afianzar tras las últimas denuncias de tráfico de influencias en las que el propio presidente, Evo Morales, se vio involucrado a partir de la aparición de la otorgación de una serie de millonarios contratos a una de sus exparejas.
¿El ‘proceso de cambio’ sin Evo?
El caso de la consulta popular de febrero de 2016 supone un quiebre en el ciclo político boliviano de la última década, situándose como una las primeras derrotas visibles después de un largo periodo en el que el Movimiento Al Socialismo (MAS) creció y se consolidó electoralmente alrededor y en función de la imagen de su líder indiscutible, Evo. Hasta ese momento, los resultados habían sido inapelables: en las elecciones generales de 2005, Morales obtuvo el 54% de los votos válidos. En el referéndum revocatorio de 2008, Evo, fue ratificado en su cargo junto con su vicepresidente Álvaro García Linera con el 67% de aprobación. En los comicios de 2009, obtuvo el 64% de los votos y, similar victoria se suscitó el 2014 al vencer con el 61%.
Sumadas las victorias, el partido de gobierno supo durante todo este tiempo capitalizar la imagen de su líder a nivel nacional e internacional. La construcción en el imaginario social de un líder indígena, con gran carisma y cercanía con las clases más pobres y populares, legitimaron a Evo como un líder prácticamente irremplazable dentro del aparato del partido y del asimismo conocido como ‘procesos de cambio’. Lejos de evitar la confusión entre líder y partido, ese vínculo fue uno de los más explotados en la estrategia electoral del MAS, pues su imagen, la de Evo, no sólo acompañó a todos los candidatos a legisladores, gobernadores y alcaldes a lo largo de los procesos electorales desde la victoria del 2005, sino que también muchos de los proyectos y programas sociales viraron y asociaron su credibilidad en torno a su nombre. Tal es el caso de uno de los principales y ya conocidos: “Bolivia cambia, Evo cumple”. Similar situación se vivió en esta consulta popular.
Pero más allá de la imagen social y el carisma de su líder, la realidad es que el MAS nunca pensó en un sustituto. De hecho, el fuerte personalismo de su liderazgo no sólo provocó el blindaje para evitar la posible emergencia de nuevos liderazgos políticos, sino que incluso durante este tiempo, fueron expulsados de las filas partidistas figuras que podían vislumbrase como los futuros sucesores –tal es el caso del actual gobernador de La Paz, Felix Patzy-. Todos estos procesos ayudaron a construir la sensación de que desde dentro de las filas del MAS no se concibe un ‘proceso de cambio’ sin Evo y los discursos de sus ministros de Estado y el Vicepresidente inciden en esta misma dirección. Sin embargo, el resultado de la última consulta certifica que el desgaste de la imagen de Evo comienza a ser visible y a convertirse en un verdadero problema de cara al futuro político del proceso y del partido.
¿Vacío de poder?
La derrota del ‘SI’ pone en evidencia que el proyecto del MAS tiene una gran debilidad: su falta de consolidación partidista, a la que tanto se niegan los fundadores de este ‘instrumento’. El riesgo de que Evo sea el único articulador de las múltiples organizaciones que lo conforman provocan la sensación de que sin él liderando el partido, sus componentes podrían acabar por fragmentarse y comenzar una lucha a nivel interno por la pugna del poder. El hecho de que ni siquiera se haya contemplado la posibilidad del reemplazo parcial a semejanza de lo sucedido con el liderazgo de Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores en Brasil, denota que el MAS se encuentra en una situación de difícil solución una vez invalidada la posibilidad de Evo para ser reelecto. El panorama tampoco mejora actualmente en los partidos políticos de oposición. Y sin embargo, esta derrota de Evo evidenció nuevamente la ausencia de liderazgos en la oposición nacional que enfrenten a la maquinaria del MAS, porque al igual que el propio MAS, los partidos de oposición son víctimas de su propio caudillismo interno que impide la emergencia de nuevos liderazgos.
El vacío de poder que surge tras la consulta será uno de las grandes incógnitas a nivel político y electoral durante los próximos años y hasta el fin del mandato de Evo en 2020. De cómo logren resolver la construcción de nuevos liderazgos desde el partido de gobierno o de cómo la oposición logre construir una alternativa de ilusión al proceso político iniciado en 2006, surgirá la posibilidad de cerrar el ciclo que la derrota en la consulta inició el pasado domingo 21 de febrero. Si el problema de Evo fue la ingente carga de su propio poder, más allá de Evo habrá de encontrarse la solución.