El cura español preso en el Vaticano confiesa que filtró papeles secretos
Roma, Noticias24
Lucio Vallejo Balda, el sacerdote español encarcelado en el Vaticano bajo la acusación de filtrar información reservada a los periodistas italianos,autores de varios libros sobre el desbarajuste financieron de la santa sede.
A continuación le a la nota completa:
Lucio Vallejo Balda es uno de los sacerdotes encarcelado en el Vaticano por suministrar información a Gianluigi Nuzzi y Emiliano Fittipaldi, autores de sendos libros sobre el desbarajuste financiero de la Santa Sede, ha confesado ante el tribunal que lo juzga: “Sí, pasé documentos a los periodistas”. Vallejo Balda, quien tuvo acceso a la información como secretario de una comisión de investigación creada por el papa Francisco, aseguró, no obstante, que lo hizo presionado por Francesca Chaouqui, una relaciones públicas italiana que también formó parte de la comisión. Según el sacerdote, Chaouqui utilizó unas veces la mentira y otras la seducción hasta conseguir que filtrara aquellos documentos. ¿Con qué intención? Durante una declaración de más de tres horas, ni al fiscal vaticano ni a la abogada defensora se les ocurrió preguntarle a Vallejo por el móvil del supuesto delito.
La existencia de una justicia divina es cuestión de fe. La fiabilidad de la justicia vaticana, en cambio, es incluso más discutible. Si la detención y el procedimiento contra Vallejo Balda y su excolega Chaouqui ya estuvieron plagados de irregularidades –y no digamos el procesamiento de dos periodistas por contar la verdad–, la vista oral está resultando un sainete. El sacerdote español se escudó en su pobre conocimiento del italiano para declarar en español, y a falta de un intérprete profesional –circunstancia ya de por sí extraña en un Estado como el Vaticano, donde el Papa los utiliza a diario—su declaración fue traducida a duras penas por un joven miembro de la Gendarmería que al parecer tuvo una novia de Zaragoza. La cuestión se quedaría en una anécdota si no fuese porque la comunicación entre Vallejo y Emanuela Bellardini, su abogada de oficio –impuesta por el tribunal—, ha dependido hasta ahora del voluntarismo del joven policía.
Durante su declaración, Vallejo no dijo nada que no hubiese declarado ya, pero el solo repaso de su caída en desgracia y posterior detención resultan fascinantes. El cura español, que llegó al Vaticano procedente de Astorga y con una carrera tan prometedora que hasta se compró los ornamentos de obispo, declaró que cuando el Papa disolvió la comisión –llamada Cosea-, Francesca Chaouqui y su marido, un informático que se había encargado de instalar un servidor internet a prueba de intrusos y de contratar líneas de móviles que no pudieran ser interceptadas, empezaron a presionarlo. La supuesta intención es que Vallejo, todavía bien situado en el Vaticano, les consiguiera otro trabajo. El sacerdote volvió a contar que la primera estrategia de Chaouqui fue impresionarlo, diciéndole que pertenecía a los servicios secretos italianos y que se codeaba con las personas más influyentes del país, invitándolo incluso a una cena en la que participaron, entre otros, Paolo Berlusconi –hermano del expresidente del Gobierno— y Gianni Letta, un político siempre bien relacionado con todos los “poderes fuertes” de Italia y el Vaticano. Francesca se acercaba cada vez más, me resultaba extraño, me llegó a decir que formaba parte de los servicios secretos, que era la número dos. Empecé a tener la sensación de estar siendo seguido, controlado. Pensaba que por parte Chaouqui y de personas a sus órdenes. Llegó un momento en que pensé que, si yo no gestionaba mi situación, iba a correr peligro físicamente. Tenía la certeza moral que detrás de Francesca había otros intereses que no eran legítimos. En una ocasión, delante de la puerta de Santa Marta [uno de los accesos al Vaticano], estaba muy enfadada y me dijo: aquí tenemos que buscar ayuda y la única ayuda posible es la Mafia. Yo estaba seguro de que alrededor de ella había un mundo peligroso”.
El sacerdote Vallejo aseguró que las presiones surgieron efecto y que le terminó pasando al periodista Gianluigi Nuzzi unos folios con 85 contraseñas para acceder a información reservada sobre las finanzas del Vaticano, aunque añadió: “Tuve la sensación de que Nuzzi ya conocía esas documentos, y luego comprobé en el libro que, efectivamente, las versiones de aquellos informes que él publicó eran anteriores a las que yo le había pasado”. Según la declaración de Vallejo, hubo un momento en que se sintió totalmente atrapado en las redes de Chaoqui y de su “mundo peligroso”. Dijo ante el tribunal: “”Estaba convencido de que Chaouqui le había contado al periodista Nuzzi cosas personales de mi vida, mi familia, de mis relaciones con amigos. Me sentía presionado, había hecho cosas de las que evidentemente me sentía avergonzado. Pueden entender que para mí como sacerdote eran cosas muy comprometedoras”.
Francesca Chaouqui acudió al tribunal escoltada por cuatro guardaespaldas y arrastrando dos maletas con documentación. Logró que el tribunal aceptara –aunque sin hacerla pública—una carta dirigida al Papa en la que le cuenta su versión. Vallejo, que el martes continuará su declaración, admitió que llegó a perder “la lucidez”, pero que poco a poco está volviendo a sus cabales. Gracias, según reconoció, al psiquiatra del Vaticano.
Lucio Vallejo Balda, el sacerdote español encarcelado en el Vaticano bajo la acusación de filtrar información reservada a los periodistas italianos,autores de varios libros sobre el desbarajuste financieron de la santa sede.
A continuación le a la nota completa:
Lucio Vallejo Balda es uno de los sacerdotes encarcelado en el Vaticano por suministrar información a Gianluigi Nuzzi y Emiliano Fittipaldi, autores de sendos libros sobre el desbarajuste financiero de la Santa Sede, ha confesado ante el tribunal que lo juzga: “Sí, pasé documentos a los periodistas”. Vallejo Balda, quien tuvo acceso a la información como secretario de una comisión de investigación creada por el papa Francisco, aseguró, no obstante, que lo hizo presionado por Francesca Chaouqui, una relaciones públicas italiana que también formó parte de la comisión. Según el sacerdote, Chaouqui utilizó unas veces la mentira y otras la seducción hasta conseguir que filtrara aquellos documentos. ¿Con qué intención? Durante una declaración de más de tres horas, ni al fiscal vaticano ni a la abogada defensora se les ocurrió preguntarle a Vallejo por el móvil del supuesto delito.
La existencia de una justicia divina es cuestión de fe. La fiabilidad de la justicia vaticana, en cambio, es incluso más discutible. Si la detención y el procedimiento contra Vallejo Balda y su excolega Chaouqui ya estuvieron plagados de irregularidades –y no digamos el procesamiento de dos periodistas por contar la verdad–, la vista oral está resultando un sainete. El sacerdote español se escudó en su pobre conocimiento del italiano para declarar en español, y a falta de un intérprete profesional –circunstancia ya de por sí extraña en un Estado como el Vaticano, donde el Papa los utiliza a diario—su declaración fue traducida a duras penas por un joven miembro de la Gendarmería que al parecer tuvo una novia de Zaragoza. La cuestión se quedaría en una anécdota si no fuese porque la comunicación entre Vallejo y Emanuela Bellardini, su abogada de oficio –impuesta por el tribunal—, ha dependido hasta ahora del voluntarismo del joven policía.
Durante su declaración, Vallejo no dijo nada que no hubiese declarado ya, pero el solo repaso de su caída en desgracia y posterior detención resultan fascinantes. El cura español, que llegó al Vaticano procedente de Astorga y con una carrera tan prometedora que hasta se compró los ornamentos de obispo, declaró que cuando el Papa disolvió la comisión –llamada Cosea-, Francesca Chaouqui y su marido, un informático que se había encargado de instalar un servidor internet a prueba de intrusos y de contratar líneas de móviles que no pudieran ser interceptadas, empezaron a presionarlo. La supuesta intención es que Vallejo, todavía bien situado en el Vaticano, les consiguiera otro trabajo. El sacerdote volvió a contar que la primera estrategia de Chaouqui fue impresionarlo, diciéndole que pertenecía a los servicios secretos italianos y que se codeaba con las personas más influyentes del país, invitándolo incluso a una cena en la que participaron, entre otros, Paolo Berlusconi –hermano del expresidente del Gobierno— y Gianni Letta, un político siempre bien relacionado con todos los “poderes fuertes” de Italia y el Vaticano. Francesca se acercaba cada vez más, me resultaba extraño, me llegó a decir que formaba parte de los servicios secretos, que era la número dos. Empecé a tener la sensación de estar siendo seguido, controlado. Pensaba que por parte Chaouqui y de personas a sus órdenes. Llegó un momento en que pensé que, si yo no gestionaba mi situación, iba a correr peligro físicamente. Tenía la certeza moral que detrás de Francesca había otros intereses que no eran legítimos. En una ocasión, delante de la puerta de Santa Marta [uno de los accesos al Vaticano], estaba muy enfadada y me dijo: aquí tenemos que buscar ayuda y la única ayuda posible es la Mafia. Yo estaba seguro de que alrededor de ella había un mundo peligroso”.
El sacerdote Vallejo aseguró que las presiones surgieron efecto y que le terminó pasando al periodista Gianluigi Nuzzi unos folios con 85 contraseñas para acceder a información reservada sobre las finanzas del Vaticano, aunque añadió: “Tuve la sensación de que Nuzzi ya conocía esas documentos, y luego comprobé en el libro que, efectivamente, las versiones de aquellos informes que él publicó eran anteriores a las que yo le había pasado”. Según la declaración de Vallejo, hubo un momento en que se sintió totalmente atrapado en las redes de Chaoqui y de su “mundo peligroso”. Dijo ante el tribunal: “”Estaba convencido de que Chaouqui le había contado al periodista Nuzzi cosas personales de mi vida, mi familia, de mis relaciones con amigos. Me sentía presionado, había hecho cosas de las que evidentemente me sentía avergonzado. Pueden entender que para mí como sacerdote eran cosas muy comprometedoras”.
Francesca Chaouqui acudió al tribunal escoltada por cuatro guardaespaldas y arrastrando dos maletas con documentación. Logró que el tribunal aceptara –aunque sin hacerla pública—una carta dirigida al Papa en la que le cuenta su versión. Vallejo, que el martes continuará su declaración, admitió que llegó a perder “la lucidez”, pero que poco a poco está volviendo a sus cabales. Gracias, según reconoció, al psiquiatra del Vaticano.