El consumo resiste en China ajeno a la incertidumbre económica
A pesar de la desaceleración, los ciudadanos del gigante asiático ven el futuro con optimismo y gastan cada vez más
Xavier Fontdeglòria
Pekín, El País
Ni la progresiva desaceleración de la segunda economía mundial ni las turbulencias en los mercados financieros parecen afectar a los ciudadanos de a pie, al menos de momento. La gran mayoría de los chinos son ajenos a las dudas que se ciernen sobre la economía de su país, según apuntan varias encuestas elaboradas por organismos de dentro y fuera de China. Este optimismo generalizado invita a los ciudadanos a gastar cada vez más, una buena noticia para la transición hacia una economía propulsada por el consumo interno.
El último informe de la consultora americana McKinsey indica que la confianza de los consumidores chinos se ha mantenido "sorprendentemente fuerte" en los últimos años. Un 55% de los preguntados confían en que sus ingresos crezcan de forma significativa en el próximo lustro, apenas dos puntos porcentuales menos que los resultados de 2012 y muy superior a los registros de Estados Unidos (32%) o Reino Unido (30%). El índice de confianza que elabora Nielsen muestra que el optimismo de los chinos sobre la economía apenas ha cambiado desde el año 2010, a pesar de que la segunda potencia mundial ha pasado en este periodo de crecer un 10,4% a un 6,9%. En 2015, el consumo contribuyó en un 66,4% del total de crecimiento de la economía.
Las principales causas de esta relativa tranquilidad entre los chinos son que los salarios siguen aumentando y que el país continúa generando nuevos empleos. La dura reconversión industrial y la pérdida de puestos de trabajo que afrontan algunos sectores merman la confianza en las regiones más afectadas, pero este efecto se neutraliza en otras. "Hay que recordar que la economía sigue creciendo casi a un 7%. Obviamente hay un impacto en los beneficios de las empresas, pero esto se traduce en menos inversión y no en recortes de salarios. Las que están peor simplemente cierran, pero muchas otras abren", asegura Zhu Tian, profesor de Economía de la escuela de negocios CEIBS.
El sector servicios concentra la creación de nuevas empresas. "No estamos preocupadas por el negocio", asegura Ji Yi, que junto a su compañera de universidad Wu Wen abrieron una agencia de viajes a mediados de 2015. "Decidimos empezar nuestro propio negocio porque hay potencial: la gente quiere viajar cada vez más, conocer mundo,... y ya no es tan caro como antes", explica Ji. Durante las recientes vacaciones de Año Nuevo, vendieron en pocos días cientos de plazas para un viaje organizado de 15 días por Europa a un precio de unos 8.000 yuanes por persona (unos 1.100 euros). "Seguramente algunos sectores irán a menos, pero el nuestro definitivamente va a más", dice.
Grandes marcas internacionales como Inditex prevén también seguir expandiéndose en China pese a la desaceleración. El consejero delegado de la compañía, Pablo Isla, dijo recientemente que el país sigue siendo "muy importante" para el desarrollo del grupo, que prevé abrir 60 tiendas más este año. El informe de McKinsey favorece a ambos negocios: los datos muestran que los consumidores chinos están cambiando de hábitos y cada vez gastan más en viajes, vestimenta y entretenimiento.
Los analistas defienden que los vaivenes bursátiles no han afectado al consumo porque la riqueza de los hogares depende mínimamente de la evolución de los mercados. "Definitivamente el mercado inmobiliario está mucho más relacionado con el consumo, porque las casas suponen gran parte de la riqueza de las familias chinas. El reciente repunte de este sector también contribuye a crear confianza", dice Zhu. Al optimismo también ayuda que, en general, los ciudadanos confían en que el Gobierno cumplirá sus promesas en materia de crecimiento económico en los próximos años y el hecho de que Pekín controla los medios de comunicación e Internet, por lo que las noticias catastrofistas sobre la economía china no abundan.
"Las cosas tendrían que ir muy mal para que el consumo se viera afectado", asegura Hu Xingdou, profesor del Instituto de Tecnología de Pekín. Esta partida, recuerda, solamente supone alrededor de un 36% del PIB de China, lejos del 60% aproximado de los países occidentales. "Aún queda un espacio enorme por cubrir. En el futuro, si se establece un sistema de seguridad social con garantías, los chinos aún tendremos más incentivos para gastar".
Xavier Fontdeglòria
Pekín, El País
Ni la progresiva desaceleración de la segunda economía mundial ni las turbulencias en los mercados financieros parecen afectar a los ciudadanos de a pie, al menos de momento. La gran mayoría de los chinos son ajenos a las dudas que se ciernen sobre la economía de su país, según apuntan varias encuestas elaboradas por organismos de dentro y fuera de China. Este optimismo generalizado invita a los ciudadanos a gastar cada vez más, una buena noticia para la transición hacia una economía propulsada por el consumo interno.
El último informe de la consultora americana McKinsey indica que la confianza de los consumidores chinos se ha mantenido "sorprendentemente fuerte" en los últimos años. Un 55% de los preguntados confían en que sus ingresos crezcan de forma significativa en el próximo lustro, apenas dos puntos porcentuales menos que los resultados de 2012 y muy superior a los registros de Estados Unidos (32%) o Reino Unido (30%). El índice de confianza que elabora Nielsen muestra que el optimismo de los chinos sobre la economía apenas ha cambiado desde el año 2010, a pesar de que la segunda potencia mundial ha pasado en este periodo de crecer un 10,4% a un 6,9%. En 2015, el consumo contribuyó en un 66,4% del total de crecimiento de la economía.
Las principales causas de esta relativa tranquilidad entre los chinos son que los salarios siguen aumentando y que el país continúa generando nuevos empleos. La dura reconversión industrial y la pérdida de puestos de trabajo que afrontan algunos sectores merman la confianza en las regiones más afectadas, pero este efecto se neutraliza en otras. "Hay que recordar que la economía sigue creciendo casi a un 7%. Obviamente hay un impacto en los beneficios de las empresas, pero esto se traduce en menos inversión y no en recortes de salarios. Las que están peor simplemente cierran, pero muchas otras abren", asegura Zhu Tian, profesor de Economía de la escuela de negocios CEIBS.
El sector servicios concentra la creación de nuevas empresas. "No estamos preocupadas por el negocio", asegura Ji Yi, que junto a su compañera de universidad Wu Wen abrieron una agencia de viajes a mediados de 2015. "Decidimos empezar nuestro propio negocio porque hay potencial: la gente quiere viajar cada vez más, conocer mundo,... y ya no es tan caro como antes", explica Ji. Durante las recientes vacaciones de Año Nuevo, vendieron en pocos días cientos de plazas para un viaje organizado de 15 días por Europa a un precio de unos 8.000 yuanes por persona (unos 1.100 euros). "Seguramente algunos sectores irán a menos, pero el nuestro definitivamente va a más", dice.
Grandes marcas internacionales como Inditex prevén también seguir expandiéndose en China pese a la desaceleración. El consejero delegado de la compañía, Pablo Isla, dijo recientemente que el país sigue siendo "muy importante" para el desarrollo del grupo, que prevé abrir 60 tiendas más este año. El informe de McKinsey favorece a ambos negocios: los datos muestran que los consumidores chinos están cambiando de hábitos y cada vez gastan más en viajes, vestimenta y entretenimiento.
Los analistas defienden que los vaivenes bursátiles no han afectado al consumo porque la riqueza de los hogares depende mínimamente de la evolución de los mercados. "Definitivamente el mercado inmobiliario está mucho más relacionado con el consumo, porque las casas suponen gran parte de la riqueza de las familias chinas. El reciente repunte de este sector también contribuye a crear confianza", dice Zhu. Al optimismo también ayuda que, en general, los ciudadanos confían en que el Gobierno cumplirá sus promesas en materia de crecimiento económico en los próximos años y el hecho de que Pekín controla los medios de comunicación e Internet, por lo que las noticias catastrofistas sobre la economía china no abundan.
"Las cosas tendrían que ir muy mal para que el consumo se viera afectado", asegura Hu Xingdou, profesor del Instituto de Tecnología de Pekín. Esta partida, recuerda, solamente supone alrededor de un 36% del PIB de China, lejos del 60% aproximado de los países occidentales. "Aún queda un espacio enorme por cubrir. En el futuro, si se establece un sistema de seguridad social con garantías, los chinos aún tendremos más incentivos para gastar".