Cruyff y el año ‘mil novecientos cero cinco’


Por Alfredo Relaño
Redacción, AS
En la temporada 73-74 se abrió de nuevo la posibilidad de fichar jugadores extranjeros, cerrada desde la 62-63, a consecuencia del fracaso del Mundial de Chile. Madrid y Barça siempre presionaron en favor de ello. Cerradas las fronteras, el mercado nacional se les hacía muy caro, y además a la hora de competir en Europa, notaban que les faltaba algo. Con todo, le había ido mucho mejor al Madrid, gracias a Amancio, Pirri, Zoco y una buena cosecha de canteranos, los Velázquez, Grosso, Serena, De Felipe… La generación ye-yé.
Desde 1960, cuando se fue Helenio Herrera, el Barça no había ganado la Liga. Aquello se convirtió en una obsesión. Y fue en esos años sesenta cuando se desarrolló la fobia al Madrid, alimentada por una cadena de acontecimientos en pocos años: un gol de Veloso fuera de hora en el 66, la final de las botellas en el 68, una estrepitosa declaración de Bernabéu (“quiero a Cataluña a pesar de los catalanes”) también en el 68, la lesión de Bustillo en el 70, el penalti de Guruceta en el 71, el gol de penalti de Fermín en Córdoba en el 72… Una cadena de episodios de los que el Barça salió dolido, casi humillado. Fue por esos mismos años cuando a partir de un artículo de Permanyer en La Vanguardia empezó a circular que el fichaje de Di Stéfano había sido un despojo al Barça a instancias del Régimen. Y cuando salió la expresión “el Barça es más que un club”, propuesta por un publicista para los actos del LXXV aniversario. No llegó a utilizarla intensamente el Barça, porque enseguida saltó el chiste. “Más que un club, pero menos que un equipo”. También es de ese tiempo la afirmación “mientras Plaza sea presidente de los árbitros, el Barça no ganará la Liga”.

En esas circunstancias, el Barça tuvo en el verano del 73 un éxito entusiasmante: incorporó a Johan Cruyff, del Ajax, el gran jugador de la época. Pagó una cifra récord, 100 millones. Bernabéu también lo había pretendido, pero paró en 60. Luego diría, en plan la zorra y las uvas, que no le contrató porque “no me gustaba su jeta”. El Madrid trajo como gran estrella al alemán Netzer, por 36 millones. Y al extremo argentino Mas. El Barça fichó también al peruano Sotil. Se admitían dos extranjeros por club.

La incorporación de Cruyff se retrasó, porque las negociaciones fueron arduas e incluso el parlamento holandés debatió su salida. El Barça empezó la Liga sin él. Organizó una serie de amistosos para ponerle en forma y recaudar, mientras el equipo empezaba mal la Liga. Tras cinco jornadas, estaba por abajo en la tabla: tres salidas, tres derrotas, en Elche, Vigo y San Sebastián. En casa, victoria sobre el Espanyol y empate a cero con un Madrid que tampoco gustaba. Además, el Barça cayó en la primera ronda de la UEFA, ante el Olympique de Niza. Era enorme la ansiedad por que Cruyff compareciera de una vez. En Madrid se hacía burla. Corría un chiste:

—¿Sabes que hay una plaga de ranas en Las Ramblas?

—¡No me digas!

—Sí: van todos gritando cruyff, cruyff, cruyff…

Cruyff apareció, por fin, el 28 de octubre, en casa, ante el Granada. Deslumbró. El Barcelona ganó 4-0, con dos goles suyos. El Barça fue otra cosa, se proyectó hacia arriba.

Mientras, el Madrid entraba en depresión. Netzer salió vago y Mas también. Netzer pasaba bien en largo, Mas colocó alguna volea magnífica, pero nada más. El público gritaba cada día “¡Fuera Muñoz!”. Cae el 13 enero, tras una derrota en Castellón, con nueve ligas ganadas de catorce. Le sustituye Luis Molowny.

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Once inicial del Barça en el Bernebéu el 17 de febrero de 1974 en el 0-5 ante el Madrid: Mora, Rifé, Costas, De la Cruz, Torres, Juan Carlos, Rexach, Asensi, Cruyff, Sotil y Marcial. efe

El 17 de febrero, jornada 22, el Barça visita el Bernabéu. Desde que llegó Cruyff, no ha vuelto a perder: doce victorias y cuatro empates. Es líder destacado. El Madrid es séptimo, ya a nueve puntos. Esa misma semana, el miércoles, España se ha quedado sin billete para el Mundial de Alemania, tras caer en Frankfurt ante Yugoslavia. Hay un cierto aire de decadencia del fútbol español y de su gran bandera, el Madrid, frente a lo cual Cruyff inspira un viento de modernidad, por su juego, por su estilo. Se presiente una nueva época. Aun así, las declaraciones previas del Barça son respetuosas. Y hay prima doble: 60.000 pesetas por ganar, más las 8.000 por ser líderes.

Salen al campo a las ocho de la noche. El partido se televisa y el campo tiene buen aspecto pero no está lleno. Arbitra José Luis Orrantía. Forman así:

Real Madrid: García Remón; Morgado, Benito, Zoco, Rubiñán; Pirri, Netzer, Velázquez; Aguilar, Amancio y Macanás. Entrenador, Luis Molowny.

Barcelona: Mora; Rifé, Torres, Costas, De la Cruz; Juan Carlos, Marcial, Asensi; Rexach, Cruyff y Sotil. Entrenador, Rinus Michels.

El Madrid sale con furia y crea dos ocasiones, de Pirri y Velázquez, que escapan por poco. Pero pronto el Barça se apodera del medio campo, al que se retrasa Cruyff, para enlazar. Netzer está perezoso, como es. Pirri y Velázquez quedan casi mano a mano contra cuatro. Arriba, el Barça varía posiciones, desconcierta. Su juego es fluido, rápido, límpido. Corre el balón, suave, preciso. El tranco elegante de Cruyff, Marcial y Rexach embellece aún más la exhibición. Los defensas del Madrid corren de un lado para otro, sus entradas siempre alcanzan el vacío, llegan un instante después de que el atacante azulgrana haya escapado. Asensi abre el marcador en el 31’. 0-1. En el 39’, Cruyff aprovecha un boquete en la defensa para marcar el 0-2. Molowny retira a Aguilar en el descanso, para dar entrada a Santillana. Amancio pasa a extremo derecha. Pero eso no remedia nada. En el 53’, otra vez Asensi, el mejor del partido, con buen tiro cruzado, logra el 0-3. Poco después, marca Macanás, en fuera de juego. Se anula. En el 65’, un centro tiro desde la derecha de Juan Carlos sobrevuela a García Remón y aterriza en la segunda escuadra. 0-4. En el 70’, falta sobre el área del Madrid que Sotil cabecea a placer, desmarcado. 0-5. Al momento, Michels sustituye a Marcial, con molestas en la rodilla, por Tomé. Parece que se da por conforme.

Final. Los madridistas se retiran alicaídos. (Zoco anunciará a Bernabéu la mañana siguiente su determinación de abandonar el fútbol). Velázquez reflexiona: “De la lucha a la precipitación hay un paso”. Benito salva de culpas a la defensa: “La derrota se fraguó en el medio campo”. Marcial consuela: “Lo siento por el Madrid, tengo buenos amigos allí”. Cruyff está exultante: “Ha sido un sueño para mí. Hemos sido más rápidos. Hemos jugado todos para todos”. En Barcelona, la explosión de júbilo es colosal, quizá mayor que la de las finales de Basilea y Wembley o que las de los grandes éxitos de Guardiola. El muelle de tantos agravios concentrados en poco tiempo salta, liberado de golpe. No ha sido una victoria, ha sido una liberación. Se ha ganado al Real Madrid, pero con él a Madrid, capital de España, al Régimen, a un tiempo oscuro que ahora ilumina Cruyff. La gente salta a las calles en los coches, va a las Ramblas, a la plaza de Sant Jordi. Junto a las banderas entremezcladas aparecen senyeras, por primera vez en cantidad, en plena identificación pública de barcelonismo y catalanismo. La Trinca hará una célebre canción, perfecta síntesis de alegría futbolera, orgullo catalán, mirada oblicua hacia Madrid y expectativa de un tiempo nuevo. La penúltima estrofa termina: “¡Visca Catalunya lliure!”/“Visca el Barça y en Montal!”.

Pero, paradojas, sólo once días después del partido el presidente Montal y su directiva visitarán a Franco en El Pardo para ofrecerle la medalla de oro del club, que ese año cumplía sus bodas de platino.
El Barça ganará la Liga, con 8 puntos de ventaja sobre el Atlético. El Madrid acabó octavo, a 16. Se desquitaría en parte ganando 4-0 al Barça la final de Copa, jugada en el Manzanares. En la Copa no podían jugar extranjeros. Sin Cruyff y Sotil por un lado ni Netzer y Mas por el otro, era otra cosa. Ese día se despidió Zoco, inactivo desde el 0-5, jugando los últimos minutos. Grosso, capitán, se retiró para que él cogiera la Copa.

El tiempo nuevo que pareció anunciar aquella goleada sí llegó en la política, pero no en el fútbol. Cruyff se hizo tan perezoso como Netzer, el Barça tardó otros doce años en ganar una Liga... No fue el fin del dominio madridista, como muchos pensaron.

Quizá fuera como lo que dijo Churchill cuando el desembarco aliado en Norteáfrica: “Esto no es el fin, ni siquiera el principio del fin, pero sí el fin del principio”. Aquel 0-5, que hizo que los culés rebautizaran 1974 como el mil novecientos cero cinco, no fue en efecto el fin, ni siquiera el principio del fin. Pero sí podría decirse que fue el fin del principio.

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