Asesinan y descuartizan seis hombres que robaron a un gallero en México

México, Noticias24
Un patrón de rancho de la vieja usanza asesinó y descuartizó a unos ladrones que le robaron en México.
Jorge Aduna Villacencio es el dueño de un palenque y el día que unos ladrones robaron en su mansión no se le ocurrió descolgar el teléfono para llamar a la policía.
Lo que sigue es una historia de venganza, el gallero orquestó el secuestro y asesinato de los seis hombres que osaron entrar a su casa sin autorización. Los sicarios contratados por el empresario, según la reconstrucción de la fiscalía regional, descuartizaron y calcinaron los cadáveres de los ladrones en bidones rociados con diésel. En la corteza metálica abrieron pequeños agujeros para que la combustión fuese más rápida.



Hay dos enigmas en este caso que los investigadores todavía no han logrado resolver. El primero, si los asaltantes sabían con quién se metían. El dueño de la empresa Gallística era adinerado y debía esconder un buen botín. El mundo de los gallos está tan ligado al hampa y Jorge Aduna, sin duda, era un hombre bien conectado y a quien no convenía mucho molestar.

La segunda es esta: ¿qué ocurrió durante el asalto a la mansión? Se sabe muy poco. ¿Estaba dentro el gallero cuando llegaron los ladrones? ¿Su familia? Una de las versiones que circula por Puebla refiere que una familiar de Aduna fue violada, lo que explicaría la saña con la que emprendió la persecución. ¿O el problema es que se robaron algo de mucho valor?

Lo que es seguro es que los ladrones se llevaron un iPad. A través del programa informático Find my iPhone, los sicarios localizaron a uno de ellos cuando conectó el aparato a una red wi-fi. A los pocos días, concretamente el 19 de octubre de 2015, Marco Antonio Cuautle fue secuestrado cuando conducía una camioneta marca Chevrolet.

Los seis sujetos fueron secuestrados en la marginal colonia Lomas de San Miguel en un laspso de 39 días.

El caserón en el que se perpetró la venganza, en el barrio de San José El Conde, acabó convertido en un matadero. La policía encontró al registrarlo un machete, un hacha y tres cuchillos con restos humanos. Las entradas de los desagües estaban atascadas de sangre. Descuidados, los asesinos ni siquiera se habían desecho de las pertenencias de los muertos. En una habitación estaban arrumbados los galones del lechero. En otra un cuaderno de bitácora sobre las rutinas diarias de las víctimas. Todo estaba estudiado, planeado. El señor de los gallos no iba a olvidar, así como así, a los que se atrevieron a entrar sin permiso en su corral.

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