Vive libre o muere
La historia y el presente convierten a New Hampshire en una meca de los libertarios
Amanda Mars
Bedford (New Hampshire), El País
El día de la independencia de Estados Unidos se celebra el 4 de julio porque es la fecha en la que se aprobó la declaración, pero en New Hampshire podría festejarse tres semanas antes, porque lo hizo antes que el propio Congreso, el 15 de junio de 1776. En un lugar así encaja que los mítines se llenen no solo de creyentes en uno y otro partido, sino también de personas que acuden a escuchar hasta cuatro y cinco candidatos para decidirse, y se puede uno encontrar con vecinos que explican con naturalidad que dudan entre apoyar al neoconservador Marco Rubio o al socialista Bernie Sanders.
“Yo hubiera votado a Rand Paul, que era el único candidato libertario, pero ahora que se ha retirado estoy pensando votarle igualmente como símbolo. Se ha equivocado, hizo pacto con el diablo al presentarse con los republicanos debió hacerlo desde una plataforma independiente”, apunta Bill Domenico, un ingeniero electrónico de 60 años que se mudó hace poco a New Hampshire con su esposa animado por el Free State Project, un movimiento libertario que anima a todos los que quieren vivir lo más independientes del Gobierno posible a concentrarse en un mismo sitio para influir en la comunidad y crear una suerte de paraíso libre.
New Hampshire es, para los libertarios, el trozo de América más cercano a su ideal. Es uno de los estados más permisivos con las armas, con menor presión fiscal (no gravan la renta personal, tan solo un 5% sobre dividendos, ni las ventas), y de los primeros en aprobar el matrimonio gay, su lema es “Vive libre o muere”.
Forma parte de esa Nueva Inglaterra de izquierda exquisita y la derecha moderada, del vive y deja vivir, y, como explica el historiador Eliga Gould, jefe de departamento en la Universidad de New Hampshire, “el talante independiente de este estado se arrastra desde los tiempos coloniales, pero incluso dentro de la misma región de Nueva Inglaterra también ha ido muchas veces por cuenta, hasta hace poco era más conservador que el resto”.
Es también un lugar próspero y con una población reducida (1,3 millones de habitantes) que facilita la influencia en la política. “Ese fue también uno de los motivos por el que salió elegido New Hampshire para ubicar la sede del proyecto, porque era más fácil hacer que la gente dejara lo que hacía y se mudara a vivir aquí”, explica Jason Sorens, padre del invento, graduado en Ciencias Políticas por Yale y profesor en la Universidad de Dartmouth.
El propio Sorens, que vivía en Buffalo (Nueva York) tuvo que mudarse a New Hampshire cuando los primeros 5.000 miembros de la plataforma votaron por este estado. Acaban de celebrar que ya hay 20.000 adscritos comprometidos a mudarse, de los que, según Sorens, lo han hecho ya unos 1.700 desde 2001.
Sorens, de 39 años, tiene como referentes al economista Milton Friedman y al filósofo Robert Nozick, autor de Anarquía, Estado y utopía. La corriente principal del proyecto es el pensamiento libertario, de larga tradición en esta zona aunque nunca mayoritario, pero también hay anarquistas y una tercera vertiente por la vida en comunidad y la economía de intercambio.
Es el domingo por la tarde previo a las primarias de New Hampshire y Domenico, junto con Jessica, una cuarentañera de Florida, y Randy Clemens, un escritor de 31 años procedente de Los Ángeles han coincidido en un mercado que organizan regularmente en las afueras de Manchester para vender productos alternativos. Los tres se instalaron en New Hampshire hace pocos años buscando ese sueño libertario. Su moneda predilecta, como no podía ser de otro modo, es el bitcoin, una suerte de divisa electrónica independiente de los bancos centrales, aunque también aceptan plata y, por su puesto, dólares contantes y sonantes.
El pensamiento libertario —que en encarnaba el congresista texano Ron Paul y de forma heterodoxa su hijo Rand— defiende la libertad individual a ultranza y el pacto de no agresión, rechaza entrar en guerras pero defiende el derecho a las armas para defenderse. “Yo soy un libertario moderado, hay una representación de anarquistas que no quieren abolir las leyes, pero sí creen que la policía y la justicia debería privatizarse”, explica Sorens. Recalca que Free State Project no es una organización política, aunque él sí participa en ella a través de otra entidad, Alianza Libertaria. “Defiendo la libertad económica y personal, aunque discrepo de Paul en su posición contra el matrimonio homosexual, el pensamiento libertario dice que el Estado no debería regular relaciones entre personas, pero si existe esa institución, debe ser igual para todos, también somos proinmigración”.
Jessica, que se mudó hace cuatro años y es una firme defensora de la economía colaborativa, no está interesada en la política, ni en las primarias, ni le seduce Bernie Sanders con la revolución social de que propugna. “Yo creo que no debería ser el Estado quien intervenga en eso, yo creo en la ayuda familiar y en la comunidad”, recalca. El símbolo del Free State Project es un puercoespín: es inofensivo, pero si lo intentas aplastar, te pinchas.
Amanda Mars
Bedford (New Hampshire), El País
El día de la independencia de Estados Unidos se celebra el 4 de julio porque es la fecha en la que se aprobó la declaración, pero en New Hampshire podría festejarse tres semanas antes, porque lo hizo antes que el propio Congreso, el 15 de junio de 1776. En un lugar así encaja que los mítines se llenen no solo de creyentes en uno y otro partido, sino también de personas que acuden a escuchar hasta cuatro y cinco candidatos para decidirse, y se puede uno encontrar con vecinos que explican con naturalidad que dudan entre apoyar al neoconservador Marco Rubio o al socialista Bernie Sanders.
“Yo hubiera votado a Rand Paul, que era el único candidato libertario, pero ahora que se ha retirado estoy pensando votarle igualmente como símbolo. Se ha equivocado, hizo pacto con el diablo al presentarse con los republicanos debió hacerlo desde una plataforma independiente”, apunta Bill Domenico, un ingeniero electrónico de 60 años que se mudó hace poco a New Hampshire con su esposa animado por el Free State Project, un movimiento libertario que anima a todos los que quieren vivir lo más independientes del Gobierno posible a concentrarse en un mismo sitio para influir en la comunidad y crear una suerte de paraíso libre.
New Hampshire es, para los libertarios, el trozo de América más cercano a su ideal. Es uno de los estados más permisivos con las armas, con menor presión fiscal (no gravan la renta personal, tan solo un 5% sobre dividendos, ni las ventas), y de los primeros en aprobar el matrimonio gay, su lema es “Vive libre o muere”.
Forma parte de esa Nueva Inglaterra de izquierda exquisita y la derecha moderada, del vive y deja vivir, y, como explica el historiador Eliga Gould, jefe de departamento en la Universidad de New Hampshire, “el talante independiente de este estado se arrastra desde los tiempos coloniales, pero incluso dentro de la misma región de Nueva Inglaterra también ha ido muchas veces por cuenta, hasta hace poco era más conservador que el resto”.
Es también un lugar próspero y con una población reducida (1,3 millones de habitantes) que facilita la influencia en la política. “Ese fue también uno de los motivos por el que salió elegido New Hampshire para ubicar la sede del proyecto, porque era más fácil hacer que la gente dejara lo que hacía y se mudara a vivir aquí”, explica Jason Sorens, padre del invento, graduado en Ciencias Políticas por Yale y profesor en la Universidad de Dartmouth.
El propio Sorens, que vivía en Buffalo (Nueva York) tuvo que mudarse a New Hampshire cuando los primeros 5.000 miembros de la plataforma votaron por este estado. Acaban de celebrar que ya hay 20.000 adscritos comprometidos a mudarse, de los que, según Sorens, lo han hecho ya unos 1.700 desde 2001.
Sorens, de 39 años, tiene como referentes al economista Milton Friedman y al filósofo Robert Nozick, autor de Anarquía, Estado y utopía. La corriente principal del proyecto es el pensamiento libertario, de larga tradición en esta zona aunque nunca mayoritario, pero también hay anarquistas y una tercera vertiente por la vida en comunidad y la economía de intercambio.
Es el domingo por la tarde previo a las primarias de New Hampshire y Domenico, junto con Jessica, una cuarentañera de Florida, y Randy Clemens, un escritor de 31 años procedente de Los Ángeles han coincidido en un mercado que organizan regularmente en las afueras de Manchester para vender productos alternativos. Los tres se instalaron en New Hampshire hace pocos años buscando ese sueño libertario. Su moneda predilecta, como no podía ser de otro modo, es el bitcoin, una suerte de divisa electrónica independiente de los bancos centrales, aunque también aceptan plata y, por su puesto, dólares contantes y sonantes.
El pensamiento libertario —que en encarnaba el congresista texano Ron Paul y de forma heterodoxa su hijo Rand— defiende la libertad individual a ultranza y el pacto de no agresión, rechaza entrar en guerras pero defiende el derecho a las armas para defenderse. “Yo soy un libertario moderado, hay una representación de anarquistas que no quieren abolir las leyes, pero sí creen que la policía y la justicia debería privatizarse”, explica Sorens. Recalca que Free State Project no es una organización política, aunque él sí participa en ella a través de otra entidad, Alianza Libertaria. “Defiendo la libertad económica y personal, aunque discrepo de Paul en su posición contra el matrimonio homosexual, el pensamiento libertario dice que el Estado no debería regular relaciones entre personas, pero si existe esa institución, debe ser igual para todos, también somos proinmigración”.
Jessica, que se mudó hace cuatro años y es una firme defensora de la economía colaborativa, no está interesada en la política, ni en las primarias, ni le seduce Bernie Sanders con la revolución social de que propugna. “Yo creo que no debería ser el Estado quien intervenga en eso, yo creo en la ayuda familiar y en la comunidad”, recalca. El símbolo del Free State Project es un puercoespín: es inofensivo, pero si lo intentas aplastar, te pinchas.