Vardy mantiene al Leicester en lo más alto a base de golazos
Leicester, As
Al Leicester le sale todo y eso es bueno para la Premier y para el fútbol, que ve cómo el cuento de hadas de los de Ranieri no tiene fin ni visos de tenerlo. Esta vez sufrió en su cobertizo frente al Liverpool hasta que salió a cazar como los grandes depredadores, con Mahrez y Vardy afilados e imparables. Fue todo en un segundo tiempo que hizo removerse en sus asientos a aquellos que todavía continúan siendo incrédulos con la opción de que este equipo sea campeón. No son partidos sueltos ni rachas esporádicas. No. Lo de los 'foxes' es ya el ejemplo perfecto de que con un buen trabajo táctico y defensivo, un zurdo delicioso venido de Argelia y un puñal arriba que todo lo que toca lo convierte en gol es posible plantar cara a cualquiera que se le ponga en frente. Poco importó que el Liverpool hiciera un buen encuentro y dominara con fases de jerarquía absoluta acompañada de ocasiones claras. Parecía todo la consecuencia de un plan que el Leicester lleva toda la temporada cumpliendo a rajatabla, el de aguantar agazapado una oportunidad de salir embalado al ataque.
El primer avisó lo dio Okazaki al poco de comenzar y bien pudo ser el definitivo. Sin embargo, en otra virtud de equipo campeón que define a este Leicester, el partido fue para largo y en ese escenario también sabe tener paciencia y hacerse fuerte el bloque de Ranieri, mutado en una segunda piel de camuflaje bajo la cual se esconde sin que sus rivales sepan cómo hacerle daño. El Liverpool lo intentó y pudo ponerse por delante, incluso sin un gran Firmino esta vez. Las llegadas más peligrosas las protagonizaron un Emre Çan multiusos y un Llallana correoso como una liebre a punto de ser cazada. En realidad el Leicester no sólo le cazó a él, sino a todos sus compañeros.
Para ello sacó a relucir sus dos armas más mortíferas, Mahrez y Vardy, cuando el choque se marchitaba. El argelino recibió un balón casi en su área y lo lanzó al desierto que había por delante como si de un saque inicial de rugby se tratase, pero con Vardy como destinatario teledirigido y conciso. El delantero inglés hizo lo que acostumbra esta temporada, perseguirlo como un perro a la pelota, pero esta vez le puso la guinda con un golpeo en parábola que dejó con la boca abierta al público, a los que lo siguieron por televisión y a los que lo verán mañana en todos los telediarios del mundo. Uno de los goles del año, uno de los que merece la pena no perderse. Ahí no quedó la cosa. Poco después, sin tiempo más que para comprobar el aturdimiento del Liverpool, Vardy, quién si no, peleó otro balón en el área y lo metió en la portería de Mignolet para disparar aún más al Leicester en la tabla, un Leicester con tres puntos sobre el City y cinco ya sobre Arsenal y Tottenham. Un Leicester, en definitiva, que va muy en serio.
Al Leicester le sale todo y eso es bueno para la Premier y para el fútbol, que ve cómo el cuento de hadas de los de Ranieri no tiene fin ni visos de tenerlo. Esta vez sufrió en su cobertizo frente al Liverpool hasta que salió a cazar como los grandes depredadores, con Mahrez y Vardy afilados e imparables. Fue todo en un segundo tiempo que hizo removerse en sus asientos a aquellos que todavía continúan siendo incrédulos con la opción de que este equipo sea campeón. No son partidos sueltos ni rachas esporádicas. No. Lo de los 'foxes' es ya el ejemplo perfecto de que con un buen trabajo táctico y defensivo, un zurdo delicioso venido de Argelia y un puñal arriba que todo lo que toca lo convierte en gol es posible plantar cara a cualquiera que se le ponga en frente. Poco importó que el Liverpool hiciera un buen encuentro y dominara con fases de jerarquía absoluta acompañada de ocasiones claras. Parecía todo la consecuencia de un plan que el Leicester lleva toda la temporada cumpliendo a rajatabla, el de aguantar agazapado una oportunidad de salir embalado al ataque.
El primer avisó lo dio Okazaki al poco de comenzar y bien pudo ser el definitivo. Sin embargo, en otra virtud de equipo campeón que define a este Leicester, el partido fue para largo y en ese escenario también sabe tener paciencia y hacerse fuerte el bloque de Ranieri, mutado en una segunda piel de camuflaje bajo la cual se esconde sin que sus rivales sepan cómo hacerle daño. El Liverpool lo intentó y pudo ponerse por delante, incluso sin un gran Firmino esta vez. Las llegadas más peligrosas las protagonizaron un Emre Çan multiusos y un Llallana correoso como una liebre a punto de ser cazada. En realidad el Leicester no sólo le cazó a él, sino a todos sus compañeros.
Para ello sacó a relucir sus dos armas más mortíferas, Mahrez y Vardy, cuando el choque se marchitaba. El argelino recibió un balón casi en su área y lo lanzó al desierto que había por delante como si de un saque inicial de rugby se tratase, pero con Vardy como destinatario teledirigido y conciso. El delantero inglés hizo lo que acostumbra esta temporada, perseguirlo como un perro a la pelota, pero esta vez le puso la guinda con un golpeo en parábola que dejó con la boca abierta al público, a los que lo siguieron por televisión y a los que lo verán mañana en todos los telediarios del mundo. Uno de los goles del año, uno de los que merece la pena no perderse. Ahí no quedó la cosa. Poco después, sin tiempo más que para comprobar el aturdimiento del Liverpool, Vardy, quién si no, peleó otro balón en el área y lo metió en la portería de Mignolet para disparar aún más al Leicester en la tabla, un Leicester con tres puntos sobre el City y cinco ya sobre Arsenal y Tottenham. Un Leicester, en definitiva, que va muy en serio.