Una casa llena de problemas

Walter Vargas
wvargas@ole.com.ar
Salgamos rápido del contraste de lo que en su origen fue una permuta curiosa: desprenderse de un joven rendidor, Jonathan Calleri, a cambio de un madurito insinuador: Daniel Osvaldo. Pocos hubieran imaginado que mientras a Calleri ya se lo ovaciona en tierras extrañas, el 9 estrella de las redes sociales anda en clave de enfermería. Llama la atención, eso sí, que con la doble competencia a la vista Boca no haya sumado un delantero centro de recambio. Vayamos al partido de anoche.
Si Temperley y Boca se parecen mucho, pero mucho, ¿de quién es el problema? Pues el problema es de Boca, que con el precio de uno solo de sus jugadores equipara la cotización de todo el plantel de Temperley. Boca, en fin, es una casa llena de problemas. La idea de juego, la idea madre, no se deja ver ni con baqueanos en desmalezar el Amazonas. Habría que ver cuánto de esa carencia influye en el despiste y el bajo nivel general, incluido Tevez, pero Carlitos es un tema en sí mismo. O una marcha menos, o la inconducente fascinación por su jugada, o el fastidio a flor de piel. Si la carta ganadora sigue de pretemporada, hacer las cuentas. Para peor, Arruabarrena reflota cierta tendencia a meter mano a destiempo o en clave conservadora. Su equipo terminó con cuatro defensores y dos volantes de contención versus un rival que no lo atacó. Nico Lodeiro había andado mal, muy mal, de acuerdo, pero ¿el imperativo de la hora no pasaba por acumular más y más materia gris? Si tenés la pelota casi todo el tiempo y el 90 por ciento de las jugadas terminan con el tremebundo centro de un lateral (Jonathan Silva), quiere decir que hay confusión o impotencia. O las dos cosas. Así es Boca hoy.

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