Torres y el Atlético no aflojan
Madrid, As
Definitivo. Se terminó la maldición del 9 en el Atlético. Se fue, se marchó. Es agua. Pasado. Hasta Jackson ya marca en China, pero esa es una historia que nada tiene que ver con la rojiblanca. La de Fernando Torres sí. Y El Niño, además, no deja de sumarle momentos. Si hizo el cien en el 90’ del Atlético-Eibar, no había pasado ni un minuto del Getafe-Atlético y ya tenía el 101. Adiós presión. Hola goles, benditos goles.
Lo metió Torres, pero lo fabricó Carrasco que, desde que se vistió de Maradona en el Camp Nou, no se ha quitado el traje. Eso de que los delanteros son rachas es tan viejo como el propio fútbol y, esta claro, El Niño ha enterrado la mala. Su gol convirtió el partido en viento a favor para el Atlético, dueño y señor del partido en los primeros 30 minutos con un Gabi gigante en el centro. Todo lo que hizo le salía bien. Y eso que, en el minuto 4, dio el primer susto de la tarde, al caer fulminado después de que Sarabia le pisara el tobillo derecho. Cayó fulminado y sus golpes al suelo por un momento recordaron a Tiago y su tibia, Tiago y su lesión. Pero no. El capitán sólo estuvo fuera cinco minutos para regresar aún mejor. El problema fue lo del tobillo: una señal de lo que después le pasaría al Atlético y que en ese momento nadie podía imaginar. Porque en ese momento Gabi, que no volvió a resentirse, estaba imperial, recuperando con inteligencia, distribuyendo el juego y abarcando campo. Jugaba él y encontraba fácil a Koke, a Saúl y, sobre todo, a Carrasco que volvió a dar otro recital de fútbol y velocidad y volvió locos a Sarabia y Damián cada vez que tenía el balón. Y lo tenía muchas veces. Todo el rato. Y cada vez que lo hacía era un casi. Remató en el 14’ desde la izquierda y casi hace el 0-2. Asiste a Torres en el 26’ y El Niño casi marca. El Coliseum parecía un campo lleno de autopistas para el Atlético en esos primeros 30 minutos.
Del Getafe sin noticias, un remate desviado de Sarabia en el 8’ y nada más. Perdido sin Lacen en el sistema 4-1-4-1, Pedro León y Sarabia lo intentaban, pero jugaban solos, sin amigos, con más ganas que intención. De hecho, si el Coliseum despertó justo antes del descanso no fue por el fútbol, ni siquiera para espantar el terrible frío, fue por el árbitro, que no pitó un posible penalti de Gabi sobre Víctor y subieron los decibelios y se embarulló el juego con codazos, tarjetas y hasta un intento de Pedro León de robarle la cinta del pelo a Filipe. Entonces pasó lo mejor que podía pasar, el descanso, antes de que el fútbol terminara engullido por el follón.
Pero fue comenzar la segunda y repetirse lo del tobillo, ahora con peor final y Carrasco como protagonista. Y es que pugnaba el belga un balón sin peligro con Damián cuando se dobló, solo, el tobillo, hacia dentro, y cayó como Gabi, pero a los cinco minutos no estaba otra vez sobre la hierba. Carrasco se fue del Coliseum con un esguince del ligamento lateral externo y sin volver a poder poner el pie derecho en el suelo. No fue el único. Poco después Torres comenzaba a cojear levemente, resistiéndose de esa lesión en el tobillo que lleva lastrándole a ratos toda la temporada y que se hizo, casualidad, en la primera vuelta ante el Getafe. Simeone lo cambió por Kranevitter (debut en Liga) en el 66’ y, para entonces, el Getafe ya había logrado volcar el partido hacia la portería de Oblak.
Los de Escribá todavía no disparaban entre los tres primeros palos, pero llegaba con frecuencia y, cada vez que lo hacían, inquietaban. Yoda estaba muy activo en la izquierda y Pedro León era como una mosca tocanarices alrededor de Godín. En un tris se le había puesto feo el partido al Atlético, desapacible, a juego con la tarde, cada vez más oscura sobre Getafe. Pudo iluminarla Correa, justo al final: se quedó solo en una contra ante Guaita e, incomprensiblemente, cedió el balón a Saúl en vez de disparar. Lo tenía todo a su favor. Su decisión, de Expediente X. Replicó tímido el Getafe con dos disparos de Wanderson y Sarabia, pero nada, agua, el Atlético pasó tranquilo el descuento con Óliver al mando. Y es que, antes de las curvas (Villarreal, PSV, Madrid y Real Sociedad) se concedió un respiro el Atlético, esta pequeña fiesta. Al final, el otro invitado, el Getafe, solo puso la casa.
Definitivo. Se terminó la maldición del 9 en el Atlético. Se fue, se marchó. Es agua. Pasado. Hasta Jackson ya marca en China, pero esa es una historia que nada tiene que ver con la rojiblanca. La de Fernando Torres sí. Y El Niño, además, no deja de sumarle momentos. Si hizo el cien en el 90’ del Atlético-Eibar, no había pasado ni un minuto del Getafe-Atlético y ya tenía el 101. Adiós presión. Hola goles, benditos goles.
Lo metió Torres, pero lo fabricó Carrasco que, desde que se vistió de Maradona en el Camp Nou, no se ha quitado el traje. Eso de que los delanteros son rachas es tan viejo como el propio fútbol y, esta claro, El Niño ha enterrado la mala. Su gol convirtió el partido en viento a favor para el Atlético, dueño y señor del partido en los primeros 30 minutos con un Gabi gigante en el centro. Todo lo que hizo le salía bien. Y eso que, en el minuto 4, dio el primer susto de la tarde, al caer fulminado después de que Sarabia le pisara el tobillo derecho. Cayó fulminado y sus golpes al suelo por un momento recordaron a Tiago y su tibia, Tiago y su lesión. Pero no. El capitán sólo estuvo fuera cinco minutos para regresar aún mejor. El problema fue lo del tobillo: una señal de lo que después le pasaría al Atlético y que en ese momento nadie podía imaginar. Porque en ese momento Gabi, que no volvió a resentirse, estaba imperial, recuperando con inteligencia, distribuyendo el juego y abarcando campo. Jugaba él y encontraba fácil a Koke, a Saúl y, sobre todo, a Carrasco que volvió a dar otro recital de fútbol y velocidad y volvió locos a Sarabia y Damián cada vez que tenía el balón. Y lo tenía muchas veces. Todo el rato. Y cada vez que lo hacía era un casi. Remató en el 14’ desde la izquierda y casi hace el 0-2. Asiste a Torres en el 26’ y El Niño casi marca. El Coliseum parecía un campo lleno de autopistas para el Atlético en esos primeros 30 minutos.
Del Getafe sin noticias, un remate desviado de Sarabia en el 8’ y nada más. Perdido sin Lacen en el sistema 4-1-4-1, Pedro León y Sarabia lo intentaban, pero jugaban solos, sin amigos, con más ganas que intención. De hecho, si el Coliseum despertó justo antes del descanso no fue por el fútbol, ni siquiera para espantar el terrible frío, fue por el árbitro, que no pitó un posible penalti de Gabi sobre Víctor y subieron los decibelios y se embarulló el juego con codazos, tarjetas y hasta un intento de Pedro León de robarle la cinta del pelo a Filipe. Entonces pasó lo mejor que podía pasar, el descanso, antes de que el fútbol terminara engullido por el follón.
Pero fue comenzar la segunda y repetirse lo del tobillo, ahora con peor final y Carrasco como protagonista. Y es que pugnaba el belga un balón sin peligro con Damián cuando se dobló, solo, el tobillo, hacia dentro, y cayó como Gabi, pero a los cinco minutos no estaba otra vez sobre la hierba. Carrasco se fue del Coliseum con un esguince del ligamento lateral externo y sin volver a poder poner el pie derecho en el suelo. No fue el único. Poco después Torres comenzaba a cojear levemente, resistiéndose de esa lesión en el tobillo que lleva lastrándole a ratos toda la temporada y que se hizo, casualidad, en la primera vuelta ante el Getafe. Simeone lo cambió por Kranevitter (debut en Liga) en el 66’ y, para entonces, el Getafe ya había logrado volcar el partido hacia la portería de Oblak.
Los de Escribá todavía no disparaban entre los tres primeros palos, pero llegaba con frecuencia y, cada vez que lo hacían, inquietaban. Yoda estaba muy activo en la izquierda y Pedro León era como una mosca tocanarices alrededor de Godín. En un tris se le había puesto feo el partido al Atlético, desapacible, a juego con la tarde, cada vez más oscura sobre Getafe. Pudo iluminarla Correa, justo al final: se quedó solo en una contra ante Guaita e, incomprensiblemente, cedió el balón a Saúl en vez de disparar. Lo tenía todo a su favor. Su decisión, de Expediente X. Replicó tímido el Getafe con dos disparos de Wanderson y Sarabia, pero nada, agua, el Atlético pasó tranquilo el descuento con Óliver al mando. Y es que, antes de las curvas (Villarreal, PSV, Madrid y Real Sociedad) se concedió un respiro el Atlético, esta pequeña fiesta. Al final, el otro invitado, el Getafe, solo puso la casa.