Rusia y EE UU marcan el paso como en la Guerra Fría

Los partes en el conflicto y sus aliados maniobran a la sombra de las grandes potencias

Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
El primer ministro ruso, Dmitri Medvedev, lo había reconocido con sinceridad. “Si comienzan las operaciones de varios países sobre el terreno, será una guerra de todos contra todos”, declaraba esta semana al diario alemán Handelsblatt. “Los estadounidenses y sus aliados árabes tienen que decidir si quieren tener un conflicto permanente en Siria”, apostilló el jefe de Gobierno, en una advertencia que recuerda a la estrategia de la disuasión de la Guerra Fría. La clave es impedir males mayores: previsiblemente la intervención terrestre de fuerzas turcas y saudíes en apoyo de los insurgentes alzados contra el régimen de Bachar El Asad. La decisión adoptada en Múnich en la madrugada del viernes implica el reconocimiento de la supremacía de Washington y Moscú sobre la veintena de países implicados de una u otra forma en el conflicto, a los que se vuelve a marcar el paso sin contemplaciones. El objetivo no es otro que evitar una nueva guerra global que inevitablemente acabaría enfrentado a las dos grandes potencias. A una semana de un eventual alto el fuego, y con todas las escépticas cautelas sobre la mesa, este sería, a grandes rasgos, el paisaje actual de la batalla siria y su entorno internacional.


Régimen. El Gobierno de Damasco sale reforzado tras casi dos semanas de bombardeos rusos para cortar las líneas de suministro de las milicias rebeldes en el norte del país. El Asad, que el pasado verano se veía acorralado en su feudo de la región mediterránea de Latakia se atreve ahora a anunciar que seguirá combatiendo a la oposición aunque siga negociando en Ginebra, y adelanta que su estrategia es la de una “larga guerra” para recuperar el control de todo el país.

Aliados del régimen. Mientras Rusia lleva el peso del esfuerzo militar con un costosísimo despliegue de cazabombarderos y misiles, los Guardianes de la Revolución de Irán y la milicia libanesa chií de Hezbolá pagan un alto precio con las vidas de decenas de sus combatientes sobre el terreno.

Oposición. Los partidos y milicias unidos integrados el Alto Comité Negociador se negaban a finales de enero a entablar conversaciones con el régimen en la sede de la ONU en Ginebra. Exigían condiciones como el fin de los bombardeos, la liberación de presos y el envío de ayuda humanitaria para cientos de miles de civiles asediados por las fuerzas gubernamentales. Tras la campaña de bombardeos rusos en torno a Alepo, su portavoz enviaba este viernes mensajes a la prensa internacional cono el mensaje: “Nos veremos pronto en Ginebra”.

Yihadistas. El Frente Al Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria, está sufriendo los embates de la aviación rusa. Calificado como grupo terrorista por la ONU, su alianza con fuerzas islamistas encuadradas en Alto Comité Negociador ha servido de pretexto al Kremlin para bombardear descaradamente a la oposición siria en el norte del país. El Estado Islámico (ISIS) parece mantener un perfil bajo en el actual escenario. Acosado en Irak ante una próxima batalla en Mosul, después de haber perdido en 2015 más del 15% del territorio que controlaba en Siria, muchos de sus combatientes extranjeros están abandonando el frente para instalarse en Libia, según los servicios de inteligencia estadounidenses.

Kurdos. El Partido de Unidad Democrática (PYD) y sus milicias de las Unidades de Protección Popular (YPG) controlan amplias zonas del noreste del país y cuentan con el respaldo de Estados Unidos. Turquía vetó su presencia en las conversaciones de Ginebra.

Turquía. La estrategia del presidente, Recep Tayyip Erdogan, no parece haber dado más resultado que el aislamiento. Ankara se ha enfrentado al Kremlin tras el derribo de un avión ruso en su frontera y a Washington, al no permitir que los milicianos kurdos sirios rompan las líneas del Estado Islámico en la frontera entre Siria y Turquía. Ahora vuelve a esgrimir la amenaza de la última oleada de refugiados huidos de Alepo y su región.

Arabia Saudí y los países del Golfo. Riad arde en deseos por intervenir con fuerzas especiales sobre el terreno, oficialmente para combatir al ISIS. Por ahora, el Gobierno saudí sigue marchando en Siria al paso que le marcan rusos y norteamericanos, mientras intenta ganar influencia sobre el comité negociador de la oposición.

Occidente. Estados Unidos focaliza su despliegue en la región en la lucha contra el Estado Islámico, mediante la coalición internacional que encabeza y que golpea con bombardeos aéreos al califato desde el verano de 2014. Europa —habitual convidado de piedra, aunque algunos países participen en la coalición de EE UU— esperará a que algún día se le presente la factura para la reconstrucción de un país arrasado.

Israel. No es su guerra, dicen, pero le preocupa que las fuerzas chiíes de Hezbolá e Irán se instalen en sus fronteras con Líbano y Siria.

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