Peñaranda encuentra al niño que le pidió su camiseta
Madrid, AS
A veces el fútbol ofrece historias mágicas, pequeños gestos que pueden ser conmovedores. Oliver llegó a la Ciudad Deportiva del Granda acompañado por sus padres para darse un abrazo con Peñaranda y llevarse a casa su camiseta, tal y como había pedido hace unos días en el partido ante el Real Madrid. Aquella tarde en su pancarta decía: “Ni la de Cristiano ni la de Marcelo. Tu camiseta, Peñaranda”. Ese cartón fue uno más entre un ciento, sin nada especial aparentemente.
Pero ese letrero fue rescatado del olvido por el propio Peñaranda, que el pasado martes se propuso encontrar al pequeño para poder satisfacer su deseo y escribió en su cuenta de Twitter: “Alguien conoce a este niño? Los estoy buscando para regalarle mi camiseta”, pregunta que en pocas horas había sido compartida miles de veces y apenas un día después había obtenido respuesta.
Fue remover Roma con Santiago hasta conseguirlo. Y allí estaba Oliver, con sus 12 años recién cumplidos, su sonrisa de oreja a oreja, nervioso y con los ojos desbordados de emoción. Con su camiseta y su abrazo, con gestos de no creérselo, como si todo fuera un sueño. Peñaranda le recibió en la Ciudad Deportiva con todos los honores y consiguió que el niño se sintiera muy especial. Fue un encuentro breve pero muy emotivo.
El caso de Adalberto Peñaranda no tiene precedentes en Granada. Desde que el equipo regresó a Primera División han sido muchos los jugadores queridos por la afición, desde Lucena a Fran Rico pasando por Roberto, Siqueira, Nyom y algunos otros. Pero nunca un jugador había levantado tantas pasiones como Peñaranda en tan poco tiempo, como si el público hubiese sido testigo del alumbramiento de una estrella de grandes proporciones.
Cabe destacar que el venezolano llegó el pasado verano al Granada para jugar en Segunda B, en el filial, y que su debut en Primera no llegó hasta finales del mes de noviembre frente al Athletic de Bilbao. Será por su juventud, su cara de niño, o por su aire desenfadado, su pasado humilde, o por todas las cosas que es capaz de hacer en el campo. O por todo a la vez. Sea por lo que sea, Peñaranda levanta pasiones.
A veces el fútbol ofrece historias mágicas, pequeños gestos que pueden ser conmovedores. Oliver llegó a la Ciudad Deportiva del Granda acompañado por sus padres para darse un abrazo con Peñaranda y llevarse a casa su camiseta, tal y como había pedido hace unos días en el partido ante el Real Madrid. Aquella tarde en su pancarta decía: “Ni la de Cristiano ni la de Marcelo. Tu camiseta, Peñaranda”. Ese cartón fue uno más entre un ciento, sin nada especial aparentemente.
Pero ese letrero fue rescatado del olvido por el propio Peñaranda, que el pasado martes se propuso encontrar al pequeño para poder satisfacer su deseo y escribió en su cuenta de Twitter: “Alguien conoce a este niño? Los estoy buscando para regalarle mi camiseta”, pregunta que en pocas horas había sido compartida miles de veces y apenas un día después había obtenido respuesta.
Fue remover Roma con Santiago hasta conseguirlo. Y allí estaba Oliver, con sus 12 años recién cumplidos, su sonrisa de oreja a oreja, nervioso y con los ojos desbordados de emoción. Con su camiseta y su abrazo, con gestos de no creérselo, como si todo fuera un sueño. Peñaranda le recibió en la Ciudad Deportiva con todos los honores y consiguió que el niño se sintiera muy especial. Fue un encuentro breve pero muy emotivo.
El caso de Adalberto Peñaranda no tiene precedentes en Granada. Desde que el equipo regresó a Primera División han sido muchos los jugadores queridos por la afición, desde Lucena a Fran Rico pasando por Roberto, Siqueira, Nyom y algunos otros. Pero nunca un jugador había levantado tantas pasiones como Peñaranda en tan poco tiempo, como si el público hubiese sido testigo del alumbramiento de una estrella de grandes proporciones.
Cabe destacar que el venezolano llegó el pasado verano al Granada para jugar en Segunda B, en el filial, y que su debut en Primera no llegó hasta finales del mes de noviembre frente al Athletic de Bilbao. Será por su juventud, su cara de niño, o por su aire desenfadado, su pasado humilde, o por todas las cosas que es capaz de hacer en el campo. O por todo a la vez. Sea por lo que sea, Peñaranda levanta pasiones.