Mensaje doliente de Matt Busby (1958)

Alfredo Relaño
Trece días después del desastre de Múnich, el Manchester United volvió a jugar. La vida tenía que seguir. Ocho de sus jugadores habían muerto en la catástrofe, junto a algunos miembros más del club, otros habían sobrevivido, pero muy pocos estaban repuestos. Duncan Edwards, la perla del equipo, el fabuloso medio que había llegado a estrella internacional antes de cumplir los veinte años, era el que peor se encontraba. Para aquel partido de Copa ante el Sheffield Wednesday, solo dos de los que viajaban en el avión se hallaban disponibles: Gregg, el portero, Bill Foulkes. Una masa de 60 000 espectadores se concentró en el campo. Antes del partido los altavoces emitieron un mensaje previamente grabado por el mánager Matt Busby, aún convaleciente en el hospital de Múnich, lo mismo que Bobby Charlton y unos cuantos más. El mensaje, escuchado en un silencio sepulcral, significó quizá el momento más emotivo en la historia del fútbol. Con voz ronca y apagada, Busby enviaba su testimonio de dolor a las familias de los fallecidos, expresaba la confianza en que el resto se recuperara bien, incluido él mismo, lanzaba un mensaje de ánimo a los jugadores que iban a afrontar el partido y también un abrazo a la afición. Así empezaba su alocución: «Damas y caballeros: les hablo desde una cama en el hospital de Múnich. Después del accidente sufrido hace aproximadamente un mes, les gustará saber que los jugadores que quedan y yo mismo nos vamos reponiendo poco a poco».


El Manchester, recompuesto con suplentes, juveniles y algún fichaje de urgencia, ganó aquel partido por 3-0 ante una multitud emocionada. Uno de los goles lo marcó el entonces veinteañero Shay Brennan, debutante aquel día, y que diez años más tarde habría de ganar, ya como titular consagrado y con Bobby Charlton como líder del equipo, la Copa de Europa en la final disputada en Wembley ante el Benfica. La victoria sirvió de algún consuelo, pero Gregg y Foulkes declararon haber vivido una sensación extraña. Tres días después fallecía Duncan Edwards, al cabo de dos semanas luchando entre la vida y la muerte. Con él perdía el Manchester al que podría haber sido, junto a Bobby Charlton, el gran soporte del equipo y de la selección inglesa durante más de una década.

El futuro inmediato iba a ser difícil para el United, que cuando ocurrió el accidente iba tercero en la liga. De los catorce partidos que quedaban hasta el final perdió ocho, ganó uno y empató cinco. Terminó noveno. En la Copa consiguió alcanzar la final, como había ocurrido el año anterior. Esta vez, ante el Bolton. Y, como el año anterior, la perdió por una decisión polémica del árbitro, que concedió el segundo gol del Bolton cuando una carga de Lofthouse mandó a Gregg dentro de la portería, con el balón atrapado. Lo mismo había ocurrido un año antes, contra el Aston Villa, cuando el delantero Peter McParland había metido en la portería, con el balón igualmente atrapado, a Ray Wood, que había sido el meta del United en aquella otra final.

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