La visita de Renzi abre una nueva era de la política exterior argentina

Buenos Aires, El País
Mauricio Macri está dando un giro radical en casi todas las facetas clave de Argentina, pero tal vez la más inmediata y evidente es la política exterior. La visita de dos días a Buenos Aires del primer ministro italiano, Matteo Renzi, se convirtió en el símbolo definitivo de esa nueva era. Hacía 18 años que no viajaba un primer ministro italiano a un país con 900.000 ciudadanos de esa nacionalidad y millones de descendientes, entre ellos el propio presidente, cuyo padre llegó a Argentina con 18 años desde su Calabria natal. La próxima semana llegará el francés François Hollande y rematará esta imagen del regreso de Argentina la ortodoxia y a los ejes centrales clásicos –Unión Europea, EEUU, Brasil- también en política exterior. España, país clave en Argentina, donde están sus grandes empresas –telefónicas, bancos, autopistas, energéticas- se ha quedado atrás en esta nueva etapa porque su Gobierno está en funciones y eso impide cualquier visita oficial.


“Estamos recuperando nuestra relación con el mundo”, sentenció un orgulloso Macri en la comparecencia conjunta con Renzi en la Casa Rosada. El argentino está encantado con el recibimiento que está teniendo su victoria en los grandes gobiernos europeos, y no solo en los de centro-derecha, como Alemania o España, sino también en los de centro-izquierda como Italia o Francia. Renzi es un moderado que viene de la democracia cristiana pero ahora es el líder del Partido Democrático (PD), cuyo origen está en el Partido Comunista Italiano.

Exultante, Macri incluso bromeó con la aparente competencia de Renzi y Hollande para ver quién viajaba primero a Argentina a buscar posibles negocios para empresas italianas y sobre todo para avanzar en el acuerdo Unión Europea-Mercosur, atascado desde hace 20 años y que ahora se pretende revitalizar. Mientras hablaban sonó un fuerte ruido del algún micrófono acoplado. “Este ruido lo hizo Hollande porque Renzi se le adelantó, llegó primero a Argentina”, bromeó Macri.

La política exterior argentina de los últimos años, con Cristina Fernández de Kirchner como presidenta, se alejó de la Unión Europea y de EEUU para acercarse mucho más a Venezuela, China, Rusia o Irán. El regreso de este país clave de América Latina a la ortodoxia ha hecho que el primer ministro italiano haya cruzado el planeta en exclusiva para viajar a Argentina, donde se quedó poco más de 24 horas.

“Hace 18 años que no venía aquí un primer ministro italiano. Es una locura. Pido perdón en nombre de Italia. Hay más italianos en Buenos Aires que en Bologna, somos naciones hermanas”, aseguró Renzi para atraerse al público argentino.

En realidad el principal motivo de la visita es económico. Renzi y Hollande están muy interesados en el acuerdo UE-Mercosur y también en el gran plan de infraestructuras que Macri va a intentar poner en marcha si encuentra financiación –antes tendrá que pactar con los fondos buitre-. De hecho Renzi visitó con Macri las obras del soterramiento de un ferrocarril que atraviesa la capital, el Sarmiento, una obra paralizada desde 2006. En las obras participa la italiana Ghella.

Hollande también vendrá con decenas de empresarios para buscar oportunidades de negocio en “uno de los países más ricos del mundo”, según la insistente definición del italiano. “Queremos dejar de ser el granero del mundo para ser el gran supermercado del mundo”, aseguró Macri para mostrar el interés por promover con empresas italianas y francesas la industria alimenticia. “Hay grandes expectativas en todo el mundo por lo que pueda hacer Macri, un gran entusiasmo. Argentina entra en una nueva fase. En los próximos 18 meses vendremos mucho para compensar lo de los últimos 18 años. En junio vendrán 300 empresarios italianos”, explicó Renzi.

Todos desean volver a invertir en Argentina pero antes Macri tendrá que resolver los profundos problemas económicos que tiene su país. De momento no está siendo capaz de controlar el que más afecta a los ciudadanos, la inflación, que está descontrolada en el 30% y ya empieza a perjudicar la imagen del presidente, aún muy bien valorado después de su inesperado éxito electoral pero que ya empieza a notar la dificultad de gestionar un país muy complejo en el que ganó por solo tres puntos de diferencia.

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