La vergüenza de tomarse una foto con el presidente de México



México, AFP
Por lo regular uno trata de no moverse para salir en la foto y más si en ella aparece el mero ‘preciso’, lo cual se convierte en una prueba fehaciente de que, al menos por un rato, uno estuvo en la estratósfera de los accesos VIP, restregándole la imagen a propios y extraños a través de las redes sociales.


Pero muchas veces los caminos de la vida no son como uno pensaba, como los imaginaba ni como uno creía, pues resulta que esa misma estampa de orgullo puede convertirse en un símbolo de pena cuando después de un tiempo uno de los involucrados resulta ser la estrella del influyentismo, la prepotencia y la falta de estilo cuando se supone que uno se encontraba departiendo entre pura gente bien.

Este es el caso de fotografías tomadas ya hace algunos meses en las que aparece un personaje llamado Raúl Libién Santiago, quien protagonizara una historia destapacaños en la Ciudad de México que raya prácticas gansteriles y de la que aún hay bastante hilo que jalar.

Todo empezó hace poco más de una semana, en un operativo realizado por la delegación Miguel Hidalgo para poner orden en las calles , parte de un trabajo que se encuentra realizando el funcionario Arne aus den Ruthen Haag y que él mismo ha denominado como “VecinoGandalla”, pues se sanciona a todos aquellos habitantes de la demarcación que se lucen por imponer sus propias reglas bajo una sola máxima: porque quieren y porque pueden.

Una de las características de estos operativos es que se transmiten en vivo a través e la aplicación Periscope, aunque los protagonistas no lo saben (al menos hasta antes del suceso en cuestión), por lo que imaginando que simplemente los están grabando son exhibidos sacado lo ‘mejor’ de sí, demostrando que eso de enseñar el código postal en puro mito, pues agresivos, mal hablados y valetodo han sido ventilados en barrios populares como en los más exclusivos y pudientes.

Pues bien, los videos en vivo de Arne se han convertido en el mejor reality show de los últimos tiempos, con personas que tiran basura en la vía pública, privatizan banquetas y sobre todo, incumplen el reglamento vial de la capital. Si bien iban cobrando popularidad, nada se compara con lo que sucedió el 10 de febrero.

Ese día, o más bien esa noche, el funcionario llegó solo (porque así lo hace y poco a poco va pidiendo apoyo) a una casa, mansión, caserón, ubicada en Paseo de la Reforma en la zona de Las Lomas, donde la acera estaba ocupada y bloqueada en su totalidad por automóviles de escoltas, guaruras, guarros (perdón, pero esto último resultaron ser) quienes al ser notificados que además de ser infraccionados serían remolcados al corralón empezaron a ponerse calientes.

Y es ahí donde el reality show empezó a mostrar y quemar al México citadino, el verdadero yo de la moderna urbe. Por un lado, los guardaespaldas empezaron a pedir ‘la atención’ del funcionario (traducción: eso es pedir que por ser alguien influyente o vinculado a alguien con influencia le pasen las faltas comedidas) mientras los policías de tránsito hacían como si la virgen les hablara, demorándose lo más posible en aplicar las multas correspondientes y poniendo pretextos para no aplicar todas las sanciones.

Al notar que el funcionario no cedía, el tono fue subiendo, pasando entonces a la intimidación con sus cuerpos de ropero con llavecita puesta y de ahí a la esperada llamada. Eso en México es como un milagro aplicado por el Papa, pues basta con que alguien le diga, “le habla el licenciado” para que se abran puertas, se cierren casos, se multiplique el vino y mar rojo del Periférico se divida en dos.

Sin saber que estaban siendo lanzados al estrellato en vivo y a todo color, y como Arne aus den Ruthen se negó a contestar la divina llamada, entonces pasaron a poner el altavoz para que surgiera la voz de Raúl Libién, identificado así por los mismos guardaespaldas (porque esperaban que como Mufasa, escucharan su nombre y sintieran meeeeyo), dando paso a su espléndido repertorio culinario caníbal, donde se pelan y se comen partes corporales rompiendo el gusto en géneros. Así surgió ‘Lord me la pelas’, bautizado así por el mismo funcionario, quien se hizo acreedor a una bonita flota de automóviles decomisados porque en aras de demostrar poder, el señor Libién le dijo que se los regalaba para que se los metiera… en el corralón.

Entradas populares