El Papa pide un “México donde no haya que emigrar para soñar”
Francisco ofició este domingo una misa en Ecatepec, uno de los municipios más pobres y violentos de México
Pablo Ordaz
México, El País
El papa Francisco se acercó este domingo a Ecatepec, uno de los municipios más pobres y violentos de México, para pedir un país “donde no haya necesidad de emigrar para soñar, de ser explotado para trabajar, de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos”. Por si no hubiese quedado claro en sus discursos del sábado ante el poder político y eclesial, Jorge Mario Bergoglio redobló su denuncia contra la corrupción y “los traficantes de la muerte”.
Ninguna agencia de viajes tiene a Ecatepec entre sus destinos. No es fácil encontrar un vecino del cercano valle de México –más de 20 millones de habitantes—que haya visitado por gusto esta ciudad de 1,6 millones de habitantes perteneciente al Estado de México. Aquí, durante solo una década, 2.318 mujeres jóvenes fueron asesinadas sin que el Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, quien gobernó este Estado de 2005 a 2011, ni el cardenal Norberto Rivera, el oscuro líder de la Iglesia mexicana, hayan logrado prestar protección o consuelo a unas madres que, como Ludy Jiménez, viven atrapadas por el miedo. “Yo sé cuando mis hijos salen”, dice, “pero no si van a volver. A diario hay asaltos en los transportes públicos. Con navajas, con pistolas. Intentar salir adelante, pero ni el Gobierno nos apoya ni nuestra Iglesia nos acompaña. Somos gente pobre en un país tan rico. Estamos marcados por eso. La impotencia de tanta injusticia”.
Dice Ludy Jiménez que decidió venir a la misa papal en Ecatepec –a pesar de la larga caminata y del frío extremo de la madrugada al relente-- porque se sintió conmovida por las palabras que Bergoglio pronunció el sábado ante los obispos mexicanos. “Les dijo exactamente a la cara lo que nosotros pensamos de ellos”, dice, “que salgan de las iglesias, que vengan a ayudarnos, porque durante todo este tiempo tan duro en que nuestras hijas desaparecían para luego encontrarlas a pedazos en el río de Los Remedios nos hemos sentido abandonadas, huérfanas de Iglesia”. Muy cerca de ella, María del Carmen Rosas, le da la razón y agrega: “Él Papa ha venido a México para sacudir a la Iglesia, que estaba dormida. Y ha venido también a decirle al pueblo que se lance a la calle, que luche por sus derechos”.
Durante solo una década, 2.318 mujeres jóvenes fueron asesinadas en Ecatepec
Es curioso. Durante la tarde del sábado, bastaba leer los mensajes de Twitter de algunos líderes políticos y religiosos mexicanos para comprobar que no se habían dado por aludidos ante las duras palabras del Papa contra la corrupción o la pasividad de la Iglesia. En cambio, apenas unas horas después, en una explanada de Ecatepec ocupada por más de 300.000 personas, Ludy Jiménez y María del Carmen Rosa, sin estudios y sin trabajo, entendieron perfectamente a Francisco cuando definió la palabra corrupción. “Es tener el pan a base del sudor del otro o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, a amargura, a sufrimiento. Ese es el pan que, en una familia o en una sociedad corrupta, se le da de comer a los propios hijos”.
Pablo Ordaz
México, El País
El papa Francisco se acercó este domingo a Ecatepec, uno de los municipios más pobres y violentos de México, para pedir un país “donde no haya necesidad de emigrar para soñar, de ser explotado para trabajar, de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos”. Por si no hubiese quedado claro en sus discursos del sábado ante el poder político y eclesial, Jorge Mario Bergoglio redobló su denuncia contra la corrupción y “los traficantes de la muerte”.
Ninguna agencia de viajes tiene a Ecatepec entre sus destinos. No es fácil encontrar un vecino del cercano valle de México –más de 20 millones de habitantes—que haya visitado por gusto esta ciudad de 1,6 millones de habitantes perteneciente al Estado de México. Aquí, durante solo una década, 2.318 mujeres jóvenes fueron asesinadas sin que el Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, quien gobernó este Estado de 2005 a 2011, ni el cardenal Norberto Rivera, el oscuro líder de la Iglesia mexicana, hayan logrado prestar protección o consuelo a unas madres que, como Ludy Jiménez, viven atrapadas por el miedo. “Yo sé cuando mis hijos salen”, dice, “pero no si van a volver. A diario hay asaltos en los transportes públicos. Con navajas, con pistolas. Intentar salir adelante, pero ni el Gobierno nos apoya ni nuestra Iglesia nos acompaña. Somos gente pobre en un país tan rico. Estamos marcados por eso. La impotencia de tanta injusticia”.
Dice Ludy Jiménez que decidió venir a la misa papal en Ecatepec –a pesar de la larga caminata y del frío extremo de la madrugada al relente-- porque se sintió conmovida por las palabras que Bergoglio pronunció el sábado ante los obispos mexicanos. “Les dijo exactamente a la cara lo que nosotros pensamos de ellos”, dice, “que salgan de las iglesias, que vengan a ayudarnos, porque durante todo este tiempo tan duro en que nuestras hijas desaparecían para luego encontrarlas a pedazos en el río de Los Remedios nos hemos sentido abandonadas, huérfanas de Iglesia”. Muy cerca de ella, María del Carmen Rosas, le da la razón y agrega: “Él Papa ha venido a México para sacudir a la Iglesia, que estaba dormida. Y ha venido también a decirle al pueblo que se lance a la calle, que luche por sus derechos”.
Durante solo una década, 2.318 mujeres jóvenes fueron asesinadas en Ecatepec
Es curioso. Durante la tarde del sábado, bastaba leer los mensajes de Twitter de algunos líderes políticos y religiosos mexicanos para comprobar que no se habían dado por aludidos ante las duras palabras del Papa contra la corrupción o la pasividad de la Iglesia. En cambio, apenas unas horas después, en una explanada de Ecatepec ocupada por más de 300.000 personas, Ludy Jiménez y María del Carmen Rosa, sin estudios y sin trabajo, entendieron perfectamente a Francisco cuando definió la palabra corrupción. “Es tener el pan a base del sudor del otro o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, a amargura, a sufrimiento. Ese es el pan que, en una familia o en una sociedad corrupta, se le da de comer a los propios hijos”.