El Madrid es Modric
Descomunal partido del croata culminado un gol desde 20 metros. Una obstrucción de Gil Manzano al croata permitió empatar a un gran Granada. Benzema volvió a marcar.
Madrid, As
Zidane ya no tiene la propiedad del Madrid. El Madrid es Modric, genio multifuncional con dinamismo, quite, mando, salida, pase y remate. De un disparo de francotirador abatió al Granada para rematar un curso de dirección descomunal. Ni Gil Manzano, que le quitó la pelota para facilitar el empate del Granada, le sacó del partido.
De aquel Granada de la Edad Media, los setenta, no quedan más que un mal recuerdo y las franjas verticales de la camiseta. Hoy, y aun habiendo pasado diez jornadas tras la línea roja del descenso, se agrupa en torno al buen gusto, el método con y sin balón y dos exteriores, Success y Peñaranda, que por edad deberían andar en secundaria y que en esto apuntan alto. La velocidad, virtud que ni se enseña ni se entrena, está de su parte. También la inmadurez. Peñaranda perdió de vista a Carvajal y por ahí comenzó a perder su equipo sin merecerlo.
Con Danilo tiró más de una hora Zidane en el Villamarín. Difícilmente volverá a incapacitar esa banda. En Carvajal ha encontrado un extremo al que buscan James y Modric con insistencia. Y el canterano es un permanente efecto sorpresa. Más ante el flanco izquierdo del Granada, que tiene dos jugadores de buen pie, Foulquier y Peñaranda, pero pocos colmillos. Así que después de dos avisos acabó regalándole el gol a Benzema, cuyo juego es pariente del ballet clásico. Con la sangre de reptil que le caracteriza despachó el regalo de Carvajal. Siete goles en cinco partidos con Zidane lleva. No sabe lo que es irse sin marcar en 2016. Del gato que dejó Mourinho no queda ya rastro.
Hasta entonces, y después, el Granada se le hizo extraordinariamente desagradable al Madrid. Sus mediocentros soportaron el partido y piratearon la pelota. Y Success y Peñaranda resultaron una constante fuerza de asalto. Dos velocistas probando, con insistencia, a Marcelo y Carvajal, que tienen mejor ida que vuelta. Barral, recién llegado, aprovechó poco su trabajo. Y Rochina, jugador franquicia desde hace semanas, emergió en la segunda mitad. Aún así, entre todos metieron en un jardín al Madrid.
James, acogido a las medidas de reinserción, dejó dos pases fantásticos, uno de ellos desaprovechado por Cristiano, pero a su glamour le falta el convencimiento de que también hay un fútbol sin pelota, más desagradecido pero imprescindible. En eso se aplicó más Isco, a costa de perder burbujas en el ataque. Cristiano volvió a bajar su temperatura y Kroos tuvo otro partido valle. Modric volvió a ser el andamio del equipo, por voluntad y conocimiento del oficio. Nadie blanquea el juego como él en esta Liga.
Para el Madrid cualquier empate es catastrófico y cualquier derrota, irreparable. Y en esas se vio por un accidente cuando parecía haber domado al Granada. Primero Andrés Fernández hizo el milagro de sacarle un mano a mano a Benzema y después, Gil Manzano se convirtió en estorbo para Modric. Su obstrucción al croata inició la contra de Rochina, cuyo pase lo rentabilizó el recién llegado El Arabi. Una intromisión involuntaria, pero decisiva, que reingresó al Granada en el partido. Volvió a apretar el grupo de Sandoval, le anularon un gol y pidió un penalti. En estos dos lances sí se cargó de razón el colegiado. Y con el Madrid apresurado y angustiado Modric completó su obra maestra con un remate centella desde 20 metros insuperable. El Madrid debe aterrarse si le escucha estornudar.
Madrid, As
Zidane ya no tiene la propiedad del Madrid. El Madrid es Modric, genio multifuncional con dinamismo, quite, mando, salida, pase y remate. De un disparo de francotirador abatió al Granada para rematar un curso de dirección descomunal. Ni Gil Manzano, que le quitó la pelota para facilitar el empate del Granada, le sacó del partido.
De aquel Granada de la Edad Media, los setenta, no quedan más que un mal recuerdo y las franjas verticales de la camiseta. Hoy, y aun habiendo pasado diez jornadas tras la línea roja del descenso, se agrupa en torno al buen gusto, el método con y sin balón y dos exteriores, Success y Peñaranda, que por edad deberían andar en secundaria y que en esto apuntan alto. La velocidad, virtud que ni se enseña ni se entrena, está de su parte. También la inmadurez. Peñaranda perdió de vista a Carvajal y por ahí comenzó a perder su equipo sin merecerlo.
Con Danilo tiró más de una hora Zidane en el Villamarín. Difícilmente volverá a incapacitar esa banda. En Carvajal ha encontrado un extremo al que buscan James y Modric con insistencia. Y el canterano es un permanente efecto sorpresa. Más ante el flanco izquierdo del Granada, que tiene dos jugadores de buen pie, Foulquier y Peñaranda, pero pocos colmillos. Así que después de dos avisos acabó regalándole el gol a Benzema, cuyo juego es pariente del ballet clásico. Con la sangre de reptil que le caracteriza despachó el regalo de Carvajal. Siete goles en cinco partidos con Zidane lleva. No sabe lo que es irse sin marcar en 2016. Del gato que dejó Mourinho no queda ya rastro.
Hasta entonces, y después, el Granada se le hizo extraordinariamente desagradable al Madrid. Sus mediocentros soportaron el partido y piratearon la pelota. Y Success y Peñaranda resultaron una constante fuerza de asalto. Dos velocistas probando, con insistencia, a Marcelo y Carvajal, que tienen mejor ida que vuelta. Barral, recién llegado, aprovechó poco su trabajo. Y Rochina, jugador franquicia desde hace semanas, emergió en la segunda mitad. Aún así, entre todos metieron en un jardín al Madrid.
James, acogido a las medidas de reinserción, dejó dos pases fantásticos, uno de ellos desaprovechado por Cristiano, pero a su glamour le falta el convencimiento de que también hay un fútbol sin pelota, más desagradecido pero imprescindible. En eso se aplicó más Isco, a costa de perder burbujas en el ataque. Cristiano volvió a bajar su temperatura y Kroos tuvo otro partido valle. Modric volvió a ser el andamio del equipo, por voluntad y conocimiento del oficio. Nadie blanquea el juego como él en esta Liga.
Para el Madrid cualquier empate es catastrófico y cualquier derrota, irreparable. Y en esas se vio por un accidente cuando parecía haber domado al Granada. Primero Andrés Fernández hizo el milagro de sacarle un mano a mano a Benzema y después, Gil Manzano se convirtió en estorbo para Modric. Su obstrucción al croata inició la contra de Rochina, cuyo pase lo rentabilizó el recién llegado El Arabi. Una intromisión involuntaria, pero decisiva, que reingresó al Granada en el partido. Volvió a apretar el grupo de Sandoval, le anularon un gol y pidió un penalti. En estos dos lances sí se cargó de razón el colegiado. Y con el Madrid apresurado y angustiado Modric completó su obra maestra con un remate centella desde 20 metros insuperable. El Madrid debe aterrarse si le escucha estornudar.