El discurso de los heterodoxos seduce a New Hampshire
El magnate Trump y el socialista Sanders son los favoritos ante las primarias del martes
Amanda Mars
New Hampshire, El País
Los sondeos para las primarias de la campaña electoral de Estados Unidos en New Hampshire, un lugar imprevisible por el dominio del votante independiente, dan como favoritas a las ofertas más heterodoxas: Donald Trump, entre los republicanos, y Bernie Sanders, entre los demócratas. Ambos se disputan el voto del descontento y coinciden en su rechazo al tratado de comercio del Pacífico. Aunque sus soluciones se encuentran a años luz.
Trump llega a New Hampshire con una distancia virtual enorme respecto a sus rivales republicanos por la candidatura a las presidenciales. Las encuestas le dan la victoria con el 31% de los votos, el doble que al segundo (el senador de Florida Marco Rubio, con el 16%). “Voy a traer los empleos de China de vuelta”, dijo anoche el magnate en el debate de su partido. “Vamos a conseguir que Apple empiece a fabricar sus malditos ordenadores en este país en lugar de en otros”, había enfatizado anteriormente.
También Bernie Sanders, a quien las encuestas otorgan un 55% de los votos de New Hampshire frente al 39,8% de Hillary Clinton, brama contra la pérdida de empleos industriales en EE UU a favor de países con mano de obra barata. El senador de Vermont lo ha recalcado esta semana en campaña y en el debate con Clinton: “Creo en el comercio internacional. Pero los acuerdos de los últimos 30 años estaban redactados por la América empresarial y supusieron la pérdida de millones de empleos con sueldos decentes. Se han perdido 60.000 fábricas desde 2001 y vivimos una espiral de condiciones a la baja en la que las empresas dicen: ‘¿No quieres rebajarte el salario? Pues nos vamos a China”.
EE UU es la economía avanzada que más crece y se encuentra en una situación de prácticamente pleno empleo. Pero los salarios no se equiparan a esas grandes cifras, y la desigualdad ha ido en aumento pese a la salida de la Gran Recesión. Hay casi 47 millones de pobres, casi un 15% de la población, la tasa más alta desde los noventa. En este escenario, el Acuerdo de Asociación Transpacífico, que Barack Obama ha definido como “el marco comercial del siglo XXI” y que implica unir al 40% de la economía mundial, despierta recelos.
Distintos estilos y mensaje
El malestar es campo abonado para algunos mensajes. Bernie Sanders está basando su campaña en el ataque a Wall Street y en acusar a Clinton de formar parte de ese mundo. Sin embargo, es muy poco concreto a la hora de explicar cómo va a impulsar y financiar la sanidad y la educación universal gratuita que defiende, y pincha en su estrategia en política exterior.
Los jóvenes demócratas, hombres y mujeres, lo prefieren a Clinton. Pero entre sus grupos de admiradores también hay mayores, los que conocen al senador de Vermont desde hace años. “Bernie no es ningún populista, es muy sincero, esto que la gente ve ahora lo lleva diciendo desde hace años. Cuando nadie sabía lo que iba a pasar con la crisis, él ya se lo advertía a Alan Greenspan [expresidente de la Reserva Federal de EE UU]”, explicaba Terry Gesel, de 61 años.
Pero mientras Sanders apuesta por más protección a las familias y mejores sueldos para los trabajadores, Trump defiende una rebaja fiscal para convencer a las empresas de que se queden en EE UU. Aunque en el país ya se crean puestos de trabajo, el problema es que los sueldos no mejoran lo suficiente.
Tampoco tienen que ver uno y otro en estilos ni comparten el discurso xenófobo del empresario neoyorquino.
Trump reconoce que trabaja su personaje. En el libro-manifiesto que publicó en noviembre (en español, América paralizada. Cómo hacer que América sea grande de nuevo) confiesa que prepara los exabruptos. “Soy un hombre de negocios con una marca que vender”, explica, y admite que a veces hace “comentarios indignantes” con el fin de darle a los medios “lo que buscan”. Y le ha funcionado hasta ahora o, al menos, genera audiencia dentro y fuera de EE UU. La cuestión ahora es que también genere votos.
Amanda Mars
New Hampshire, El País
Los sondeos para las primarias de la campaña electoral de Estados Unidos en New Hampshire, un lugar imprevisible por el dominio del votante independiente, dan como favoritas a las ofertas más heterodoxas: Donald Trump, entre los republicanos, y Bernie Sanders, entre los demócratas. Ambos se disputan el voto del descontento y coinciden en su rechazo al tratado de comercio del Pacífico. Aunque sus soluciones se encuentran a años luz.
Trump llega a New Hampshire con una distancia virtual enorme respecto a sus rivales republicanos por la candidatura a las presidenciales. Las encuestas le dan la victoria con el 31% de los votos, el doble que al segundo (el senador de Florida Marco Rubio, con el 16%). “Voy a traer los empleos de China de vuelta”, dijo anoche el magnate en el debate de su partido. “Vamos a conseguir que Apple empiece a fabricar sus malditos ordenadores en este país en lugar de en otros”, había enfatizado anteriormente.
También Bernie Sanders, a quien las encuestas otorgan un 55% de los votos de New Hampshire frente al 39,8% de Hillary Clinton, brama contra la pérdida de empleos industriales en EE UU a favor de países con mano de obra barata. El senador de Vermont lo ha recalcado esta semana en campaña y en el debate con Clinton: “Creo en el comercio internacional. Pero los acuerdos de los últimos 30 años estaban redactados por la América empresarial y supusieron la pérdida de millones de empleos con sueldos decentes. Se han perdido 60.000 fábricas desde 2001 y vivimos una espiral de condiciones a la baja en la que las empresas dicen: ‘¿No quieres rebajarte el salario? Pues nos vamos a China”.
EE UU es la economía avanzada que más crece y se encuentra en una situación de prácticamente pleno empleo. Pero los salarios no se equiparan a esas grandes cifras, y la desigualdad ha ido en aumento pese a la salida de la Gran Recesión. Hay casi 47 millones de pobres, casi un 15% de la población, la tasa más alta desde los noventa. En este escenario, el Acuerdo de Asociación Transpacífico, que Barack Obama ha definido como “el marco comercial del siglo XXI” y que implica unir al 40% de la economía mundial, despierta recelos.
Distintos estilos y mensaje
El malestar es campo abonado para algunos mensajes. Bernie Sanders está basando su campaña en el ataque a Wall Street y en acusar a Clinton de formar parte de ese mundo. Sin embargo, es muy poco concreto a la hora de explicar cómo va a impulsar y financiar la sanidad y la educación universal gratuita que defiende, y pincha en su estrategia en política exterior.
Los jóvenes demócratas, hombres y mujeres, lo prefieren a Clinton. Pero entre sus grupos de admiradores también hay mayores, los que conocen al senador de Vermont desde hace años. “Bernie no es ningún populista, es muy sincero, esto que la gente ve ahora lo lleva diciendo desde hace años. Cuando nadie sabía lo que iba a pasar con la crisis, él ya se lo advertía a Alan Greenspan [expresidente de la Reserva Federal de EE UU]”, explicaba Terry Gesel, de 61 años.
Pero mientras Sanders apuesta por más protección a las familias y mejores sueldos para los trabajadores, Trump defiende una rebaja fiscal para convencer a las empresas de que se queden en EE UU. Aunque en el país ya se crean puestos de trabajo, el problema es que los sueldos no mejoran lo suficiente.
Tampoco tienen que ver uno y otro en estilos ni comparten el discurso xenófobo del empresario neoyorquino.
Trump reconoce que trabaja su personaje. En el libro-manifiesto que publicó en noviembre (en español, América paralizada. Cómo hacer que América sea grande de nuevo) confiesa que prepara los exabruptos. “Soy un hombre de negocios con una marca que vender”, explica, y admite que a veces hace “comentarios indignantes” con el fin de darle a los medios “lo que buscan”. Y le ha funcionado hasta ahora o, al menos, genera audiencia dentro y fuera de EE UU. La cuestión ahora es que también genere votos.