El Atleti también se borra de la Liga: chocó contra una roca
Madrid, As
En realidad, el 0-0 final no debería sorprender a nadie. Si se piensa, había indicios claros: sobre el césped se enfrentaban los dos equipos que menos encajan de la Liga (y que atacan poco y regular), en un campo, el Calderón, que es el que menos goles ha vivido esta temporada (21). Blanco y en botella. Salían Atlético y Villarreal sabiendo que sus dos inmediatos perseguidores (Madrid y Sevilla) habían pinchado, pero si ayer hubo un ganador de este partido estaba a 620 kilómetros de distancia. Fue el Barça. La Liga es suya.
A lo largo de la temporada ha habido varios partidos del Atlético que servirían, perfectos, como método de tortura, pero el de ayer se lleva la palma. Las defensas estuvieron impecables, pero su falta de gol y la particular sequía de Griezmann empiezan a ser preocupantes. Tampoco ayudó el árbitro, que no pitó dos penaltis: uno de Saúl a Castillejo (2’) y otro de Bonera a Godín en (69’), aunque tal y como estaba el partido una cosa es pitarlo y otra, que termine en gol. Ayer, imposible.
Los 22 futbolistas se movían como fichas de ajedrez, cerrando espacios y buscando más el error contrario que la genialidad propia. Simeone y Marcelino se miraban en el espejo. Un juego, el de los reflejos, que trabó mucho la primera parte: todo eran pelotazos largos, todo ocurría lejos de las porterías. La pelota pasaba más tiempo en el aire que en el suelo, el partido se hacía bola. Sólo Correa y su cintura de bambú daban la sensación de que otro fútbol era posible, pero una de las veces no terminó de robarle la pelota a Víctor y, en las otras, sus regates acababan en la nada. Y así, en la nada, iban pasando los (larguísimos) minutos del reloj.
La primera vez que un balón tocó una red fue en el 41’, con un disparo de Koke que se fue al lateral. Quizá fue un aviso. Quizá el Atlético le estaba perdiendo el miedo a que la pelota rodara por el suelo y dejara de vivir en el aire. La mejor ocasión del partido llegó en la jugada siguiente: Juanfran le puso un centro perfecto desde la derecha a Griezmann que el francés no cazó por un pelo. Quizá, si hubiera llevado su cresta de antaño...
En la caseta, Simeone intentó darle al botón del vértigo, que de ésta surgiera otro Atlético, que propusiera algo, que intentara al menos un gol. Salieron con más intención los de casa y se frotaban las manos los de fuera, ante los espacios que se abrían y las posibilidades de las contras. Eso provocó que a partir del 60’ en el partido hubiera alguna razón más que Correa para mirar. En el área de Areola, el argentino acariciaba el gol con una genialidad, obligando al portero a utilizar la punta del guante para sacar un balón picado, ajustadísimo al palo y en la jugada siguiente, Filipe barría, perfecto, la contra de Bakambu. Era otro partido, confirmado, con más movimiento, pero idéntico problema: el gol ausente. Así, los entrenadores pasaron al plan B: el de los ex, tan decisivo en la primera vuelta.
Simeone sacaba a Óliver y Vietto y Marcelino replicaba con Adrián (el Calderón le aplaudió) y Leo. Casi les sale. A los dos, en su juego de espejos y reflejos todo el tiempo. En el 90’ Vietto se fue por velocidad y se metió en el área con el balón, pero éste se le fue largo y Bailly se lo terminó robando y, en la jugada siguiente, Adrián por un momento fue el mejor Adrián del Calderón cuando agarró el balón en una contra, pero resolvió como el jugador que es ahora, tarde y mal. Así acabó el partido, 0-0. Primera curva para el Atlético y primer derrape. Y el miércoles el PSV. A ver si entonces llegan todos los goles que le faltan. Como el comer empieza a necesitarlos Simeone.
En realidad, el 0-0 final no debería sorprender a nadie. Si se piensa, había indicios claros: sobre el césped se enfrentaban los dos equipos que menos encajan de la Liga (y que atacan poco y regular), en un campo, el Calderón, que es el que menos goles ha vivido esta temporada (21). Blanco y en botella. Salían Atlético y Villarreal sabiendo que sus dos inmediatos perseguidores (Madrid y Sevilla) habían pinchado, pero si ayer hubo un ganador de este partido estaba a 620 kilómetros de distancia. Fue el Barça. La Liga es suya.
A lo largo de la temporada ha habido varios partidos del Atlético que servirían, perfectos, como método de tortura, pero el de ayer se lleva la palma. Las defensas estuvieron impecables, pero su falta de gol y la particular sequía de Griezmann empiezan a ser preocupantes. Tampoco ayudó el árbitro, que no pitó dos penaltis: uno de Saúl a Castillejo (2’) y otro de Bonera a Godín en (69’), aunque tal y como estaba el partido una cosa es pitarlo y otra, que termine en gol. Ayer, imposible.
Los 22 futbolistas se movían como fichas de ajedrez, cerrando espacios y buscando más el error contrario que la genialidad propia. Simeone y Marcelino se miraban en el espejo. Un juego, el de los reflejos, que trabó mucho la primera parte: todo eran pelotazos largos, todo ocurría lejos de las porterías. La pelota pasaba más tiempo en el aire que en el suelo, el partido se hacía bola. Sólo Correa y su cintura de bambú daban la sensación de que otro fútbol era posible, pero una de las veces no terminó de robarle la pelota a Víctor y, en las otras, sus regates acababan en la nada. Y así, en la nada, iban pasando los (larguísimos) minutos del reloj.
La primera vez que un balón tocó una red fue en el 41’, con un disparo de Koke que se fue al lateral. Quizá fue un aviso. Quizá el Atlético le estaba perdiendo el miedo a que la pelota rodara por el suelo y dejara de vivir en el aire. La mejor ocasión del partido llegó en la jugada siguiente: Juanfran le puso un centro perfecto desde la derecha a Griezmann que el francés no cazó por un pelo. Quizá, si hubiera llevado su cresta de antaño...
En la caseta, Simeone intentó darle al botón del vértigo, que de ésta surgiera otro Atlético, que propusiera algo, que intentara al menos un gol. Salieron con más intención los de casa y se frotaban las manos los de fuera, ante los espacios que se abrían y las posibilidades de las contras. Eso provocó que a partir del 60’ en el partido hubiera alguna razón más que Correa para mirar. En el área de Areola, el argentino acariciaba el gol con una genialidad, obligando al portero a utilizar la punta del guante para sacar un balón picado, ajustadísimo al palo y en la jugada siguiente, Filipe barría, perfecto, la contra de Bakambu. Era otro partido, confirmado, con más movimiento, pero idéntico problema: el gol ausente. Así, los entrenadores pasaron al plan B: el de los ex, tan decisivo en la primera vuelta.
Simeone sacaba a Óliver y Vietto y Marcelino replicaba con Adrián (el Calderón le aplaudió) y Leo. Casi les sale. A los dos, en su juego de espejos y reflejos todo el tiempo. En el 90’ Vietto se fue por velocidad y se metió en el área con el balón, pero éste se le fue largo y Bailly se lo terminó robando y, en la jugada siguiente, Adrián por un momento fue el mejor Adrián del Calderón cuando agarró el balón en una contra, pero resolvió como el jugador que es ahora, tarde y mal. Así acabó el partido, 0-0. Primera curva para el Atlético y primer derrape. Y el miércoles el PSV. A ver si entonces llegan todos los goles que le faltan. Como el comer empieza a necesitarlos Simeone.