Donald Trump y Bernie Sanders vencen en New Hampshire
"Nadie se va a meter con nosotros", dice el republicano. "¿Estáis listos para una idea radical?", pregunta el demócrata
Marc Bassets
Amanda Mars
Manchester / Concord (New Hampshire), El País
El magnate Donald Trump y el senador socialista Bernie Sanders ganaron este martes las elecciones primarias de New Hampshire, según las proyecciones de todos los medios de comunicación estadounidenses. El magnate republicano ha logrado la victoria con más de 17 puntos de ventaja con respecto al segundo, John Kasich, con alrededor del 80% del voto escrutado. En el bando demócrata, Hillary Clinton queda a una distancia similar con respecto a Sanders.
Sanders compareció en la noche de este martes después de la candidata Hillary Clinton. Sanders preguntó nada más subir al escenario: "¿Estáis listos para una idea radical? Juntos vamos a crear una economía que funcione para todos, no solo para el 1%, con un salario mínimo de 15 dólares por hora y con igualdad salarial para las mujeres".
Trump fue directo al grano e hizo gala de todo su populismo en su discurso de victoria: “El mundo nos va a respetar de nuevo. Creedme”. Para añadir: "Nadie se va a meter con nosotros". Luego hizo un sinfín de promesas: mayor creación de puestos de trabajo, fin de la epidemia de heroína, fin de los efectos de la globalización comercial, fin de la amenaza del Estado Islámico, mejora del cuidado a los militares retirados, mejora de la atención sanitaria...
El republicano Trump, un electrón libre de la política que nunca había votado en unas elecciones primarias del Partido Republicano, se reivindica como figura central en el proceso para elegir al sucesor del demócrata Barack Obama en la Casa Blanca. Sanders, que se sienta como independiente en el Senado de Estados Unidos, demuestra su capacidad para plantar cara a la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, favorita sobre el papel para la nominación en el Partido Demócrata.
La victoria de Trump y Sanders es el triunfo de dos políticos atípicos en sus partidos. Ideológicamente y en el talante tienen muy poco que ver, pero ambos recogen el descontento de los estadounidenses con el statu quo. El resultado en New Hampshire, un pequeño Estado de 1,3 millones de habitantes en el noreste de EE UU, refleja el carácter excepcional de esta campaña. Las élites de los partidos demócrata y republicano tienen dificultades para frenar el ascenso de los aspirantes heterodoxos.
En New Hampshire, Trump se resarce de la derrota en los caucus (asambleas electivas) de Iowa, la semana pasada. Iowa abrió el proceso de caucus y primarias que se prolongará hasta junio y que servirá para que los estadounidenses elijan al demócrata y al republicano que se enfrentarán en las presidenciales del 8 de noviembre.
Hace un año hubiera sido inimaginable pensar que Trump —magnate de la construcción y los casinos, estrella de los reality shows, y proclive al insulto, al exabrupto xenófobo y la astracanada— ganase las elecciones primarias de New Hampshire. Que la victoria de Trump, anticipada en los sondeos, no sea una sorpresa indica hasta qué punto se han trastocado las normas del pasado. Lo atípico ya parece normal.
New Hampshire no cierra el cisma en el Partido Republicano entre el ala del establishment y el ala insurgente. El problema de los candidatos preferidos por las élites del partido —los que, tradicionalmente, han ganado la nominación— es que son demasiados y dividen el voto. Trump confía en consolidar su posición con victorias en los Estados sureños que votarán en las próximas semanas.
El campo demócrata
La última vez que concurrió a unas primarias, en 2008, Clinton ganó en New Hampshire, tras haber perdido en los caucus de Iowa, aunque finalmente fue Barack Obama quien se hizo con las primarias y ganó la Casa Blanca para los demócratas. Esta vez ha ocurrido al revés. La ex secretaria de Estado casi empató con Sanders la semana pasada y ahora ha quedado segunda, pero en la carrera de fondo sigue siendo la favorita.
Sanders ha ganado en casa. Aunque creció en el distrito de Brooklyn, en Nueva York, fue alcalde de Burlington, en el Estado vecino de Vermont, en los 80, y senador por este Estado desde 2006. El sanderismo ha avanzado en los últimos meses a lomos del descontento de la clase media, cada vez más alejada del 1% de la élite económica del país, y por el empuje de un gran número de jóvenes volcados en la campaña.
Aun así, en EE UU, la posición de Sanders no deja de ser heterodoxa —mano dura contra la banca, contra Wall Street, sanidad y educación universal y gratuita—, especialmente, por manifestarse sin complejos como “socialista”, ya que en el imaginario americano el término se suele asociar al comunismo. Esto lleva al precandidato a aclarar que es un “socialista demócrata”, es decir, un socialdemócrata.
Cuando la campaña viaje al sur y al oeste, probablemente Clinton recuperará terreno. Aun así, el empuje de Sanders y el discurso de Clinton desde que arrancó la campaña en 2015 reflejan en todo caso una inclinación del Partido Demócrata hacia la izquierda.
Marc Bassets
Amanda Mars
Manchester / Concord (New Hampshire), El País
El magnate Donald Trump y el senador socialista Bernie Sanders ganaron este martes las elecciones primarias de New Hampshire, según las proyecciones de todos los medios de comunicación estadounidenses. El magnate republicano ha logrado la victoria con más de 17 puntos de ventaja con respecto al segundo, John Kasich, con alrededor del 80% del voto escrutado. En el bando demócrata, Hillary Clinton queda a una distancia similar con respecto a Sanders.
Sanders compareció en la noche de este martes después de la candidata Hillary Clinton. Sanders preguntó nada más subir al escenario: "¿Estáis listos para una idea radical? Juntos vamos a crear una economía que funcione para todos, no solo para el 1%, con un salario mínimo de 15 dólares por hora y con igualdad salarial para las mujeres".
Trump fue directo al grano e hizo gala de todo su populismo en su discurso de victoria: “El mundo nos va a respetar de nuevo. Creedme”. Para añadir: "Nadie se va a meter con nosotros". Luego hizo un sinfín de promesas: mayor creación de puestos de trabajo, fin de la epidemia de heroína, fin de los efectos de la globalización comercial, fin de la amenaza del Estado Islámico, mejora del cuidado a los militares retirados, mejora de la atención sanitaria...
El republicano Trump, un electrón libre de la política que nunca había votado en unas elecciones primarias del Partido Republicano, se reivindica como figura central en el proceso para elegir al sucesor del demócrata Barack Obama en la Casa Blanca. Sanders, que se sienta como independiente en el Senado de Estados Unidos, demuestra su capacidad para plantar cara a la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, favorita sobre el papel para la nominación en el Partido Demócrata.
La victoria de Trump y Sanders es el triunfo de dos políticos atípicos en sus partidos. Ideológicamente y en el talante tienen muy poco que ver, pero ambos recogen el descontento de los estadounidenses con el statu quo. El resultado en New Hampshire, un pequeño Estado de 1,3 millones de habitantes en el noreste de EE UU, refleja el carácter excepcional de esta campaña. Las élites de los partidos demócrata y republicano tienen dificultades para frenar el ascenso de los aspirantes heterodoxos.
En New Hampshire, Trump se resarce de la derrota en los caucus (asambleas electivas) de Iowa, la semana pasada. Iowa abrió el proceso de caucus y primarias que se prolongará hasta junio y que servirá para que los estadounidenses elijan al demócrata y al republicano que se enfrentarán en las presidenciales del 8 de noviembre.
Hace un año hubiera sido inimaginable pensar que Trump —magnate de la construcción y los casinos, estrella de los reality shows, y proclive al insulto, al exabrupto xenófobo y la astracanada— ganase las elecciones primarias de New Hampshire. Que la victoria de Trump, anticipada en los sondeos, no sea una sorpresa indica hasta qué punto se han trastocado las normas del pasado. Lo atípico ya parece normal.
New Hampshire no cierra el cisma en el Partido Republicano entre el ala del establishment y el ala insurgente. El problema de los candidatos preferidos por las élites del partido —los que, tradicionalmente, han ganado la nominación— es que son demasiados y dividen el voto. Trump confía en consolidar su posición con victorias en los Estados sureños que votarán en las próximas semanas.
El campo demócrata
La última vez que concurrió a unas primarias, en 2008, Clinton ganó en New Hampshire, tras haber perdido en los caucus de Iowa, aunque finalmente fue Barack Obama quien se hizo con las primarias y ganó la Casa Blanca para los demócratas. Esta vez ha ocurrido al revés. La ex secretaria de Estado casi empató con Sanders la semana pasada y ahora ha quedado segunda, pero en la carrera de fondo sigue siendo la favorita.
Sanders ha ganado en casa. Aunque creció en el distrito de Brooklyn, en Nueva York, fue alcalde de Burlington, en el Estado vecino de Vermont, en los 80, y senador por este Estado desde 2006. El sanderismo ha avanzado en los últimos meses a lomos del descontento de la clase media, cada vez más alejada del 1% de la élite económica del país, y por el empuje de un gran número de jóvenes volcados en la campaña.
Aun así, en EE UU, la posición de Sanders no deja de ser heterodoxa —mano dura contra la banca, contra Wall Street, sanidad y educación universal y gratuita—, especialmente, por manifestarse sin complejos como “socialista”, ya que en el imaginario americano el término se suele asociar al comunismo. Esto lleva al precandidato a aclarar que es un “socialista demócrata”, es decir, un socialdemócrata.
Cuando la campaña viaje al sur y al oeste, probablemente Clinton recuperará terreno. Aun así, el empuje de Sanders y el discurso de Clinton desde que arrancó la campaña en 2015 reflejan en todo caso una inclinación del Partido Demócrata hacia la izquierda.