Zidane se estrella contra Adán

El Madrid pagó por su mal inicio. Golazo de Cejudo. Empató Benzema, tras fuera de juego previo de James, y el Madrid perdió ocasiones para golear. Martínez Munuera se tragó tres penaltis, a Cristiano, Benzema y Ceballos.


Madrid, AS
El efecto Adán anuló el efecto Zidane, en partido tantas veces repetido esta temporada. El Madrid se quedó en los tacos de salida y después se zambulló en un bombardeo con poco premio. No aprovechó la bola de break que le cedió el Atlético y pierde, probablemente de forma definitiva, el rastro del Barça. Pero dejó mejor sensación su paciencia para manejar sus desventaja en el marcador y también más vigor físico para llamar a la puerta de Betis hasta el final.


Fuera de su zona de confort, el Bernabéu, Zidane comenzó a conocer la otra cara de la Liga. A falta de fichajes (que llegarán), Merino ha convencido al vestuario del Betis de que la fiereza les remolcará. Y es que la hambruna de siete partidos sin marcar y diez sin ganar despertó al equipo verdiblanco, que se descaró ante el Madrid con una presión altísima, dura y antipática. Dio la impresión de que el Madrid esperaba un adversario más dócil y se dejó impresionar en los primeros minutos. Fue un regreso a la ducha escocesa de la era Benítez, con saltos de frío a calor que muchas veces acabaron mal.

Aquel desarreglo inicial del Madrid se lo hizo pagar Cejudo, con uno de los goles de la Liga. Keylor acababa de sacar con el pie un mano a mano a Rubén Castro cuando Fabián, fuera del área, le dejó el balón con el pecho al interior cordobés y este despachó una volea misil incontestable.

Ese cambio climático aún no lo había experimentado Zidane. Aún le duró aquel vigor atosigante al Betis diez minutos más y a partir de ahí el Madrid comenzó a levantarse pesadamente, dejando en evidencia que tiene un pasado y que sigue dejando huella. James, al que con Benítez le llegó primero la suplencia y luego los deméritos, volvió al equipo, en un intento de reinserción que no fue del todo bien. Aquel jugador enérgico y de buen pie que acabó en la gala del Balón de Oro está por volver. Cristiano sigue sosteniendo una relación discontinua con el gol. La puntería le va y le viene. Y la fiabilidad también. Y Danilo resulta una cabezonada inútil.

Aun con todo, el Madrid no se escabulló del partido y fue reconstruyendo su coreografía del toque y la posesión, en un proceso lento. Primero le quitó la pelota al Betis, luego le confortaron buenas combinaciones en el centro del campo y finalmente se encontró con las ocasiones. Pepe y Cristiano se dejaron ir dos claras. Como Martínez Munuera, que se tragó un penalti difícil de ver por agarrón de Molinero a Cristiano y otro de gran tamaño por pisotón destemplado de Petros a Benzema. Lo compensó negándole otro similar a Ceballos. Benzema estuvo en casi todas las acciones provechosas del equipo.

En la segunda mitad, la industria pesada del Betis ya no resultó efectiva. Modric, jugador de culto en este Madrid, se hizo cargo del partido con lo mejor de su repertorio: recuperación, pase y hasta algún recurso telegénico. El Betis quedó convertido en caja fuerte, Joaquín incluido, sometido a las embestidas del Madrid. Para entonces había perdido, por problemas físicos, a Fabián y Kadir, sus dos futbolistas con más criterio. Benzema no acertó dos veces ante Adán, James no le dio colocación a su volea, Carvajal (que mereció un comité de bienvenida) cruzó en exceso... Hasta que empató Benzema, en combinación precisa con un arranque ilegal: fuera de juego de James, autor de la asistencia. Que el Betis acabase salvando un punto resultó un suceso paranormal, porque el Madrid percutió hasta de rabona (Benzema) sobre Adán, superhéroe de la noche. No ganar partidos así resulta un accidente. Pero llegar a ellos con tantos números rojos los eleva a drama.

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