Zidane juega un 4-2-3-1 sin mediocentro defensivo
Madrid, As
Zidane cambiará este fin de semana un Ebro-Castilla por debutar el sábado como entrenador del Real Madrid ante el Deportivo y en el Bernabéu. Zizou tiene cinco días para cambiarle la cara a la deteriorada nave de Benítez después de ir curtiéndose año y medio en la calma del Castilla y la Segunda B.
En el banquillo muestra el mismo paladar que tenía cuando se calzaba las botas en el Real Madrid. ¿Su recetario? Fútbol ofensivo, alinear a los jugones y una pizarra en la que dibuja un 4-2-3-1 sin mediocentro defensivo (el único puro que utiliza es Marcos Llorente), convertible en un 4-1-4-1 en función del rival y el resultado. El balón es protagonista absoluto en sus entrenamientos y no atosiga al futbolista con sesudas disquisiciones tácticas.
Dos lunares, eso sí. A veces le cuesta acertar con los cambios (en tiempo y forma) y su Castilla adolece de uno de los puntos flacos del Madrid de Benítez: a veces sufre desconexiones y se va del partido. El último ejemplo, el pasado domingo. El Castilla tuvo que conformarse con un 2-2 en La Roda al encajar dos goles de estrategia en un lapso de seis minutos...
Sus números. El balance de Zidane durante su etapa de aprendizaje en el Castilla (57 partidos) ha sido de 26 victorias (46,4%), 17 empates (29,8%) y 14 derrotas (24,5%), con 88 goles a favor y 58 en contra. Han sido dos cursos muy diferenciados. La primera temporada, la 2014-15, experimentó un fracaso en toda regla. No consiguió recuperar mentalmente al Castilla, que había descendido y finalizó sexto, a dos puntos del playoff de ascenso. Se le desinfló (iba colíder a finales de febrero) desde que tuvo que acomodar en el once al recién fichado Odegaard. Pero esta campaña deja al Castilla encarrilado, segundo y con seis puntos de ventaja sobre el quinto, el límite que marca el playoff. No pierde desde el 7 de noviembre, pero ha empatado cinco de los últimos seis partidos...
Amante de viajar el mismo día del partido y alérgico a verse ante un micrófono (en su primer año en el Castilla no ofreció ninguna conferencia de Prensa post-partido), se ha mostrado permeable a algunas sugerencias del club, como la de alinear a Odegaard, con el que nunca se le ha visto química. También en su decisión de dejar en el banquillo siete veces esta temporada a Mariano, el pichichi castillista (12 goles), para que jugase Borja Mayoral, la gran apuesta de la entidad.
Zidane ha hincado los codos para formarse. Cursó estudios de postgrado en Gestión, Economía y Derecho del Deporte en la Universidad de Limoges. Luego, pasó a matricularse en Clairefontaine (la sede de la Federación Francesa) para sacarse el carné de entrenador. Mientras cogía experiencia en Segunda B, viajó dos veces para estudiar los métodos de dos entrenadores muy peculiares. Primero a Marsella, donde aprendió de Bielsa, y después agarró el petate junto a Makelele y se fue a Múnich a conocer con detalle las técnicas de Guardiola. En mayo pasado obtuvo al fin la licencia UEFA Pro (llegó a ser inhabilitado tres meses tras una denuncia por entrenar sin carné, aunque el TAD revocó la sanción) que le habilita para poder dirigir al Madrid a todos los efectos.
Sabiéndose en la pole position para coger el banquillo si Benítez era fulminado mediada la temporada, extrañó su discurso el pasado 22 de noviembre tras el cataclismo en el Clásico en el que confesaba no verse aún listo. “Si me quedé en el club es para entrenar al Castilla”, dijo tras el partido del filial ante el Barakaldo. “El año pasado, al final de la temporada, tenía la sensación de que todavía me falta algo para llegar al primer equipo... Me falta mucho, un entrenador nunca está preparado para dirigir al Real Madrid”.
El pasado 16 de diciembre AS informó en su portada que Zidane ya estaba en la recámara de Florentino. Una de las misiones de Zidane será la de reconstruir el vínculo emocional entre el entrenador y la plantilla, uno de los puntos fuertes de Ancelotti perdido con Benítez, incapaz de hacerse con los pesos pesados del vestuario. Aun así, y pese a su papel como mentor de Benzema y Jesé la temporada que fue ayudante de Carletto, la filosofía de Zidane le llama a marcar ciertas distancias con los jugadores. Así lo contó en su primera entrevista tras ponerse bajo el paraguas del italiano, en L’Equipe (julio de 2013): “No puedes hablar a la gente sólo con emoción y afecto. Para que un jugador dé el cien por cien debes exigirle, hasta poder manipularle un poco. Lo debes recompensar y amenazar. El palo y la zanahoria. Y el afecto no es algo que dura. No puedes ser amigo de tus jugadores. No puedes decirle: “Vamos, hazlo por mí”. Siendo Zidane o no, eso no funcionaría más de un mes...”.
Magnético. Los que le han tenido como jefe, dan fe. “Tiene un carácter a veces desconcertante. Cuando se dirige a ti notas su magnetismo, otras veces se pasa un par de meses sin hablarte”, le analiza uno de sus expupilos castillistas: “No da charlas épicas y explosivas, como hacen otros entrenadores, dialoga pero es frío”. Su discurso público, a cambio, es tajante. “Siempre voy a poner a los mejores, nunca cambiaré eso”. Empieza la era Zidane.
Zidane cambiará este fin de semana un Ebro-Castilla por debutar el sábado como entrenador del Real Madrid ante el Deportivo y en el Bernabéu. Zizou tiene cinco días para cambiarle la cara a la deteriorada nave de Benítez después de ir curtiéndose año y medio en la calma del Castilla y la Segunda B.
En el banquillo muestra el mismo paladar que tenía cuando se calzaba las botas en el Real Madrid. ¿Su recetario? Fútbol ofensivo, alinear a los jugones y una pizarra en la que dibuja un 4-2-3-1 sin mediocentro defensivo (el único puro que utiliza es Marcos Llorente), convertible en un 4-1-4-1 en función del rival y el resultado. El balón es protagonista absoluto en sus entrenamientos y no atosiga al futbolista con sesudas disquisiciones tácticas.
Dos lunares, eso sí. A veces le cuesta acertar con los cambios (en tiempo y forma) y su Castilla adolece de uno de los puntos flacos del Madrid de Benítez: a veces sufre desconexiones y se va del partido. El último ejemplo, el pasado domingo. El Castilla tuvo que conformarse con un 2-2 en La Roda al encajar dos goles de estrategia en un lapso de seis minutos...
Sus números. El balance de Zidane durante su etapa de aprendizaje en el Castilla (57 partidos) ha sido de 26 victorias (46,4%), 17 empates (29,8%) y 14 derrotas (24,5%), con 88 goles a favor y 58 en contra. Han sido dos cursos muy diferenciados. La primera temporada, la 2014-15, experimentó un fracaso en toda regla. No consiguió recuperar mentalmente al Castilla, que había descendido y finalizó sexto, a dos puntos del playoff de ascenso. Se le desinfló (iba colíder a finales de febrero) desde que tuvo que acomodar en el once al recién fichado Odegaard. Pero esta campaña deja al Castilla encarrilado, segundo y con seis puntos de ventaja sobre el quinto, el límite que marca el playoff. No pierde desde el 7 de noviembre, pero ha empatado cinco de los últimos seis partidos...
Amante de viajar el mismo día del partido y alérgico a verse ante un micrófono (en su primer año en el Castilla no ofreció ninguna conferencia de Prensa post-partido), se ha mostrado permeable a algunas sugerencias del club, como la de alinear a Odegaard, con el que nunca se le ha visto química. También en su decisión de dejar en el banquillo siete veces esta temporada a Mariano, el pichichi castillista (12 goles), para que jugase Borja Mayoral, la gran apuesta de la entidad.
Zidane ha hincado los codos para formarse. Cursó estudios de postgrado en Gestión, Economía y Derecho del Deporte en la Universidad de Limoges. Luego, pasó a matricularse en Clairefontaine (la sede de la Federación Francesa) para sacarse el carné de entrenador. Mientras cogía experiencia en Segunda B, viajó dos veces para estudiar los métodos de dos entrenadores muy peculiares. Primero a Marsella, donde aprendió de Bielsa, y después agarró el petate junto a Makelele y se fue a Múnich a conocer con detalle las técnicas de Guardiola. En mayo pasado obtuvo al fin la licencia UEFA Pro (llegó a ser inhabilitado tres meses tras una denuncia por entrenar sin carné, aunque el TAD revocó la sanción) que le habilita para poder dirigir al Madrid a todos los efectos.
Sabiéndose en la pole position para coger el banquillo si Benítez era fulminado mediada la temporada, extrañó su discurso el pasado 22 de noviembre tras el cataclismo en el Clásico en el que confesaba no verse aún listo. “Si me quedé en el club es para entrenar al Castilla”, dijo tras el partido del filial ante el Barakaldo. “El año pasado, al final de la temporada, tenía la sensación de que todavía me falta algo para llegar al primer equipo... Me falta mucho, un entrenador nunca está preparado para dirigir al Real Madrid”.
El pasado 16 de diciembre AS informó en su portada que Zidane ya estaba en la recámara de Florentino. Una de las misiones de Zidane será la de reconstruir el vínculo emocional entre el entrenador y la plantilla, uno de los puntos fuertes de Ancelotti perdido con Benítez, incapaz de hacerse con los pesos pesados del vestuario. Aun así, y pese a su papel como mentor de Benzema y Jesé la temporada que fue ayudante de Carletto, la filosofía de Zidane le llama a marcar ciertas distancias con los jugadores. Así lo contó en su primera entrevista tras ponerse bajo el paraguas del italiano, en L’Equipe (julio de 2013): “No puedes hablar a la gente sólo con emoción y afecto. Para que un jugador dé el cien por cien debes exigirle, hasta poder manipularle un poco. Lo debes recompensar y amenazar. El palo y la zanahoria. Y el afecto no es algo que dura. No puedes ser amigo de tus jugadores. No puedes decirle: “Vamos, hazlo por mí”. Siendo Zidane o no, eso no funcionaría más de un mes...”.
Magnético. Los que le han tenido como jefe, dan fe. “Tiene un carácter a veces desconcertante. Cuando se dirige a ti notas su magnetismo, otras veces se pasa un par de meses sin hablarte”, le analiza uno de sus expupilos castillistas: “No da charlas épicas y explosivas, como hacen otros entrenadores, dialoga pero es frío”. Su discurso público, a cambio, es tajante. “Siempre voy a poner a los mejores, nunca cambiaré eso”. Empieza la era Zidane.