Puerta grande y enfermería

Madrid, AS
Por no perder la perspectiva conviene aclarar en el preámbulo que el Sporting es penúltimo, que llegó mermado por las bajas y que su minusvalía económica limita mucho su plantilla. Pero por hacer justicia a la nueva era con la que ya fantasea el Bernabéu debe precisarse que en la primera vuelta el Real Madrid no pasó del empate sin goles en El Molinón, que hacía sesenta años que no metía tres goles en los primeros once minutos y que no se recuerda a la BBC con una piel tan combativa como la que presenta desde la llegada de Zidane. Lástima de las lesiones de Bale y de Benzema (en patada involuntaria de James), en un momento de luna llena, que pueden poner a prueba la capacidad de adaptación a la adversidad de Zidane.



El Real Madrid volvió a ser una manada de principio a fin, lo que no criminaliza la etapa de Benítez pero sí revela un notable cambio de actitud. Con 4-0, Bale, Cristiano y Benzema articularon un contragolpe que dio ocasión a los dos primeros de finalizar y, sin embargo, acabaron entregándole el pase final a Benzema. Unos egos congelados que se repitieron segundos más tarde cuando Cristiano toleró que Bale lanzase (horriblemente) una falta lejana. No hubo reproches. Estalló la paz.

El partido sólo tuvo una dirección, la que marcó el cabezazo de Bale en el minuto 6 para disparar al Madrid. Fue el séptimo testarazo con premio del galés, que se ha revelado como un especialista de primera magnitud en esa suerte. A partir de ahí fue construyendo la goleada con la misma ambición con la que ya despachó al Deportivo y limpiando las pequeñas impurezas que aún quedaron esa tarde. Isco, que repitió, tuvo mejor respuesta individual y colectiva. Regaló el quinto gol a Benzema con un lujoso pase de sombrero bien rentabilizado por el francés. Y Cristiano tuvo un feliz reencuentro con el gol. El de oportunista (el 4-0) y el de iluminado (2-0), en media vuelta de izquierda incontestable.

Al deshielo con la afición contribuye la propensión a acaparar la pelota (por encima del 72% en la primera mitad) y el empleo de Carvajal, futbolista al que se entrega el público con justificación. Puso la primera piedra de tres goles y regaló otro. Danilo huele a Ferrari en el garaje.

Y en los fogones sigue Modric, menos enfocado que la BBC (que ha metido 29 goles en los últimos ocho partidos de Liga del Madrid) pero el jugador más relevante del equipo. Sólo Ramos recupera más que él, sólo Kroos pasa mas que él. De esas dos platas saca el Madrid un futbolista completo, un armador de juego imprescindible.

Ante un Madrid tan poseído por el hambre, el Sporting fue un pelele. Un par de detalles de Halilovic, un jugador con encanto (apercibido, sólo jugó un tiempo), y un permanente ataque de pánico que le fue devorando en un partido que no era de su Liga ni de su mundo. Se recompuso tras el descanso endureciendo su defensa y agrupándose mejor para evitar que se repitiese el sonrojo. También llegó al partido Ndi, que le dio mejor salida. Sufrió menos, hizo un gol y remendó su estado de ánimo.

Entendió el público que el Madrid, conmocionado por las lesiones, perdiera sal y pimienta y que se acunase en la mano de la primera mitad, aunque hubiese agradecido un segundo impulso de Jesé o James a los que Zidane, vistos los percances, tendrá que llamar a filas en citas de mayor compromiso. Y tienen el listón por las nubes.

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