Griezmann no se quita la capa
Las Palmas, As
Este Atlético ya gana fácil hasta los partidos que se le ponen difíciles. Porque dirán, y tendrán razón, que Las Palmas jugó mejor en la primera parte. Y dirán, y también tendrán razón, que hubo un rato que al Atlético el partido se le hizo bola. Y dirán lo que quieran pero lo que no podrán negar es que este Atleti huele a campeón y que ayer, antes de golear, golpeó primero con la efectividad de un líder.
Porque de eso, de efectividad, tuvo que tirar Simeone para salir del paso en la primera parte. Un tiro, un gol. Así de simple. Gol que, por cierto, marcó un defensa, Filipe, y se lo puso otro, Juanfran. Fue de banda a banda: vio el derecho cómo llegaba el izquierdo solo al borde del área y para allá que mandó el balón. Filipe recibió, controló y se sacó de la zurda un trallazo que fue el 0-1. Viendo su partido ayer extraña que el año pasado, a mitad de temporada, Simeone no cogiera un vuelo Madrid-Londres para secuestrarle y traérselo de vuelta ya en enero. Porque cuando Filipe es Filipe mejora una barbaridad al Atlético y ayer estuvo enorme. No sólo fue el gol. Subió, bajó, centró y casi asiste a Carrasco con un taconazo de crack. Pero eso, lo del taconazo, sería mucho después. Ahora, en la primera parte, Carrasco ni siquiera estaba sobre el césped y el gol del brasileño fue una botella de oxígeno para un Atleti que no podía con Las Palmas.
Los canarios miraban el marcador y no se lo explicaban. En los primeros 45 minutos el Atlético no tuvo el balón. Éste sólo quería un pie y era el de Roque Mesa. Él sólo abarcaba más campo que los cuatro centrocampistas con los que salió Simeone. Mandaba y construía, Castellano y Viera revolucionaban por la banda y Willian incordiaba a Giménez y Godín. Pero el marcador decía 0-1 y Setién no era capaz de modificarlo ni depositando (iluso) un Caballo de Troya a los pies de Oblak. El técnico no estaba en el banquillo en la primera vuelta y no sabía que el esloveno es como una cárcel de alta seguridad pero al revés. Oblak es La Roca y en su portería no entra ni el aire. Imaginen un balón. Lo intentaron Willian, Castellano, Tana y García con un catálogo de remates (por arriba, por abajo, a la escuadra o al cuerpo) con idéntico resultado: sus paradas.
La segunda parte comenzó igual. El Atlético buscaba el fallo de Las Palmas en una salida de balón y Las Palmas agobiaba al Atlético con lo de la primera parte. El 0-1 se hacía corto. El líder no era capaz de darle un giro al guión, ni al del partido ni al de toda la temporada. Si ganaba sería a su estilo, con desfibrilador, pero entonces Koke le robó un balón a Aythami y, como hace un par de años con Costa, sin mirar, buscó a Griezmann para dejarle solo ante Varas. Incomprensiblemente, el francés falló y Setién respiró. “Se dejó la capa en Madrid”, pensaría. Ja. Griezmann siempre la lleva encima, aunque no se le vea. Grizi-Man pueden decirle.
No tardó en sacar sus superpoderes. Y lo hizo, justo, en el momento, quince segundos después de que un remate de Roque tocara, al fin, la red de Oblak. Aunque dio en el lateral de la portería y no en la red que debía, la del fondo, era un aviso, fue un susto. Así que en la jugada siguiente, Koke volvió a robar un balón y se lo puso a Griezmann para dejarle solo otra vez ante Varas. Era la misma jugada de antes. La misma, pero con otro final: el gol, el 0-2. Grizi-Man ya se había puesto la capa y ya no se la quitaría hasta el final. Porque en el 88’ volvieron a hacerlo, Koke y Griezmann; asistió el primero y batió el segundo a Varas para confirmar que el líder camina con paso de campeón y hacer su gol número 18 de la temporada. El año pasado, el mejor de su vida, hizo 25. Hagan números y calculen donde puede estar su techo. Y el de este equipo.
Este Atlético ya gana fácil hasta los partidos que se le ponen difíciles. Porque dirán, y tendrán razón, que Las Palmas jugó mejor en la primera parte. Y dirán, y también tendrán razón, que hubo un rato que al Atlético el partido se le hizo bola. Y dirán lo que quieran pero lo que no podrán negar es que este Atleti huele a campeón y que ayer, antes de golear, golpeó primero con la efectividad de un líder.
Porque de eso, de efectividad, tuvo que tirar Simeone para salir del paso en la primera parte. Un tiro, un gol. Así de simple. Gol que, por cierto, marcó un defensa, Filipe, y se lo puso otro, Juanfran. Fue de banda a banda: vio el derecho cómo llegaba el izquierdo solo al borde del área y para allá que mandó el balón. Filipe recibió, controló y se sacó de la zurda un trallazo que fue el 0-1. Viendo su partido ayer extraña que el año pasado, a mitad de temporada, Simeone no cogiera un vuelo Madrid-Londres para secuestrarle y traérselo de vuelta ya en enero. Porque cuando Filipe es Filipe mejora una barbaridad al Atlético y ayer estuvo enorme. No sólo fue el gol. Subió, bajó, centró y casi asiste a Carrasco con un taconazo de crack. Pero eso, lo del taconazo, sería mucho después. Ahora, en la primera parte, Carrasco ni siquiera estaba sobre el césped y el gol del brasileño fue una botella de oxígeno para un Atleti que no podía con Las Palmas.
Los canarios miraban el marcador y no se lo explicaban. En los primeros 45 minutos el Atlético no tuvo el balón. Éste sólo quería un pie y era el de Roque Mesa. Él sólo abarcaba más campo que los cuatro centrocampistas con los que salió Simeone. Mandaba y construía, Castellano y Viera revolucionaban por la banda y Willian incordiaba a Giménez y Godín. Pero el marcador decía 0-1 y Setién no era capaz de modificarlo ni depositando (iluso) un Caballo de Troya a los pies de Oblak. El técnico no estaba en el banquillo en la primera vuelta y no sabía que el esloveno es como una cárcel de alta seguridad pero al revés. Oblak es La Roca y en su portería no entra ni el aire. Imaginen un balón. Lo intentaron Willian, Castellano, Tana y García con un catálogo de remates (por arriba, por abajo, a la escuadra o al cuerpo) con idéntico resultado: sus paradas.
La segunda parte comenzó igual. El Atlético buscaba el fallo de Las Palmas en una salida de balón y Las Palmas agobiaba al Atlético con lo de la primera parte. El 0-1 se hacía corto. El líder no era capaz de darle un giro al guión, ni al del partido ni al de toda la temporada. Si ganaba sería a su estilo, con desfibrilador, pero entonces Koke le robó un balón a Aythami y, como hace un par de años con Costa, sin mirar, buscó a Griezmann para dejarle solo ante Varas. Incomprensiblemente, el francés falló y Setién respiró. “Se dejó la capa en Madrid”, pensaría. Ja. Griezmann siempre la lleva encima, aunque no se le vea. Grizi-Man pueden decirle.
No tardó en sacar sus superpoderes. Y lo hizo, justo, en el momento, quince segundos después de que un remate de Roque tocara, al fin, la red de Oblak. Aunque dio en el lateral de la portería y no en la red que debía, la del fondo, era un aviso, fue un susto. Así que en la jugada siguiente, Koke volvió a robar un balón y se lo puso a Griezmann para dejarle solo otra vez ante Varas. Era la misma jugada de antes. La misma, pero con otro final: el gol, el 0-2. Grizi-Man ya se había puesto la capa y ya no se la quitaría hasta el final. Porque en el 88’ volvieron a hacerlo, Koke y Griezmann; asistió el primero y batió el segundo a Varas para confirmar que el líder camina con paso de campeón y hacer su gol número 18 de la temporada. El año pasado, el mejor de su vida, hizo 25. Hagan números y calculen donde puede estar su techo. Y el de este equipo.