El suceso de Colonia añade presión a la política migratoria de Merkel

La policía investiga a tres sospechosos de participar en los ataques masivos a mujeres

Luis Doncel
Berlín, El País
Difícilmente podría haber sido peor el comienzo del año para Angela Merkel. La canciller alemana despidió 2015 con uno de los mayores retos a los que se ha enfrentado en su década en el poder: su compromiso personal de que Alemania sobrellevará el aluvión de refugiados —1,1 millones en el año, según la cifra recién actualizada por el Ministerio del Interior—. Merkel ha repetido en los últimos meses que si el país logra la tarea hercúlea de integrar a los recién llegados saldrá incluso fortalecido. Pero las decenas de agresiones sufridas por mujeres en la Nochevieja en Colonia, y en menor medida Hamburgo y Stuttgart, complican aún más esta tarea.


Los ataques refuerzan a los que se oponen a la política migratoria de la canciller. Movimientos populistas como el partido Alternativa para Alemania (AfD) ven los ataques como una confirmación de sus tesis, que les pueden dar suculentos frutos en las elecciones que se disputarán en tres Estados federados dentro de dos meses. "¿Ya es Alemania lo suficientemente multicolor y abierta al mundo para usted, señora Merkel?", clamó la líder de AfD, Frauke Petry, responsabilizando a la canciller de lo ocurrido.

Da igual que la policía haya insistido en que no hay ninguna prueba de que los agresores —a los que definió por su apariencia “del norte de África o de países árabes” con edades comprendidas entre 18 y 35 años— fueran refugiados. Las más de cien denuncias presentadas por robos o agresiones, que incluyen dos casos de violación, han entrado de lleno en el debate sobre la política migratoria. Los socialcristianos bávaros de la CSU —teóricos aliados de Merkel, pero enfrentados a ella por su negativa a imponer un límite a las llegadas— se han apresurado a reclamar la expulsión de aquellos refugiados que ataquen a mujeres y a pedir que se extraigan conclusiones de lo ocurrido.

Los sucesos de Colonia, que el ministro de Justicia, Heiko Maas, definió el martes como “una nueva forma de criminalidad organizada”, han conmocionado a todo el país, que se pregunta cómo algo así ha podido ocurrir. La policía insiste en que no todos los cerca de mil hombres reunidos en los alrededores de la estación agredieron directamente a las mujeres. Pero el ministro Maas arremetió no solo contra los que atacaron directamente. Los que contribuyeron al clima de intimidación que reinó en la noche del Año Nuevo también podrían ser corresponsables, dijo el político socialdemócrata.

Tres sospechosos de haber participado en las agresiones están siendo investigados y, según la agencia DPA, detenidos. Pero al mismo tiempo que prosiguen las pesquisas, también crecen los reproches y las peticiones de disculpas. El ministro del Interior, Thomas de Maizière, criticó el papel de la policía de Colonia —dependiente del Gobierno regional—. “No puede ser que se desalojara la plaza de la estación y que después tuvieran lugar los sucesos. La policía no puede trabajar así", sentenció.

La alcaldesa de la ciudad, la independiente Henriette Reker, también ha sido duramente criticada por aconsejar a las mujeres que mantengan distancia para prevenir posibles agresiones. Las redes sociales ardían contra sus comentarios; y en Twitter triunfaba el hashtag #EineArmlaenge ("una longitud de un brazo"), que es la distancia que recomendó Reker cuando una periodista le preguntó por medidas de prevención.

Los agentes están bajo la lupa no solo por haber sido incapaces de impedir las agresiones, sino también porque al día siguiente aseguraron en una nota de prensa que la situación era tranquila. La policía ya ha pedido perdón por este error, al igual que la cadena pública ZDF, que se disculpó por no haber informado de lo ocurrido hasta el pasado martes. El ministro De Maizière ha repetido que las agresiones de Colonia y otras ciudades no deben generar una sospecha generalizada sobre todos los refugiados, pero también reclama que el origen de los atacantes no se convierta en un tabú en aras de la corrección política.

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