Bienvenidos a ‘Kaczynskistán’
El plan de reconstrucción nacional del líder ultraconservador polaco contó con la ineptitud de la oposición y una fuerte retórica nacionalista
Iñigo Domínguez
Varsovia (Enviado especial), El País
La obra fundadora del teatro del absurdo, sobre un déspota delirante llamado Ubu Rey, transcurría en “Polonia, es decir, en ninguna parte”. Porque entonces no existía, pasó más de un siglo, el XIX, desaparecida del mapa. Es una pradera inmensa que siempre ha sido terreno de paso de invasiones de Este y Oeste, de rusos, alemanes, suecos, y la identidad, por oposición al enemigo y al vecino, es una obsesión nacional. “Polonia, Cristo de las naciones”, clamaba su autor nacional, Adam Mickiewicz. Suya es la epopeya nacional polaca, que comienza así: “Oh, Lituania, patria mía”. Una historia tremenda que pesa sobre el presente, cuando un nuevo Ubu bajito, un visionario de pulsiones autoritarias, Jaroslaw Kaczynski, se propone limpiar y reconstruir el país según los valores de la tradición. Bienvenidos a Kaczynskistán.
Ya se habló en su día de Orbanistán, por la deriva autoritaria de Viktor Orban en Hungría. Kaczynski se ha reunido con él seis horas, en secreto, este mes. El partido ultraconservador polaco Ley y Justicia (PiS) ganó en octubre las elecciones con el 37% de los votos, pero con una participación de la mitad significa un 19% del censo. Pero él siente que con mayoría absoluta Polonia es suya. En realidad parece que no ha ganado nada, se hace pasar por un diputado más. Tras el trauma que causó su anterior Gobierno, de 2005 a 2007, se ha ocultado. En mayo colocó de candidato a presidente de la República a un desconocido, Andrzej Duda. Para las generales, a una señora igual de anónima, Beata Szydlo. Ahora ni en su bando se esfuerzan en desmentir que se trata de marionetas. Su programa fue muy social, casi de izquierda. Su símbolo, 500 zlotis al mes (125 euros) por hijo, a partir de segundo. Apuntó a las fuertes desigualdades que se han abierto estos años, porque si Kaczynski ha ganado el mérito es en buena parte de sus rivales. A Plataforma Cívica (PO), el partido conservador de Donald Tusk, se le acusa de haber vagueado durante ocho años, dormido en los buenos datos macroeconómicos, aunque ahora clame que está en peligro la democracia. Pensaban que el miedo al PiS les garantizaría el triunfo sin hacer nada. El país tiene cifras de crecimiento envidiables, pero es un espejismo: mucha gente no llega a fin de mes, con sueldos muy bajos, y la protección social es nula.
En cambio el PiS se ha organizado admirablemente, en la web y en círculos muy activos. Para sus adversarios se mueven como una secta, y desde luego funciona. Con otro ingrediente clave: mucha retórica nacionalista y contra la UE, aunque Polonia es el primer receptor de fondos comunitarios. Dicen que ha sido “un despertar patriótico”. El PiS se ha apropiado de la bandera, del himno y de la historia, cuya versión épica culmina con ellos. La muerte del gemelo de Kaczynski, Lech, en el accidente aéreo de Smolensk, en 2010, ha aumentado su legitimidad trágica. Porque parte del partido cree que fue un atentado, y en el mismo lugar de la masacre de polacos de Katyn a manos del Ejército rojo en 1940.
El móvil político de Kaczynski parece ser la venganza, histórica y personal. Sus rivales lo explican como cosa de psiquiatra. “No tiene familia ni amigos, apenas ha salido del país. Solo tiene el poder, su misión, la política. Es muy peligroso porque no tiene nada que perder, excepto el poder”, opina Tomasz Lis, de 49 años, director de Newsweek y famoso presentador en la televisión pública. Es el enemigo número uno del PiS y mañana será su último programa. “Pasaré de Tomasz en vivo (título del programa) a muerto”, bromeaba esta semana en su despacho. Pero avisa muy serio: “Polonia es como un avión que tiene a los mandos un piloto loco. Nadie sabe dónde va. Los pasajeros pueden gritar o rezar, como prefieran”.
Piotr Swicinski, de Wsieci, primer semanario conservador, desdramatiza la alarma y explica el andamiaje intelectual de Kaczynski: “Su referente son los grandes líderes de los Cincuenta. Adenauer, De Gaulle, De Gasperi. Ahora el Estado tiene menos poder y es un mero administrador. Él pretende devolverle su papel tradicional, fuerte, que decide y ejecuta. Se puede discutir si es anacrónico, pero no es antidemocrático. Su modelo es Occidente, pero antes de los cambios del 68”. En su opinión, la reacción de la UE, que por primera vez ha abierto con Polonia un expediente para evaluar sus valores democráticos, no es del todo inocente. Lo explica con que la oposición al PiS, liberales e izquierda, está mucho mejor colocada en Bruselas, y también por los intereses económicos de Alemania y otros estados, con grandes compañías instaladas en el país.
En todo caso el control de la información y el espionaje ha sido la primera prioridad del PiS, que ha aprobado una ley que otorga carta blanca a la Policía para vigilar Internet, correos electrónicos y móviles sin control judicial. Corre un chiste por Polonia. Al empezar una llamada sale la voz del ministro de Justicia y dice, como en los teléfonos de atención al cliente: “Para mejorar nuestro servicio le informamos de que todas las conversaciones serán grabadas”. Tras bloquear el Tribunal Constitucional, seguirán los fiscales, los funcionarios, la ley electoral… Piotr Stasinski, vicedirector de Gazeta Wyborcza, el periódico que lidera la oposición, lleva su alarma incluso a “grupos paramilitares” que pululan por el país. “Son 200.000, aficionados a las armas y los uniformes que se divierten los fines de semana jugando a las guerras en los bosques. Mi preocupación es que el ministerio de Defensa los acabe integrando y usando para defender los intereses de Gobierno”, advierte. Aunque otros periodistas lo consideran una pura exageración. Pero esto refleja bien el clima de tensión que se ha creado.
La nueva maquinaria de propaganda ya ha atacado, por ejemplo, a Ryszard Petru, nuevo líder de la oposición en ascenso. Le han sacado que veraneó en Rusia con doce años y habría sido adoctrinado como agente soviético. “Es basura. Me lo esperaba desde que tomaron el control de los medios”, decía el viernes asqueado en su oficina. Es un nuevo objetivo porque ahora es el primero en los sondeos con su partido, Nowoczesna (Moderna), que sacó un 7% en las urnas pero ya habría superado a PO, hundido en las encuestas. De 44 años, economista de éxito, liberal y europeísta, entró en política hace solo ocho meses: “La gente quería algo nuevo y estaba harta de los mismos dos partidos”.
En Polonia es un arma política recurrente, para deslegitimar a alguien del otro bando, que se recuerde que su padre o su abuelo era colaborador de los nazis, agente comunista o lo que sea. La historia se proyecta constantemente sobre el presente. Lo hizo un dirigente del PiS, Jacek Kurski, con el propio Tusk y su abuelo, al que acusó de haber sido soldado alemán, aunque luego se demostró que era falso. “Da igual, la gente se traga estas mentiras”, dijo fuera de micrófono. Este señor es ahora el nuevo director de la televisión y radio públicas. También es reveladora la trayectoria de otro elemento del PiS, Mariusz Kaminski. Era jefe de la Oficina Central contra la Corrupción y urdió un montaje chapuza, con un falso caso de corrupción, para tender una trampa, no a un rival, sino a un aliado de coalición del partido. Bien, este señor es el nuevo jefe de los servicios secretos. Para nombrarlo el presidente Duda tuvo que indultarlo.
La oposición está deprimida, confundida y desarbolada. Petru es un líder virtual, de sondeos, y es la calle la que ha reaccionado, a través del KOD, Comité de Defensa de la Democracia. Mirando al pasado, se remite al KOR, una organización de los setenta contra el régimen comunista. El KOD nació el 18 de noviembre en la página Facebook de Mateusz Kijowski, un informático de 47 años con un blog político, coleta y pendiente. Colgó un artículo que pedía salir a la calle y esa noche tuvo 100 “me gusta”. Al día siguiente, mil. Luego uno cada dos segundos. Se convirtió en el líder de las manifestaciones que ahora son la principal reacción a Kaczynski, que les calificó como “la peor categoría de polacos”, insertándolos en bloque en la lista histórica de traidores de la patria. El KOD ha tomado ese insulto como lema y ha organizado cinco movilizaciones, la última ayer, con miles de personas en todo el país pese a las temperaturas bajo cero. “Estoy aquí por casualidad, el clima era propicio, faltaba la chispa, se están destruyendo los mecanismos de seguridad democrática”, contaba el viernes, con una gran cola de medios extranjeros esperando a entrevistarle. No quieren ser un partido, solo cooperar con ellos. “En estos años hemos olvidado nuestra conciencia civil, ha degenerado la relación entre partidos y ciudadanos, solo éramos votantes, y queremos recuperar la bandera, y el himno, el país es de todos”, resume. Ya le han sacado algo de su abuelo en la Segunda Guerra Mundial. Quedan cuatro años de Kaczynski. Es solo el inicio.
Iñigo Domínguez
Varsovia (Enviado especial), El País
La obra fundadora del teatro del absurdo, sobre un déspota delirante llamado Ubu Rey, transcurría en “Polonia, es decir, en ninguna parte”. Porque entonces no existía, pasó más de un siglo, el XIX, desaparecida del mapa. Es una pradera inmensa que siempre ha sido terreno de paso de invasiones de Este y Oeste, de rusos, alemanes, suecos, y la identidad, por oposición al enemigo y al vecino, es una obsesión nacional. “Polonia, Cristo de las naciones”, clamaba su autor nacional, Adam Mickiewicz. Suya es la epopeya nacional polaca, que comienza así: “Oh, Lituania, patria mía”. Una historia tremenda que pesa sobre el presente, cuando un nuevo Ubu bajito, un visionario de pulsiones autoritarias, Jaroslaw Kaczynski, se propone limpiar y reconstruir el país según los valores de la tradición. Bienvenidos a Kaczynskistán.
Ya se habló en su día de Orbanistán, por la deriva autoritaria de Viktor Orban en Hungría. Kaczynski se ha reunido con él seis horas, en secreto, este mes. El partido ultraconservador polaco Ley y Justicia (PiS) ganó en octubre las elecciones con el 37% de los votos, pero con una participación de la mitad significa un 19% del censo. Pero él siente que con mayoría absoluta Polonia es suya. En realidad parece que no ha ganado nada, se hace pasar por un diputado más. Tras el trauma que causó su anterior Gobierno, de 2005 a 2007, se ha ocultado. En mayo colocó de candidato a presidente de la República a un desconocido, Andrzej Duda. Para las generales, a una señora igual de anónima, Beata Szydlo. Ahora ni en su bando se esfuerzan en desmentir que se trata de marionetas. Su programa fue muy social, casi de izquierda. Su símbolo, 500 zlotis al mes (125 euros) por hijo, a partir de segundo. Apuntó a las fuertes desigualdades que se han abierto estos años, porque si Kaczynski ha ganado el mérito es en buena parte de sus rivales. A Plataforma Cívica (PO), el partido conservador de Donald Tusk, se le acusa de haber vagueado durante ocho años, dormido en los buenos datos macroeconómicos, aunque ahora clame que está en peligro la democracia. Pensaban que el miedo al PiS les garantizaría el triunfo sin hacer nada. El país tiene cifras de crecimiento envidiables, pero es un espejismo: mucha gente no llega a fin de mes, con sueldos muy bajos, y la protección social es nula.
En cambio el PiS se ha organizado admirablemente, en la web y en círculos muy activos. Para sus adversarios se mueven como una secta, y desde luego funciona. Con otro ingrediente clave: mucha retórica nacionalista y contra la UE, aunque Polonia es el primer receptor de fondos comunitarios. Dicen que ha sido “un despertar patriótico”. El PiS se ha apropiado de la bandera, del himno y de la historia, cuya versión épica culmina con ellos. La muerte del gemelo de Kaczynski, Lech, en el accidente aéreo de Smolensk, en 2010, ha aumentado su legitimidad trágica. Porque parte del partido cree que fue un atentado, y en el mismo lugar de la masacre de polacos de Katyn a manos del Ejército rojo en 1940.
El móvil político de Kaczynski parece ser la venganza, histórica y personal. Sus rivales lo explican como cosa de psiquiatra. “No tiene familia ni amigos, apenas ha salido del país. Solo tiene el poder, su misión, la política. Es muy peligroso porque no tiene nada que perder, excepto el poder”, opina Tomasz Lis, de 49 años, director de Newsweek y famoso presentador en la televisión pública. Es el enemigo número uno del PiS y mañana será su último programa. “Pasaré de Tomasz en vivo (título del programa) a muerto”, bromeaba esta semana en su despacho. Pero avisa muy serio: “Polonia es como un avión que tiene a los mandos un piloto loco. Nadie sabe dónde va. Los pasajeros pueden gritar o rezar, como prefieran”.
Piotr Swicinski, de Wsieci, primer semanario conservador, desdramatiza la alarma y explica el andamiaje intelectual de Kaczynski: “Su referente son los grandes líderes de los Cincuenta. Adenauer, De Gaulle, De Gasperi. Ahora el Estado tiene menos poder y es un mero administrador. Él pretende devolverle su papel tradicional, fuerte, que decide y ejecuta. Se puede discutir si es anacrónico, pero no es antidemocrático. Su modelo es Occidente, pero antes de los cambios del 68”. En su opinión, la reacción de la UE, que por primera vez ha abierto con Polonia un expediente para evaluar sus valores democráticos, no es del todo inocente. Lo explica con que la oposición al PiS, liberales e izquierda, está mucho mejor colocada en Bruselas, y también por los intereses económicos de Alemania y otros estados, con grandes compañías instaladas en el país.
En todo caso el control de la información y el espionaje ha sido la primera prioridad del PiS, que ha aprobado una ley que otorga carta blanca a la Policía para vigilar Internet, correos electrónicos y móviles sin control judicial. Corre un chiste por Polonia. Al empezar una llamada sale la voz del ministro de Justicia y dice, como en los teléfonos de atención al cliente: “Para mejorar nuestro servicio le informamos de que todas las conversaciones serán grabadas”. Tras bloquear el Tribunal Constitucional, seguirán los fiscales, los funcionarios, la ley electoral… Piotr Stasinski, vicedirector de Gazeta Wyborcza, el periódico que lidera la oposición, lleva su alarma incluso a “grupos paramilitares” que pululan por el país. “Son 200.000, aficionados a las armas y los uniformes que se divierten los fines de semana jugando a las guerras en los bosques. Mi preocupación es que el ministerio de Defensa los acabe integrando y usando para defender los intereses de Gobierno”, advierte. Aunque otros periodistas lo consideran una pura exageración. Pero esto refleja bien el clima de tensión que se ha creado.
La nueva maquinaria de propaganda ya ha atacado, por ejemplo, a Ryszard Petru, nuevo líder de la oposición en ascenso. Le han sacado que veraneó en Rusia con doce años y habría sido adoctrinado como agente soviético. “Es basura. Me lo esperaba desde que tomaron el control de los medios”, decía el viernes asqueado en su oficina. Es un nuevo objetivo porque ahora es el primero en los sondeos con su partido, Nowoczesna (Moderna), que sacó un 7% en las urnas pero ya habría superado a PO, hundido en las encuestas. De 44 años, economista de éxito, liberal y europeísta, entró en política hace solo ocho meses: “La gente quería algo nuevo y estaba harta de los mismos dos partidos”.
En Polonia es un arma política recurrente, para deslegitimar a alguien del otro bando, que se recuerde que su padre o su abuelo era colaborador de los nazis, agente comunista o lo que sea. La historia se proyecta constantemente sobre el presente. Lo hizo un dirigente del PiS, Jacek Kurski, con el propio Tusk y su abuelo, al que acusó de haber sido soldado alemán, aunque luego se demostró que era falso. “Da igual, la gente se traga estas mentiras”, dijo fuera de micrófono. Este señor es ahora el nuevo director de la televisión y radio públicas. También es reveladora la trayectoria de otro elemento del PiS, Mariusz Kaminski. Era jefe de la Oficina Central contra la Corrupción y urdió un montaje chapuza, con un falso caso de corrupción, para tender una trampa, no a un rival, sino a un aliado de coalición del partido. Bien, este señor es el nuevo jefe de los servicios secretos. Para nombrarlo el presidente Duda tuvo que indultarlo.
La oposición está deprimida, confundida y desarbolada. Petru es un líder virtual, de sondeos, y es la calle la que ha reaccionado, a través del KOD, Comité de Defensa de la Democracia. Mirando al pasado, se remite al KOR, una organización de los setenta contra el régimen comunista. El KOD nació el 18 de noviembre en la página Facebook de Mateusz Kijowski, un informático de 47 años con un blog político, coleta y pendiente. Colgó un artículo que pedía salir a la calle y esa noche tuvo 100 “me gusta”. Al día siguiente, mil. Luego uno cada dos segundos. Se convirtió en el líder de las manifestaciones que ahora son la principal reacción a Kaczynski, que les calificó como “la peor categoría de polacos”, insertándolos en bloque en la lista histórica de traidores de la patria. El KOD ha tomado ese insulto como lema y ha organizado cinco movilizaciones, la última ayer, con miles de personas en todo el país pese a las temperaturas bajo cero. “Estoy aquí por casualidad, el clima era propicio, faltaba la chispa, se están destruyendo los mecanismos de seguridad democrática”, contaba el viernes, con una gran cola de medios extranjeros esperando a entrevistarle. No quieren ser un partido, solo cooperar con ellos. “En estos años hemos olvidado nuestra conciencia civil, ha degenerado la relación entre partidos y ciudadanos, solo éramos votantes, y queremos recuperar la bandera, y el himno, el país es de todos”, resume. Ya le han sacado algo de su abuelo en la Segunda Guerra Mundial. Quedan cuatro años de Kaczynski. Es solo el inicio.