Bale se cree a Zidane


Madrid, As
Una cosa es la investidura y otra la legislatura, pero la afición del Madrid se marchó a casa contenta sin presumir, convencida de que Zidane, nuevo comandante en jefe y una especie de figura de Disney para el Bernabéu, presenta una propuesta más del gusto de todos. El Madrid fue lo le piden la gente y su ideario, un equipo que llegó y llegó, que vivió en campo contrario, que remató 18 veces, con continuidad y sin desmayos. También con sobresaltos, porque el jolgorio siempre resulta arriesgado, porque el Deportivo es un conjunto bien edificado y porque Lucas Pérez justificó de sobra su fama de superventas. Pero la hinchada prefiere ese divertido suspense a la glorificación del equilibrio que a menudo acababa en manos de la inspiración de Keylor Navas. Y empieza a creer que Bale, autor de un hat-trick, es de verdad quien dice ser.


Y eso que llegaron antes los goles que el fútbol. Este Depor que quiere ser Súper tuvo la hombría de presionar arriba de salida, de discutirle la pelota al Madrid. Aquella embestida se resumió en un mano a mano que con un pie le sacó Keylor a Lucas Pérez, un nueve realmente inquietante. Después Benzema le administró al Depor un taconazo de arte a este lado de la ley aunque por poco y reapareció el Madrid del mejor Ancelotti, el de toda la vida. Entre los factores que explican la tendencia alcista estuvo Carvajal, que tiene tantos pulmones como Danilo pero mucho mejor pie. Le dio el segundo gol a Bale. Con él, el Madrid vuela con dos alas, porque Marcelo estuvo magnífico.

La BBC ofreció mayor emotividad y un punto más de compromiso, sin exagerar. Nunca serán costaleros. En cualquier caso, Benzema ofrece ya tantos goles como soluciones: 18 en 18 partidos. Es escopeta y perro. Y Bale ha encadenado la mejor tanda de muletazos desde que llegó al Madrid. Doce goles y diez asistencias le contemplan. Firmó dos cabezazos de nueve y hubo de desmonterarse tras recuperar una pelota en defensa ya con 4-0. El Bernabéu siempre pagó el sudor a precio de oro.

Cristiano, que a veces confunde abnegación y obstinación, mostró gratitud con el cambio de técnico. Combinó, robusteció el ataque, disparó con sentido, topó con el palo, le regaló un gol a Bale. Lástima que su relación con el gol se haya enfriado. En cualquier caso, el Madrid pareció corregir su molesta costumbre de maladministrar su ventaja vagueando durante muchos minutos, propensión de la era Benítez que le separó del público y de Barça y Atlético en la tabla.

Pendiente de mejora queda Isco, a ratos afectado por su sobrecreatividad, por su inclinación a hacer vuelta rápida en cada pase. Le relevó James y también tuvo minutos Jesé, mensajes ambos de que habrá café para todos. Una golondrina no hace un verano, pero Zidane ha puesto en marcha la reconciliación.

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