Venezuela decide si inicia un nuevo rumbo tras 17 años de chavismo
Las encuestan auguran una victoria opositora en los comicios parlamentarios del domingo
Pero nadie cree que el triunfo propicie una ventaja de más de 10 diputados
Javier Lafuente
Caracas, El País
Venezuela, donde todo es posible y nada seguro, decide hoy si inicia un cambio de rumbo en la historia reciente del país. Por primera vez en 17 años, la oposición podría tener el control del Parlamento. Ese triunfo supondría un varapalo monumental para el Gobierno de Nicolás Maduro y la revolución bolivariana, que atraviesa su momento más crítico. Pese a que las encuestas pronosticaban una clara victoria opositora, la brecha se ha reducido y nadie cree que el triunfo, sea de quien sea, propicie una ventaja de más de 10 diputados.
Las elecciones más trascendentales de este siglo en Venezuela se celebran además en un clima de tensión constante. La violencia ha sacudido la campaña hasta el punto de que un opositor fue asesinado. El Gobierno tampoco ha facilitado una observación internacional plena y solo ha posibilitado una misión de acompañamiento, la de Unasur.
Los cerca de 19,5 millones de venezolanos que pueden votar hoy no solo decidirán los 167 diputados que se sentarán durante los próximos años en la Asamblea. Quién se presenta es, en esta ocasión, lo de menos. Las elecciones se han convertido en un plebiscito sobre la gestión del presidente, Nicolás Maduro, y la deriva que ha adquirido el Gobierno bolivariano. Todas las formaciones opositoras, desde las que en términos europeos se podrían considerar de centro o centroizquierda hasta el ala más conservadora de la sociedad, acuden de forma conjunta, bajo el paraguas de la Mesa de la Unidad Nacional (MUD). De esta forma pretenden evitar cualquier tipo de fragmentación del voto crítico con el Gobierno. La agudizada crisis económica —la inflación está fuera de control y la escasez de productos es alarmante—, la omnipresente inseguridad, la persecución a los líderes opositores y el encarcelamiento de algunos de ellos, como el caso de Leopoldo López, preso desde hace casi dos años y condenado a más de 13, son algunos de los argumentos que la oposición considera suficientes para clamar basta ya e iniciar el proceso de cambio.
La tarea, no obstante, se antoja complicada. El oficialismo se aferra al poder y ha activado toda la maquinaria del sistema en las últimas semanas. El presidente ha intensificado los discursos altisonantes y ha llamado en plena campaña a defender la revolución “como sea”, lo que muchos interpretan como una evidente amenaza. Ante un escenario de posible derrota, Maduro ya ha advertido que seguirá “la lucha en la calle”. “Si se diera la pesadilla de que perdiéramos, la revolución adquiriría nuevos caminos y un nuevo carácter”, dijo esta semana, en lo que no pocos consideran una forma de preparar a su electorado ante la pérdida de control en la Asamblea, lo que para el chavismo sería una debacle.
Durante el cierre de campaña, el presidente volvió a recurrir al “no volverán” y a plantear un escenario catastrofista si se diese el caso de que la oposición controlase la Asamblea Nacional, hasta ahora presidida por Diosdado Cabello, número dos del chavismo. Para muchos opositores, el mero hecho de poder cambiar el ocupante del sillón principal sería ya todo un logro.
La mayor preocupación del oficialismo es tratar de minimizar la abstención de sus votantes, hastiados por la crisis que vive el país y nostálgicos de un liderazgo como el de Hugo Chávez. Varias fuentes apuntan a que una participación cercana o superior al 70% garantizaría al Gobierno mantener el control de la Asamblea. En 2010, votó el 66,45% del electorado, un récord histórico, lo que propició la victoria de la oposición en número de votos, aunque solo lograron 65 diputados. La asimetría electoral, propiciada por las distintas medidas que ha adoptado el Gobierno durante años, también juega a favor del chavismo en esta ocasión.
Se reduce la brecha
Esto ha propiciado que en la última semana, el entusiasmo de la oposición se haya reducido y apenas se hable ya de la posibilidad de lograr una abrumadora victoria, necesaria para tener el control absoluto de la Asamblea. La brecha de entre 20 y 30 puntos que auguraban muchas de las encuestas ya no es tal. Fuentes cercanas tanto al chavismo como a la oposición consideran que es muy probable que los críticos con el oficialismo vuelvan a obtener una victoria en número de votos, pero no suficiente para tener la mayoría de diputados en el Parlamento. Ninguno de los dos bandos cree que la victoria, caiga del lado que caiga, propicie una ventaja de más de 10 diputados.
Las elecciones se celebran hoy en un clima de tensión y de falta de garantías plenas. El Gobierno solo ha permitido una misión de acompañamiento, nunca de observación, de Unasur y ha impedido a la Unión Europea o a la Organización de Estados Americanos (OEA) que mandasen delegaciones. Para la cita electoral el Gobierno ha hecho un enorme despliegue: 163.000 soldados está movilizados y 25.000 permanecen en la reserva.
Pero nadie cree que el triunfo propicie una ventaja de más de 10 diputados
Javier Lafuente
Caracas, El País
Venezuela, donde todo es posible y nada seguro, decide hoy si inicia un cambio de rumbo en la historia reciente del país. Por primera vez en 17 años, la oposición podría tener el control del Parlamento. Ese triunfo supondría un varapalo monumental para el Gobierno de Nicolás Maduro y la revolución bolivariana, que atraviesa su momento más crítico. Pese a que las encuestas pronosticaban una clara victoria opositora, la brecha se ha reducido y nadie cree que el triunfo, sea de quien sea, propicie una ventaja de más de 10 diputados.
Las elecciones más trascendentales de este siglo en Venezuela se celebran además en un clima de tensión constante. La violencia ha sacudido la campaña hasta el punto de que un opositor fue asesinado. El Gobierno tampoco ha facilitado una observación internacional plena y solo ha posibilitado una misión de acompañamiento, la de Unasur.
Los cerca de 19,5 millones de venezolanos que pueden votar hoy no solo decidirán los 167 diputados que se sentarán durante los próximos años en la Asamblea. Quién se presenta es, en esta ocasión, lo de menos. Las elecciones se han convertido en un plebiscito sobre la gestión del presidente, Nicolás Maduro, y la deriva que ha adquirido el Gobierno bolivariano. Todas las formaciones opositoras, desde las que en términos europeos se podrían considerar de centro o centroizquierda hasta el ala más conservadora de la sociedad, acuden de forma conjunta, bajo el paraguas de la Mesa de la Unidad Nacional (MUD). De esta forma pretenden evitar cualquier tipo de fragmentación del voto crítico con el Gobierno. La agudizada crisis económica —la inflación está fuera de control y la escasez de productos es alarmante—, la omnipresente inseguridad, la persecución a los líderes opositores y el encarcelamiento de algunos de ellos, como el caso de Leopoldo López, preso desde hace casi dos años y condenado a más de 13, son algunos de los argumentos que la oposición considera suficientes para clamar basta ya e iniciar el proceso de cambio.
La tarea, no obstante, se antoja complicada. El oficialismo se aferra al poder y ha activado toda la maquinaria del sistema en las últimas semanas. El presidente ha intensificado los discursos altisonantes y ha llamado en plena campaña a defender la revolución “como sea”, lo que muchos interpretan como una evidente amenaza. Ante un escenario de posible derrota, Maduro ya ha advertido que seguirá “la lucha en la calle”. “Si se diera la pesadilla de que perdiéramos, la revolución adquiriría nuevos caminos y un nuevo carácter”, dijo esta semana, en lo que no pocos consideran una forma de preparar a su electorado ante la pérdida de control en la Asamblea, lo que para el chavismo sería una debacle.
Durante el cierre de campaña, el presidente volvió a recurrir al “no volverán” y a plantear un escenario catastrofista si se diese el caso de que la oposición controlase la Asamblea Nacional, hasta ahora presidida por Diosdado Cabello, número dos del chavismo. Para muchos opositores, el mero hecho de poder cambiar el ocupante del sillón principal sería ya todo un logro.
La mayor preocupación del oficialismo es tratar de minimizar la abstención de sus votantes, hastiados por la crisis que vive el país y nostálgicos de un liderazgo como el de Hugo Chávez. Varias fuentes apuntan a que una participación cercana o superior al 70% garantizaría al Gobierno mantener el control de la Asamblea. En 2010, votó el 66,45% del electorado, un récord histórico, lo que propició la victoria de la oposición en número de votos, aunque solo lograron 65 diputados. La asimetría electoral, propiciada por las distintas medidas que ha adoptado el Gobierno durante años, también juega a favor del chavismo en esta ocasión.
Se reduce la brecha
Esto ha propiciado que en la última semana, el entusiasmo de la oposición se haya reducido y apenas se hable ya de la posibilidad de lograr una abrumadora victoria, necesaria para tener el control absoluto de la Asamblea. La brecha de entre 20 y 30 puntos que auguraban muchas de las encuestas ya no es tal. Fuentes cercanas tanto al chavismo como a la oposición consideran que es muy probable que los críticos con el oficialismo vuelvan a obtener una victoria en número de votos, pero no suficiente para tener la mayoría de diputados en el Parlamento. Ninguno de los dos bandos cree que la victoria, caiga del lado que caiga, propicie una ventaja de más de 10 diputados.
Las elecciones se celebran hoy en un clima de tensión y de falta de garantías plenas. El Gobierno solo ha permitido una misión de acompañamiento, nunca de observación, de Unasur y ha impedido a la Unión Europea o a la Organización de Estados Americanos (OEA) que mandasen delegaciones. Para la cita electoral el Gobierno ha hecho un enorme despliegue: 163.000 soldados está movilizados y 25.000 permanecen en la reserva.