Los estudiantes de São Paulo tumban una reforma educacional del Gobierno
El Gobierno del Estado había anunciado el cierre de 92 escuelas
Los alumnos han ocupado 200 colegios y protestado en las calles
Felipe Betim
São Paulo, El País
Centenares de estudiantes han sido los principales protagonistas políticos de las últimas semanas en el Estado de São Paulo, en el sudeste de Brasil. Los jóvenes, en su mayoría menores de edad, han conseguido tumbar este viernes provisionalmente una reforma educacional del Gobierno del Estado, que preveía el cierre de escuelas. Lo han hecho valiéndose de protestas callejeras pacíficas —reprimidas de manera violenta por la Policía Militar— y ocupaciones de 200 centros de enseñanza. El intento fallido de reforma ha echado por tierra la popularidad del gobernador Geraldo Alckmin, del liberal Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
Todo empezó cuando la Secretaría de Educación anunció en septiembre la “reordenación” de la educación pública estatal. La enseñanza básica en Brasil está dividida en tres ciclos —el fundamental 1, el fundamental 2 y el medio— y el proyecto prevé, en resumen, que los centros no los mezclen y se centren en uno específico para mejorar la calidad pedagógica. Pero también se anunciaba el cierre de 92 centros. La red estatal ha perdido, entre 1998 y 2015, dos millones de alumnos, ya que muchas familias han trasladado sus hijos a centros privados, entre otros motivos.
En un país en el que los políticos anuncian, en todas las elecciones, la construcción de nuevos colegios para mejorar la débil educación pública, el anuncio del cierre desató la ira de estudiantes y familias. Además, el Gobierno no ha aclarado las supuestas ventajas de su plan, ya que muchas escuelas están superpobladas. La red del Estado tiene 5.147 centros y cuatro millones de alumnos. Con los cambios, 311.000 serían trasladados a otras escuelas, muchas de ellas lejos de sus casas.
Los jóvenes, la mayoría de entre 12 y 17 años, respondieron ocupando sus colegios, organizando ellos mismos las clases, las actividades, la limpieza y la gestión de sus centros.
Desde el pasado lunes, varios pequeños grupos de unos 40 estudiantes también empezaron a cerrar en hora punta, sentados en sus pequeñas sillas escolares, importantes vías de la capital, atrapando el ya caótico tráfico. La protestas arrancaban de forma pacífica: adolescentes con caras pintadas coreaban, cantaban, saltaban y bailaban, como si estuvieran aprovechando el horario de recreo para reclamar que la educación fuera una "prioridad" del Gobierno. "¡Nos vamos a convertir en Chile!", gritaban, en referencia a la Revolución de los Pinguinos, que también llevó a miles de estudiantes a las calles en 2006 en ese país.
La reacción del Ejecutivo de Alckmin fue radical: para negociar con los manifestantes, en su mayoría menores de edad, envió a la Policía Militar. Con sus grandes escudos, chalecos antibala y porras en manos, los agentes se dirigían a los estudiantes para intentar convencerles de abrir las carreteras para los coches. Sin éxito, finalmente utilizaban bombas de humo y, a veces, balas de gomas para dispersar a los estudiantes. Al menos 30 personas fueron detenidas a lo largo de la semana.
La estrategia del Gobierno no tuvo éxito. Varias protestas se producían al mismo tiempo y los estudiantes, aunque asustados por la represión de la policía, volvían a unirse de nuevo en otro lugar a lo largo del día. Los grupos se movían rápido, a pie o en metro. Todos los días. No cedían.
El intento de reforma también ha desgastado a Alckmin ante la opinión pública. Una encuesta que ha salido a luz este viernes ha revelado que solo el 28% de los electores aprueba la gestión del gobernador, la peor valoración desde que asumió el cargo por primera vez, en 2001. El 40% cree que su Gobierno es regular y el 30% malo o pésimo. Además, el 61% está en contra del cierre de escuelas. Otro factor que explica estos resultados es la crisis hídrica del Estado. El 38% desaprueba la gestión del problema y el 83% cree que Alckmin oculta informaciones.
Agotado, el gobernador finalmente ha cancelado provisionalmente este viernes su plan educacional y ha asegurado que va a debatirlo con todas las escuelas, alumnos y, sobre todo, las familias. El secretario de Educación también ha anunciado su dimisión. Ni siquiera la crisis del agua había sido capaz de tumbar a un alto cargo del Gobierno. Por ahora, los alumnos han triunfado.
Los alumnos han ocupado 200 colegios y protestado en las calles
Felipe Betim
São Paulo, El País
Centenares de estudiantes han sido los principales protagonistas políticos de las últimas semanas en el Estado de São Paulo, en el sudeste de Brasil. Los jóvenes, en su mayoría menores de edad, han conseguido tumbar este viernes provisionalmente una reforma educacional del Gobierno del Estado, que preveía el cierre de escuelas. Lo han hecho valiéndose de protestas callejeras pacíficas —reprimidas de manera violenta por la Policía Militar— y ocupaciones de 200 centros de enseñanza. El intento fallido de reforma ha echado por tierra la popularidad del gobernador Geraldo Alckmin, del liberal Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
Todo empezó cuando la Secretaría de Educación anunció en septiembre la “reordenación” de la educación pública estatal. La enseñanza básica en Brasil está dividida en tres ciclos —el fundamental 1, el fundamental 2 y el medio— y el proyecto prevé, en resumen, que los centros no los mezclen y se centren en uno específico para mejorar la calidad pedagógica. Pero también se anunciaba el cierre de 92 centros. La red estatal ha perdido, entre 1998 y 2015, dos millones de alumnos, ya que muchas familias han trasladado sus hijos a centros privados, entre otros motivos.
En un país en el que los políticos anuncian, en todas las elecciones, la construcción de nuevos colegios para mejorar la débil educación pública, el anuncio del cierre desató la ira de estudiantes y familias. Además, el Gobierno no ha aclarado las supuestas ventajas de su plan, ya que muchas escuelas están superpobladas. La red del Estado tiene 5.147 centros y cuatro millones de alumnos. Con los cambios, 311.000 serían trasladados a otras escuelas, muchas de ellas lejos de sus casas.
Los jóvenes, la mayoría de entre 12 y 17 años, respondieron ocupando sus colegios, organizando ellos mismos las clases, las actividades, la limpieza y la gestión de sus centros.
Desde el pasado lunes, varios pequeños grupos de unos 40 estudiantes también empezaron a cerrar en hora punta, sentados en sus pequeñas sillas escolares, importantes vías de la capital, atrapando el ya caótico tráfico. La protestas arrancaban de forma pacífica: adolescentes con caras pintadas coreaban, cantaban, saltaban y bailaban, como si estuvieran aprovechando el horario de recreo para reclamar que la educación fuera una "prioridad" del Gobierno. "¡Nos vamos a convertir en Chile!", gritaban, en referencia a la Revolución de los Pinguinos, que también llevó a miles de estudiantes a las calles en 2006 en ese país.
La reacción del Ejecutivo de Alckmin fue radical: para negociar con los manifestantes, en su mayoría menores de edad, envió a la Policía Militar. Con sus grandes escudos, chalecos antibala y porras en manos, los agentes se dirigían a los estudiantes para intentar convencerles de abrir las carreteras para los coches. Sin éxito, finalmente utilizaban bombas de humo y, a veces, balas de gomas para dispersar a los estudiantes. Al menos 30 personas fueron detenidas a lo largo de la semana.
La estrategia del Gobierno no tuvo éxito. Varias protestas se producían al mismo tiempo y los estudiantes, aunque asustados por la represión de la policía, volvían a unirse de nuevo en otro lugar a lo largo del día. Los grupos se movían rápido, a pie o en metro. Todos los días. No cedían.
El intento de reforma también ha desgastado a Alckmin ante la opinión pública. Una encuesta que ha salido a luz este viernes ha revelado que solo el 28% de los electores aprueba la gestión del gobernador, la peor valoración desde que asumió el cargo por primera vez, en 2001. El 40% cree que su Gobierno es regular y el 30% malo o pésimo. Además, el 61% está en contra del cierre de escuelas. Otro factor que explica estos resultados es la crisis hídrica del Estado. El 38% desaprueba la gestión del problema y el 83% cree que Alckmin oculta informaciones.
Agotado, el gobernador finalmente ha cancelado provisionalmente este viernes su plan educacional y ha asegurado que va a debatirlo con todas las escuelas, alumnos y, sobre todo, las familias. El secretario de Educación también ha anunciado su dimisión. Ni siquiera la crisis del agua había sido capaz de tumbar a un alto cargo del Gobierno. Por ahora, los alumnos han triunfado.